Adiós euro, adiós

Es manifiesta la incapacidad de los bloques político-ideológicos hegemónicos para concebir, elaborar, plantear y presentar soluciones a los problemas económicos y sociales que padecemos en creciente grado e intensidad la inmensa mayoría. No me parece baladí poner el énfasis que somos la inmensa mayoría los que arrostramos esos males, puesto que las élites están a salvo en el refugio siempre seguro de sus holgadas carteras y para ellos, que no pertenecen a nuestro mundo, precisamente nosotros, somos el problema. Simplemente, distintos enfoques de los problemas, unos los padecen y otros los crean. Bien es cierto, que, dicho esto, hay que reconocer variantes en el seno de esos bloques que no los presentan del todo homogéneos, sino con distintos tonos, del mismo color entre familias compartido. En definitiva, los discursos de ambos bloques parecen lobotomizados porque no pueden escapar de sus propios presupuestos ideológicos, teniendo al tiempo que aparecer ambos políticamente correctos con las constantes apelaciones a la responsabilidad, a la disciplina de hierro impuesta por la Kanciller, al corsé financiero del Estado y al largo rosario de reproches que son el aditamento cotidiano de una política ausente. Es curioso, por otra parte, comprobar cuán grande es el silencio de las izquierdas sobre una opción, que, más pronto que tarde, se abrirá camino entre los ciudadanos como reacción ante la pasividad de las esfera políticas: la salida de España del euro. Esta opción, que hace algún tiempo podía concebirse como salida de pata de banco, creo que ya no se contempla de la misma manera pues el riesgo de fiasco de la moneda europea es un horizonte que cada día se perfila como algo probable. ¿Cómo puede concebirse que la moneda que nos arrastra al fondo sea, al mismo tiempo, nuestro salvavidas? A otro nivel de planteamientos tendríamos que considerar que si no existe la posibilidad práctica en tiempo real (porque, a mi juicio se ha perdido mucho) de reformar los Tratados de forma eficaz, la opción no descartable y más coherente sería la de la salida de varios países, incluida Italia, de la moneda común. En otras palabras, o los Tratados se reforman en el sentido de meter en cintura a los “mercados” financieros (un eufemismo, paradójicamente, no exento de sarcasmo) y se habilitan planes para armonizar a escala continental la planificación de las inversiones y los salarios, o convendría prepararse para un eventual abandono del euro y perfilar los términos del mismo. Aparece como evidente y consecuencia lógica que un abandono del euro haría probablemente saltar por los aires el mercado único. Adiós al sueño avaricioso y plutocrático de las élites y los eufemísticamente llamados mercados financieros. Pero para que éste desvanecimiento del desatino de las mafias financieras fuese un hecho es necesario que el adiós al euro no se haga de cualquier forma. El sentido es el de buscar una solución que no se formule antieuropeista, bien desde la demagogia populista de izquierda, bien desde una posición de la derecha radical, considerando que pueden plantearse distintos procedimientos de desconexión de regímenes de cambio fijos y libre circulación de mercancías y capitales, porque habrá que optar entre proteger intereses sociales y sacrificar otros que no lo son, entre pequeños y medianos o grandes empresarios, rentistas, especuladores, entre capital extranjero o nacional, etc. planteando distintas combinaciones posibles. Es hora de irse haciendo estos planteamientos porque asentar una posición firme en el seno de la UE pasa por formularse con rigor estas cuestiones acerca de lo que podría ser la estrategia de dejarle el euro a los alemanes y sus satélites, deseándoles, como es de personas educadas, buen provecho.