Siento un profundo respeto por nuestra delegada del Gobierno, porque es una persona educada, tolerante, noble, cercana y honrada. Unas virtudes que no derrochaban algunos inquilinos de la Plaza de los Reyes, porque los hemos tenido altivos, prepotentes, poco educados y hasta un condenado por distintos delitos, entre otros, tan graves como atentar contra la independencia del poder judicial, prevaricación, calumnias o revelación de secretos oficiales.
Hay un conocido refrán que dice “que el hábito no hace al monje”, ni la condición social o cargo lleva implícitos otros valores como la honradez, la educación, el cumplimiento de las normas y, mucho menos, el respeto a los valores democráticos. De eso vamos a hablar, de ciudadanos prepotentes, intolerantes, incumplidores y poco educados.
Todavía hay españoles que no asimilan que el artículo 14 de nuestra Carta Magna les afecta también a ellos, que los privilegios por razón de cargo o condición social no tienen soporte legal ni moral en la España democrática.
El referido artículo 14, dice textualmente que los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. No excluye a nadie o nos incluye a todos para desgracia de prepotentes, maleducados, incumplidores de las normas y derrochadores de titulitis o carguitis.
Hace unos días nos comentaron que un ciudadano que paseaba sin mascarilla junto a otra persona, al llegar a la altura de dos agentes de la Guardia Civil, fueron advertidos de la obligación de llevarlas. El ilustre y titulado ciudadano respondió en tono airado y muy castizo que podía circular por vía publica sin mascarilla siempre que guardara la distancia de seguridad, cosa que tampoco cumplía al ir acompañado de otra ciudadana en las mismas circunstancias. Una vez informado por los agentes de su error, que era de obligado cumplimiento, el ilustre ciudadano comenzó a lanzar todo tipo de amenazas a los guardias, las típicas de los que padecen titulitis –soy una autoridad, voy a llamar a las más altas esferas, vais a perder el uniforme, que era amigo de... dando incluso nombre y apellidos, haciendo uso del teléfono para hablar con la presunta persona y continuando con la frase: “Se os va a caer el pelo, etc”.
Ante dicha actitud, amenazas, falta de respeto y consideración, los guardias civiles denunciaron a tan ilustre ciudadano por no llevar, ni querer colocarse la mascarilla y por desconsideración con los agentes de la autoridad. Todo ello, ante la mirada incrédula de ciudadanos que paseaban por el lugar.
Como usted bien sabe, señora delegada, los guardias civiles tenemos que soportar amenazas de muerte, insultos y desconsideraciones de chorizos de cuatro pelos. Sin embargo, esta que le relatamos a usted y a los lectores es más dolorosa, porque este ilustre señor intentaba amedrentar a los agentes utilizando “tratas que prostituyen la democracia”, que nos recuerdan otros tiempos... aquellos tiempos donde los que tenían “otra condición o circunstancia personal o social” se saltaban alegremente las normas. Esa condición social o circunstancia personal de la que ese hombre, a golpe de teléfono, hacía gala ante los agentes y la mirada incrédula de los ciudadanos.
Como bien decía, señora delegada, esto que venimos relatando “muy resumidamente” desde AEGC es un simple comentario que sustentaremos con el mayor rigor democrático, porque desde AEGC no vamos a permitir amenazas y, mucho menos, represalias a nuestros guardias civiles. Esos guardias civiles que día a día salen a la calle a jugarse la vida ante delincuentes, antisistemas con rastas y antisistemas con trajes de chaqueta y Rolex.
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