Hola, me llamo Adou. Con esta frase un pequeño de 8 años, costamarfileño, iniciaba lo que se ha convertido en toda una historia enmarcada en el cúmulo de tragedias de la inmigración. 7 de mayo de 2015, frontera del Tarajal. Ese es el escenario donde comenzó todo.
Un agente de la Guardia Civil, experto en luchar contra las pequeñas redes de tráfico de personas, se enfrentaba al caso de su vida. Un niño delgado, asustado, acurrucado en posición fetal dentro de una maleta. Él era Adou. Él era el crío al que los medios han terminado por arrebatar su identidad transformándola en, simplemente, ‘el niño de la maleta’.
La noticia corrió como la pólvora entre los medios locales. De ahí pasó a los nacionales, a los internacionales. El efecto Adou había superado fronteras a pesar de no ser el único caso de niños introducidos de formas complejas para cruzar líneas que separan la libertad de la no legalidad.
Los guardias civiles de servicio en el puesto fronterizo ya se habían percatado de Fatima. Una joven de poco más de 20 años, de Castillejos, que entraba con dudas por la frontera, nerviosa, sin saber si cruzar o no cruzar. Lo hizo, pasó y fue entonces cuando el escáner descubrió el porqué de sus nervios.
De inmediato se detuvo a la joven, a la que la Fiscalía no dudó en pedir hasta 6 años de prisión por cruzar a un niño en la maleta. Fatima cumplió dos y al ser puesta en libertad no volvió nunca más a España.
Tras Fatima cruzó Ali. El padre de Adou. La Guardia Civil sospechó de él; tenía el mismo nombre que el niño interceptado, también era de Costa de Márfil. Se le detuvo y se confirmó que era el progenitor del niño. La historia, ya mediatizada, cobraba tintes de culebrón.
Alí entró en prisión a pesar de la fuerte presión mediática. Se le pide 3 años de cárcel. El Ministerio Fiscal entiende que cabe una atenuante mixta muy cualificada de parentesco pero también la agravante de haber puesto en peligro la vida del pequeño. Alí siempre ha mantenido que no sabía de qué manera iban a pasar a su hijo.
Un padre, un niño, una historia… Alí quiso traer al pequeño de forma regular, pero por 56 euros no pudo. Se le exigía una determinada nómina que no se cumplía por esa diferencia. El drama era aún mayor.
¿Pero puede la Justicia verse afectada por los sentimientos? Y es que antes que el caso de este pequeño ha habido otros. Otros que no han traspasado fronteras. Otros que no han merecido la atención de los medios. Y ha habido sentencias condenatorias a padres que han pasado a sus hijos dentro de maletas o a quienes han hecho lo mismo con adultos.
¿Qué hizo de este caso algo diferente? Sin duda la fotografía del escáner, sin duda ese momento preciso en el que la historia de Adou pone en evidencia cómo el sistema de regularización de inmigrantes no funciona, cómo detrás de las estadísticas hay sentimientos y hay eslabones rotos en la cadena de la delincuencia y de las redes organizadas.
Tres años ha esperado este caso para llegar a juicio. Ha pasado por dos suspensiones hasta que este 20 de febrero se fija como el definitivo para sentar justicia.
La reforma del Código Penal establece cambios importantes respecto a los delitos de tráfico de personas y estos van a afectar directamente al caso del ‘niño de la maleta’. Hay modificaciones claras, rebajas de penas pero sobre todo un resquicio que permite entender que no hay delito porque el hecho se ha realizado por motivos humanitarios. Quizá sea la vía por donde la familia Ouatara pueda finalmente escapar de esta pesadilla.
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