Categorías: Opinión

Adiós Camerún

Se posicionó la Audiencia. Y lo hizo como no cabía otra: dando la razón al auto de sobreseimiento de la causa abierta por la detención de los cameruneses. ¿Se imaginan lo contrario? Pues hoy tendríamos a una Policía Nacional deteniéndote porque representas una violencia moral o sea, que el agente de turno presupone que vas a dar el palo y te detiene, o que vas a amenazar al viejecito de turno y te arresta, o que vas a organizar un asalto a la Delegación del Gobierno y te lleva directamente a Los Rosales.
Nadie duda de la provocación que el colectivo de cameruneses tuvo con la ciudadanía. Se comportaron de una forma violenta, mostrando unos comportamientos paramilitares que sirvieron para conocer que no toda la inmigración que nos llega es piadosa y que el CETI no podía seguir funcionando como un bonito lugar en medio del monte en el que metemos a cientos de inmigrantes sin reforzar la seguridad. Esto nadie lo duda, pero de ahí a sacarse una resolución de la manga en la que las libertades se coartan de forma grave va algo más que un paso. Don José, el delegado, quiso solucionar el problema de un plumazo. Lo hizo dictando una resolución, avalada por no sé qué asesores, y buscando reminiscencias dictatoriales para dar alas a una fuerza de seguridad demasiado manipulable, hasta el punto de recordarme a cierta policía política. Y eso no gusta.
Así se dio lugar a un juicio político, con una población irritada, que estaba hasta ya saben dónde de los cameruneses, de sus cartones y de sus borracheras y amenazas. La resolución anuló de un plumazo un derecho constitucional para quitarse, de esta forma, un problema que no se había asumido por incapacidad, porque el toro pilló a más de uno y se lo llevó por delante. Los nervios dan lugar a resoluciones fallidas que al final un poder judicial independiente las tumba.
Mientras políticos, jueces y periodistas hemos estado lidiando con este asunto, los cameruneses se han ido desmembrando y ya ni el general se encuenta en el CETI. De aquellos díscolos subsaharianos con artes militares quedan unos pocos y de aquellas convulsiones sólo persisten los recuerdos. Me quedo con la exposición magistral que Isabel Valriberas hizo en la vista judicial celebrada en la Audiencia, con la que supo plasmar a la perfección la errática actuación de un delegado que no supo afronter un sarpullido migratorio como debía y echó mano de lo fácil secundado por una Policía Nacional que se prestó a vaticinar la violencia moral de unos ciudadanos. Menos mal que la justicia, todavía, nos hace recordar que funciona.

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