El próximo 20 de septiembre, celebra La Legión, sus actos fundacionales, muy cerca de Ceuta, pero pasada la frontera con Marruecos se pueden ver unas edificaciones españolas, derruidas que hasta la independencia de Marruecos (1956), fue el acuartelamiento de la Legión, Dar Riffien, en torno a 1958 se abandonó definitivamente los edificios.
En Dar Riffien, existían amplios dormitorios con literas, comedores con mesas de mármol, aulas con escuelas y academias, residencias y comedor de oficiales y suboficiales, y por supuesto un mesón de tropa. El patio de armas contaba con tribunas, y el cuartel disponía de alumbrado eléctrico, agua corriente, biblioteca, sala con billares y mesas para juegos, duchas, letrinas, lavanderías mecánicas, pista de aplicación, polideportivos, almacén de armamento, de prendas,… Fuera del recinto estaba el pequeño poblado civil con variedad de tiendas, la granja del Tercio y a 100 m. se encontraba la playa y la estación del ferrocarril que iba a Ceuta y a Tetuán.
A escasos 5 kilómetros de Ceuta, tras pasar la frontera con Marruecos, en una colina que domina una magnífica playa colindante nos encontramos con unas construcciones en ruinas que nos dan una idea de lo que fue aquello. Muchos al pasar por este lugar se pregunten por el origen de aquellas edificaciones de estilo español.
Hoy casi un siglo después de su construcción al pasear por sus escombros, con restos de edificios totalmente desbalijados, nos hacemos una idea de lo que pudo ser aquel recinto.
No se tiene la certeza del arquitecto que construyó el acuartelamiento, o si fueron varios los que llevaron a cabo su fisonomía. Pero según un estudio del historiador Antonio Bravo este sitúa al constructor Federico Martín de la Escalera en la construcción de un edificio en 1927. Este destacado arquitecto fue autor dentro de este ámbito norteafricano. Ovetense de nacimiento recaló en Ceuta en 1915, iniciando ese año una intensa carrera profesional y militar en la zona del Protectorado. Rápidamente fue destinado a Tetuán, encargándose del cuartel de la Alcazaba, el de infantería de R’Caina y el cuartel Ersini. También participó, según el historiador Antonio Bravo en la construcción del lazareto de Dar Murcia o el cuartel de Samnia Ramel y Hospital Militar y el cuartel de caballería de Babel Mader, todos en Tetuán. El arquitecto Martín de la Escalera se especializó en las construcciones en hormigón armado, siendo distinguido frecuentemente por la aplicación de nuevos sistemas de construcción, como los que aplicó en el puente sobre el rio Xechort.
Sin embargo esta dilatada obra profesional militar en el Protectorado se cortó en 1927, cuando fue destinado a Mahón. Pero debido a los numerosos lazos profesionales y personales que le unían a la zona norteafricana decidió pasar a la reserva. Durante tres años realizó algunos trabajos en el ámbito privado en Ceuta, del que destacaríamos una casa de dos plantas de aire regionalista.
Según algunas publicaciones sobre todo la Revista África, nos muestra que tenía de todo, era un pueblo en pequeño, tras cuatro décadas en aquella zona la Legión abandonó en febrero de 1961 su querido cuartel. Replegándose el Tercio “Duque de Alba” a Ceuta.
El cuartel disponía de alumbrado eléctrico, agua corriente y de un amplio patio de armas con tribunas. Para el recreo de los soldados, unas amplias salas con billares y mesas para juegos, duchas, letrinas, lavanderías mecánicas, pista de aplicación, polideportivos, almacén de armamento y de prendas. También amplios dormitorios con literas, comedores con mesas de mármol, aulas con escuelas y academias, bibliotecas, residencias y comedor de Oficiales y Suboficiales, y por supuesto un mesón de tropa.
Frente al acuartelamiento una hermosa playa de arena rubia con una modesta estación para el ferrocarril que pasa hacia Ceuta o Tetuán. Al otro lado un pequeño poblado civil con gran variedad de tiendas y la granja del Tercio.
Desde 1920 en Riffien
Desde que el Rey Alfonso XIII dispuso la orden de 20 de enero de 1920, para la creación del Tercio de Extranjeros, la construcción de un gran acuartelamiento era una pieza vital para la subsistencia del nuevo cuerpo. En primer lugar se fijó el cuartel del Rey en Ceuta, ubicado en el paseo de Colon como lugar de alistamiento. La primera jura de bandera tuvo lugar en la zona del Tarajal, después pasaron a un antiguo fuerte construido durante la Guerra de África 1859-60, la posición “A”, hoy cuartel de García Aldave, y ya definitivamente en octubre de 1920 se trasladan a Dar Riffien. Creándose el 1 de mayo de 1925 la VII Bandera en el citado campamento de Dar Riffien.
