El fútbol dejó de ser un deporte para convertirse en un negocio en donde un montón personas viven holgadamente. La Federación Española de Fútbol se gasta millones en promocionar el juego limpio para aparentemente educar a los jóvenes en valores y principios: ‘El juego limpio’. Lamentablemente el caminar se demuestra andando y el andar de la Federación Española no es precisamente un modelo para seguir. La concesión de la medalla de oro y brillantes a José Antonio Reyes por la Federación Española de Fútbol pone en evidencia ese caminar inadecuado de un organismo que debería meditar con más detenimiento decisiones que deslucen a la Federación. Fallecer en un accidente no es valor suficiente para conceder una medalla, aunque no exista ninguna duda sobre su valor como futbolista. Sin embargo, de no haber muerto, no tendría esa medalla y las circunstancias de su muerte no encajan con ningún homenaje y, mucho menos, como un hecho meritorio. Lamentablemente vivimos en una sociedad donde se perdona todo a los futbolistas y famosos y, eso nos lleva a la desvergüenza de aplaudir conductas que si fueran cometidas por ciudadanos de a pie serían más que cuestionables. En el caso que nos ocupa todo apunta a que Reyes iba pisando el acelerador más de lo debido y, por lo tanto, no se trata de reprochar a un ciudadano una conducta más o menos cuestionable, estamos hablando de la presunta comisión de un delito tipificado en el articulo 379.1 del Código Penal. Un texto legal que indica que los que circulen a velocidad superior de 60 kilómetros en vía urbana u 80 kilómetros a lo permitido reglamentariamente en vía interurbana, es decir a 110 km/h. en ciudad o a 200 km/h. por una autopista o autovía serán detenidos por la comisión de un delito contra la Seguridad Vial. El reproche penal consideraría también las consecuencias del accidente, es decir, la muerte de una de las personas que iba en el vehículo y la gravedad de uno de los heridos en el siniestro. El año pasado perdieron la vida 1.180 víctimas en accidente de tráfico en carretera y 4.515 personas fueron ingresadas en hospitales con lesiones de diversa consideración. Los factores causantes de muchos de estos accidentes fueron la salida de vía y el exceso de velocidad por lo que la Dirección General de Tráfico pone todo su énfasis en intentar trabajar en materia de velocidad para acabar con esta siniestralidad. Muchos de esos muertos y heridos fueron víctimas inocentes de conductores que no respetaron los límites de velocidad, otros perdieron la vida por no respetar los límites de velocidad y saltarse las normas más elementales de circulación. Muchas de estas víctimas se preguntarán: ¿por qué los responsables de la Federación banalizan una actitud tan reprochable? Pudo ser peor si hubieran impactado con otro vehículo al perder el control del coche que pilotaba. Por imprudencias de este tipo muchas personas inocentes pierden la vida en las carreteras. Lamentamos profundamente la muerte Reyes y de sus primos. Pero lo correcto no es precisamente premiar la imprudencia. Ese no es el camino. Hablaba de banalizar las cosas importantes, de hacernos creer que lo que sucede es algo normal, que está dentro de lo tolerable, sucede más de lo común en esta bendita tierra. Sin embargo, lo común no puede ser que unos delincuentes violentos tomen un espacio restringido a los ceutíes decentes y ataquen a guardias civiles y trabajadores del puerto para ocupar una mejor zona en el puerto. La Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) lleva años denunciando esta situación, pero en la actualidad es más grave por la falta de personal y por la especial agresividad de los delincuentes marroquíes indocumentados. Se puede intentar minimizar la grave situación de inseguridad -que ya lo hacen- pero la realidad es otra distinta y los ceutíes saben que lo que está sucediendo en el puerto dista mucho de lo que sucedía hace años. Negar que en las escolleras del puerto siempre existieron grupos de delincuentes marroquíes sería una temeridad, pero en la misma medida, intentar hacer creer a los ciudadanos que la violencia y circunstancias son las mismas que las de hace años es no tener ni idea de la realidad y eso inquieta a AEGC y a los guardias civiles que prestan servicio en el puerto. Nos preocupa porque son más violentos, no rehuyen enfrentarse a los guardias civiles y están perfectamente organizados. Eso no había ocurrido hasta estos momentos. No recordamos enfrentamientos diarios, ni incendios continuos de vehículos y robos en la zona. No recordamos tanta agresividad. No recordamos enfrentamientos con trabajadores del puerto y, mucho menos, esa sensación de inseguridad. Esto puede ser una visión distinta de lo que esta pasando, pero es la nuestra y difícilmente puede cuestionarse. Desde AEGC sabemos que somos una organización incómoda, porque estamos denunciando continuamente los problemas de seguridad ciudadana en nuestra ciudad, pero estamos obligados a ello porque nuestra misión es proteger y defender a los guardias civiles de las distintas vicisitudes del servicio. Es nuestra obligación y seguiremos haciéndolo con la dignidad que nos ha caracterizado siempre y, por supuesto, lejos de cualquier interés que no sea la defensa de los intereses de los guardias civiles y sus familias. Ceuta necesita guardias civiles para acabar con hechos que no gustan a los trabajadores del puerto, a los ciudadanos y, mucho menos, a los guardias civiles. Ceuta necesita guardias civiles para no dejar que estas masas de delincuentes se asienten en el puerto y se hagan fuertes. Guardias civiles para repeler cualquier agresión de estos delincuentes, porque debemos diferenciar entre inmigrantes y delincuentes. Esa es la situación. El titular resume bien lo que hemos querido expresar: “Hay homenajes muy cuestionables” y cosas que no deberían pasar.