Un domingo de Carnaval nefasto. Me acabo de enterar de la triste noticia del fallecimiento de Pepe Querol, mi compañero y amigo del alma. Han sido muchos años compartiendo tus inquietudes y, sobre todo, aprendiendo de tu amor por nuestra tierra. He conocido a muchos ceutíes amantes de su pueblo, pero ninguno como tú.
Tuve la suerte de conocer a Pepe desde muy pequeño, ya que mi padre tenía la panadería en el mismo edificio en el que vivía con su familia. Jugué con sus hijos Gregorio y Juan Carlos, y tuve de alumno a JJ. De la familia Querol Gutiérrez sólo puedo decir cosas buenas, ya que si Pepe era un caballero excepcional, Charo, su mujer, era una señora de una bondad infinita. Basta con conocer un poco a su hija Cristina para poder hacerse una idea de cómo era Charo.
Mis primeros contactos con José Antonio fueron siendo yo un niño de pantalones cortos y él un reconocido profesor de Inglés, además de su trabajo en el banco. Le recuerdo en aquella época como un auténtico gentleman, con un porte tan británico que en algún momento llegué a pensar que lo era. Por aquellos años era uno de los personajes más modernos de los que se movían por mi querida calle Velarde. Me parece estar viéndolo con su moto, una de gran cilindrada de las pocas que circulaban por Ceuta en aquellos años. No sé si antes o después también le vi en varias ocasiones conduciendo un coche americano. Yo le admiraba también porque era un padrazo y un liberal en tiempos difíciles.
Pasaron los años y empecé mi andadura política de su mano y de la mano de Jose Luis Grimaldi. Dos personas de las que aprendí mucho y a los que siempre agradeceré los buenos consejos que siempre me dieron, que sin duda me permitieron poder trabajar para la sociedad poniendo siempre por delante a la persona.
Sin embargo, fue en Ceuta Unida (CEU) donde tuve una mayor relación de cercanía y de trabajo con un Querol pletórico de fuerza y de entrega a una causa, que con el devenir del tiempo ha sido crucial para nuestra ciudad: la Autonomía de Ceuta.
Fueron muchas las personas que tuvimos la ocasión de trabajar por conseguir que no nos quedáramos aislados, pero sin lugar a dudas fue Pepe Querol el que más dedicación tuvo para poder alcanzar el objetivo de un Estatuto, que no era lo que en principio queríamos, pero que al menos nos ha permitido poder equipararnos al resto de ciudades españolas.
Fueron muchas las horas las que el Quijote Querol dedicó a su lucha. Son muchas las vivencias que podría contar, desde los viajes en coche por Marruecos hasta Melilla para contagiar a nuestros hermanos melillenses, con algunas anécdotas que nunca podremos olvidar, hasta las muchas noches en vela en aquel campamento improvisado de la Plaza de los Reyes, pasando por el encierro en el Ayuntamiento para protestar por los bloqueos del puerto de Algeciras que nos dejaban completamente aislados.
Después, tuvimos la suerte de que nuestro pueblo nos dio la posibilidad de gobernar durante casi 5 años, en los que nos entregamos en cuerpo y alma a mejorar los servicios de la ciudad y sus infraestructuras, sin escatimar un gramo a esa dedicación de 24 horas al día y siete días a la semana. En este momento también un recuerdo muy especial para nuestro compañero Juan Carlos García Bernardo, también fallecido, que compartió con Pepe las responsabilidades municipales.
Mención especial merecen las muchas noches en la terraza del 'Clippers', con otro amigo recientemente desaparecido, por aquellas fechas director de El Faro, Juanjo Medina, con Rafael Montero y nuestras familias. Aquellas noches me traen recuerdos también imborrables, ya que solían representar el final de muchos días de estrés, y que significaban un breve y agradable alto en el trabajo.
Se nos ha ido un auténtico señor de la política, un ceutí por encima de todo, buen padre, gran compañero y mejor amigo. Gracias querido Pepe por todo lo que me has enseñado en los años que vivimos tan intensamente. Gracias por tu confianza y tu espíritu liberal. Gracias por haberme permitido compartir contigo algunos de los momentos más importantes de mi vida. De ti y de Rafael tuve la oportunidad de aprender muchas cosas, pero sobre todo, a reforzar cada día mi amor por nuestro pueblo, que estando a vuestro lado era muy fácil poder contagiarse de esa locura. Gracias por abrirme la puerta de tu casa y darme la posibilidad de conocer y disfrutar de tu familia. En definitiva, muchas gracias por tu amistad y por ser siempre un buen ejemplo para mí. Nunca te olvidaré.
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