Adolescentes y pandemia

En 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud, esta celebración anual busca promover el papel de la juventud como agente de los procesos de cambio, dando voz a sus iniciativas y acciones. Además de generar un espacio de conciencia sobre los desafíos y problemas a los que estos se enfrentan.

Durante esta Pandemia, que estamos transitando, hemos hablado poco de los jóvenes y los adolescentes, es ahora cuando se les tiene en cuenta y parece que el discurso sobre ellos más bien va asociado al hecho de que no son muy conscientes de los riesgos y que nos ponen en riesgo de transmisión de la Covid 19 a los adultos con sus conductas.

Quizás nos convenga recordar que la adolescencia siempre ha sido una etapa de cambio, que implica una crisis, en la que hay tener que enfrentar una metamorfosis que se produce en el cuerpo, en la relación con los padres y con la autoridad. Además los modos de satisfacción cambian, se manifiestan en el encuentro con el cuerpo propio y en el encuentro con los otros, y si a todo esto lo aliñamos con las posibilidades que les oferta la sociedad de consumo de distintos tipos de objetos, tenemos muchas probabilidades de que surjan conflictos.

No podemos perder de vista que la adolescencia tiene un componente social y político, y que las consecuencias de no facilitar la opciones de emancipación de la juventud, hace que la adolescencia se alargue cada vez más, y tengamos jóvenes de más de 20 años y hasta de 30 años, con conductas adolescentes y viviendo con sus padres, generando tensiones que van fluctuando entre periodos de extrema dependencia hacia los mismos con otros periodos de reivindicación de su independencia con aislamiento dentro del núcleo familiar, y desencuentros que pueden llegar a ser muy tensos o violentos.

Ya Freud nos enseñaba en 1905, que en la adolescencia se trata de “perforar un túnel desde dos extremos”.

Los lazos afectivos que el adolescente mantiene con su familia primaria, con sus primeras figuras de amor, tienen que modificarse y aflojarse para que lo cultural, la ley y la prohibición se desarrollen.

Entonces el distanciamiento de la autoridad de los progenitores, es necesario, por esto los adolescentes, no sin sufrimiento, tienen que defender su propia identidad, para crear el progreso de la cultura entre una nueva generación y la antigua.

Pero en ocasiones la travesía del túnel se alarga o incluso en algunos casos las salidas se encuentran taponadas, y en esto el adulto que está al otro lado del túnel tiene mucho que ver, ya que debe estar a la espera, en lugar de estar entretenido en otros asuntos y ser más infantil que incluso que el propio protagonista de la historia.

Esto que es una constante en la historia de la humanidad, se nos presenta ahora con una nueva realidad, que complica e implica un nuevo régimen social en nuestra época y es la presencia masiva de lo digital. En esto no hay gran diferencia entre la vida de los adolescentes y la de los adultos, el espacio virtual, las redes sociales, ya forman parte de la vida de todos, y además han cobrado una relevancia enorme durante el confinamiento decretado durante la Pandemia.

Esto supone que la autoridad tradicional, que hasta el siglo XX se ejercía desde el lugar de ocupar una función , es decir "del ser" - ser padres, ser maestro, ser médico, ser abogado, ser político, etc.- ya no funciona de la misma manera.

Ahora el conocimiento y la autoridad se busca en la red, y en el caso de los adolescentes especialmente en el “influencer”

El adolescente vive rápido, y se expone a conductas de riesgo para fugarse del malestar de no saber qué quiere, ni hacia dónde va en su normal desorientación de una etapa que es inevitable.

Por esto la Pandemia, no pone de manifiesto nada nuevo que los expertos no supieran, si es que hay alguien asesorando desde el punto de vista de la salud mental a nuestros gobernantes.

No son ahora más irresponsables porque no se pongan la mascarilla, o no respeten la distancia social, son simplemente adolescentes a los que se les ha estado dando una información durante la fase de confinamiento, de que está era una enfermedad que se llevaba por delante a los mayores.

Me pregunto porqué no se ha utilizado su tiempo de confinamiento y de estudio virtual para introducir verdadera información crítica sobre esta Pandemia, los adultos les hemos tratado como a una masa humana, bastaba con encerrarlos, pero cuando esa masa toma la calle, si no tiene una orientación es irracional y además funciona como lo que son: adolescentes.

Me parece que puedo decir sin miedo a equivocarme que hay muchos adultos asumiendo conductas de riesgo de forma mucho más irresponsable que los adolescentes, por ejemplo el tan controvertido tema de la prostitución, dónde nos mostramos tan hipócritas desde el mundo adulto, y que implica una vía clara de contagio.

Pero por supuesto , en los adultos cuando hay falta de ética y de compromiso, y disparidad entre lo que dicen o piden y hacen, los adolescentes son los primeros en detectarlos, son expertos rastreadores, no del coronavirus sino de la incongruencia de los actos y las palabras de los adultos.

Si no cuidamos de los niños y los adolescentes no tendremos futuro, cuando abandonamos a los adolescentes a la desregulación de sus necesidades pulsionales, que forman parte de esta etapa, eso tendrá consecuencias. No sólo hay que tomarse en serio protegerlos de los peligros externos, como en momento actual de la Pandemia, tenemos que protegerlos de ellos mismos, de lo que viene desde dentro, desde el desconcierto del cambio que esta etapa implica.

La adolescencia empieza en la infancia y si confundimos el amor con el don; dar objetos, llenarlos de comida, comprarles cosas, los haremos incapaces de renunciar a la satisfacción inmediata y los convertiremos en insaciables.

Pero de todo esto los adultos somos responsables, es muy fácil depositar la responsabilidad de lo que no va en aquellos que tienen que ser acogidos y protegidos por nosotros, qué pocas oportunidades dejamos para que tengan un futuro, al menos invertimos muy poco tiempo y dinero público en ellos.

Hace unos días leía en la prensa nacional, un artículo que se preguntaba:

¿Son las ciudades actuales entornos adecuados para los niños?

Pedagogos, sociólogos, arquitectos han tenido un encuentro intergeneracional bajo el lema “Ciudad y ciudadanía de la infancia y la adolescencia en el Covid”, contaron con un grupo de jóvenes de la ESO y de Bachillerato.

Entre sus conclusiones, destacan que se necesitan ciudades inclusivas, plurales, que tengan en cuenta a los niños, niñas y adolescentes. Se propone una mayor presencia de los niños y adolescentes que implican una fuerza transformadora en la ciudad, para que deje de ser un un “lugar por dónde pasar a un lugar dónde estar”, nos recuerdan que los niños y los adolescentes son muy activos en los movimientos que implican el medio ambiente, por esto hay que escucharles.

Señalan que el confinamiento ha hecho más visible las ciudades como jaulas, hay que mejorar los espacios donde se desarrolla la infancia: casa, escuela, ciudad.

Resalta la idea que nos transmiten de que las ciudades también educan, el entorno físico es “ un tercer profesor”, pero el juego ha desaparecido de sus calles y los niños han aprendido que la ciudad pertenece al adulto y al coche, además de al consumo, cuando las principales salidas se realizan a los centros comerciales.

Proponen priorizar el encuentro frente al consumo, para que el espacio público sea un lugar de socialización, ya que entienden que convertir las ciudades en un gran espacio de juego nos beneficia a todos, no sólo a la infancia.

En este momento de la pandemia tendremos que inventar formas originales de abordar los desafíos que esta nos presenta, y que por supuesto incluye a los jóvenes y adolescentes