Agatha Maciaszek: “No querían estar en el CETI a la espera de una solución que nunca les llega”

Agatha Maciaszek es codirectora del documental ‘Los Ulises’, una cinta que aborda la vida de los indios del bosque y que mañana por la tarde se proyecta en el Festival de Cine de Málaga.

–¿Por qué contar la historia de los indios?
–En 2007 participamos como activistas en acciones llevadas a cabo en solidaridad con los 37 bangladeshíes que habían salido del CETI de Ceuta y acampado en el monte, para protestar por su posible deportación. Su situación era muy similar: engañados por las mafias y tras una dura travesía por África, entraron en Ceuta ilegalmente y llevaban casi dos años en el CETI. Las acciones salieron bien y hubo una reunión con el Ministerio del Interior en la que se prometió resolver la situación de los banglas. Así empezamos a grabarles antes de que les trasladaran a la península.  En abril del 2008 nos enteramos que los 57 indios que habían salido al monte y fuimos a grabar lo que pensábamos que sería el epílogo de nuestra película, pero se acabó convirtiendo en el comienzo de la verdadera cinta.
–¿Cómo fue el rodaje del documental durante esos dos años?
–Al no vivir en Ceuta, no podíamos hacer un rodaje continuo, bajábamos cuando podíamos o cuando había algún acontecimiento que queríamos grabar. Éramos muy bien recibidos y tuvimos mucha colaboración en la realización de la película por parte de los chicos. Es un documental diferente, sin entrevistas, ni voz en off, así que su naturalidad y predisposición han sido muy importantes para hacer la película que queríamos hacer. El rodaje ha sido siempre intenso, en las condiciones que tocaran en el momento: refugiados en la tienda con lluvias, o aguantando el sol abrasador en los días de verano. Veíamos como, a pesar de la constante lucha, su situación no se resolvía y los ánimos se volvían cada vez más desesperados.
–¿Cuál es el mejor momento que vivieron y cuál fue el peor?
–Los momentos vividos en el rodaje tienen mucho que ver con el transcurrir de los acontecimientos. El mejor momento seguramente fue la noticia del traslado del primer grupo a la península, o sobre todo, su liberación del CIES de Madrid, donde pasaron 40 días tras venir de Ceuta, siempre con la incógnita de si serían liberados o deportados, que acababa con su aguante psíquico. El peor seguramente tenga que ver con la noticia de la trágica muerte del hermano de uno de los protagonistas, Happy, en Inglaterra. Sukvinder también era inmigrante ilegal en Londres desde hacía 10 años, tiempo en el que no había visto a su familia. Murió en el intento de ayuda a una chica a la que estaban atracando. El propósito de emigrar de Happy era reunirse con él en Londres, sin saber que se quedaría estancado por el camino en Ceuta. Su familia le ocultó durante unos meses la noticia de la muerte de su hermano, pero acabó enterándose. Al lógico dolor y sufrimiento que eso supone, se añadía la desesperación e impotencia de poder hacer nada por la familia, por no tener papeles. A día de hoy, Happy es uno de los 20 chicos que aún siguen en Ceuta.
–¿Qué le parece esta situación?
–Nos parece totalmente injusta la situación que están viviendo estos chicos, sobre todo en cuenta que el gobierno ha trasladado ya a 30. No entendemos por qué ese proceso se ha paralizado, dejando a 20 del mismo grupo estancados en Ceuta. Cumplen las mismísimas condiciones que sus 30 compañeros trasladados a la península, así que es una situación ilógica y absurda. Admiramos la entereza y determinación que tienen porque aún tienen fuerzas para seguir luchando por su destino. Es una actitud admirable.
– En la sinopsis se habla de mafias de la inmigración. ¿Cómo es su funcionamiento con los indios?
–Las mafias de inmigración empiezan en el lugar de origen, donde muchas familias sin recursos son engañadas y se endeudan con el fin de pagar el pasaje a sus hijos a la tan soñada Europa. Muchos se ven envueltos en un viaje de pesadilla por diferentes países de África, el desierto del Sahara incluido, con esperas indeterminadas en lugares por el camino, muchas veces sin agua, o comida. Pero por otro lado es la única manera que tienen de salir de un país en el que conseguir un visado es imposible para las clases populares. Así que el rol de la mafia de inmigración es siempre ambiguo, contradictorio. Se trata de todo un gran tejido de personas, que muchas veces empieza por algún familiar del propio inmigrante. Lo que sí nos han trasladado los chicos en numerosas ocasiones es que quieren que el documental se vea en la India, en su Punjab na#tal, para que se conozca su historia y las generaciones futuras al menos sepan a que se enfrentan empezando esta odisea.
–En el trailer de se dice que Ceuta es una cárcel en la que se puede entrar, pero no salir. ¿Cómo la describían ellos?
–Justamente así. “Dulce cárcel”. No tiene nada que ver con la ciudad en sí o con su gente, a la que aprecian muchísimo. Tiene que ver con la complicada situación política que desconocen al entrar en Ceuta, por la cual miles de inmigrantes se quedan literalmente atrapados allí sin ninguna posibilidad de movimiento hacia delante o hacia cualquier sitio.
–La misma situación la vive ahora gente de Togo, el Congo y países del centro de África. ¿Mismo problema y misma solución?
–Conocemos la situación de los inmigrantes en Ceuta, pero lo que nos llamó la atención de este grupo en particular fue su empoderamiento frente a la realidad que les tocó. La decisión de acampar en el monte para visibilizar su situación. No querían quedarse eternamente en el CETI a la espera de una solución que nunca llega. Como ellos mismo dicen: ¿Por qué, si iban a deportarles, no lo hicieron a los pocos meses de entrar? Tras pasar 4 años en territorio español, la posibilidad de deportación es totalmente inhumana. Las políticas de inmigración vigentes provocan un desgaste psicológico enorme en estas personas y ningún ser humano se lo merece.
–¿Cómo era la situación de los indios antes de venir a Ceuta?
–Los chicos vienen del estado indio de Punjab, mayoritariamente de familias campesinas.
Muchos de ellos se encuentran sin oportunidades reales de encontrar un buen trabajo, aunque tengan la formación necesaria. Por eso, salir se convierte en la única salida a su situación vital.

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