Quien pasea por esas edificaciones de Dar Riffien, comprende lo que fue aquello, pero actualmente todo esta derruido, y seriamente dañados los edificios, las escaleras apenas se sostienen, ladeadas como un acordeón en el que aún se mantienen las piedras que las dejaron inhabitables. En el suelo todo son cascotes, polvo y restos de vida congelada tras muchas décadas.
El paisaje con las grandes edificaciones han sido sustituido por un montón de escombros que componen ahora lo que era un acuartelamiento modelo. Para recorrer las edificaciones seria necesario entrar con casco por riesgo de desprendimientos, aunque realmente poco queda por venirse abajo. Un paseo por Dar Riffien permite disfrutar de los silencios de la historia.
Entre las muchas historias que albergan las piedras de aquel cuartel está sin duda la visita que el 5 de octubre de 1927, realizó los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Los diarios locales La Opinión y la Voz de África destacaron aquel acontecimiento… “En Ceuta se nota una animación inusual. La ciudad amaneció con otro color. Todos los ciudadanos se disponen para recibir a los reyes., no se puede dar un paso, las calles están abarrotadas, los balcones de los edificios públicos engalanados con banderas nacionales”.
La carrera oficial estaba cubierta por las diferentes guarniciones de la ciudad. Desde el muelle de la Puntilla hasta la bifurcación del Llano de las Damas. Aquí se alzaba una tribuna adornadas por el Ayuntamiento, desde donde los reyes presenciaran un desfile.
Desde primeras horas de la mañana, se encontraban abarrotadas de público expectante por ver sus soberanos. A las once en punto enfilaron la entrada al puerto el buque Vicente Puchol seguido del Miguel Primo de Rivera, que desde Algeciras partieron junto al Jaime I donde vienen los reyes.
En el momento de observarse los barcos entrando por la bocana tres escuadrillas de aviones e hidroaviones sobrevolaron el cielo. El muelle presentaba un aspecto deslumbrante. Una alfombre roja y varias plantas dan un sello de distinción al lugar, un zaguanete (guardia especial y personal del Reye) espera para hacer los honores correspondientes.
En el muelle de Poniente están las autoridades, los generales Federico Berenguer, el obispo de Cádiz y Gallipolis, el presidente de la junta municipal José García Benítez, el secretario de la corporación Alfredo Meca o los concejales Illana, Ruiz Medina, Bielsa y Martínez Tonda, así como el juez de instrucción Joaquín Dominguez entre otros.
A las once y veinte minutos, llegaba el general Sanjurjo, pocos minutos más tarde el presidente del consejo de ministros, el Ministro de la Guerra y los agregados militares de Francia, Italia y Estados Unidos. Cuando entró en el puerto el acorazado Alfonso XIII, lanzó unas salvas a la ciudad, contestando las baterías del monte Hacho y el crucero Princesa de Asturias. Seguidamente apareció el acorazado Jaime I con los reyes, siendo saludada su presencia por nuevas salvas de las baterías del Hacho.
En el mismo instante sobrevolaron nuevamente tres escuadrillas de avionetas, y vuelven a resonar las sirenas de los barcos fondeados. El acorazado fondeo en la bahía embarcando en una pequeña lancha los reyes para acercarlos al muelle. El presidente de la junta municipal García Benítez fue el primero en cumplimentarlo.
Alfonso XIII pasó revista a las tropas que les rindieron honores, montando a continuación en un automóvil descapotado seguidos de un escuadra del regimiento de Caballería nº 14, a caballo le acompañaba Sanjurjo y al estribo izquierdo comandante general Gómez Morato. Llegaron a la tribuna que se había instalado en el llano de las Damas, seguidamente las tropas desfilaron, tras su finalización se marcharon hacia el acuartelamiento de Dar Riffien.
Aquella visita de los reyes a Riffien, en octubre de 1927, tenía una gran carga política, donde Victoria Eugenia entregaría a la Legión una bandera. Según nos cuentan las crónicas de la prensa local desde muy temprano la casa solariega de los caballeros legionarios se encontraba luciendo sus mejores galas. Se habían levantado artísticos arcos en todo el recorrido desde Ceuta a la vecina ciudad del Protectorado Castillejos donde está ubicado el cuartel, con las leyendas “Viva los reyes” y “La Legión con sus reyes”.
Tras un desfile de las tropas legionarias, la reina descendió de la tribuna acompañada del ministro de Marina, almirante Cornejo, y del ministro de la Guerra, del jefe del cuerpo militar del rey y el coronel del tercio Sanz de Larín. Tras un silencio impresionante la reina hizo entrega de la bandera al tercio, en este preciso momento sobrevolaron el acuartelamiento 21 aeroplanos.
Se cuenta que la bandera fue bordada por la propia Reina y las damas de su corte, en ella se pueden ver el escudo de España con la cruz o aspa de Borgoña acolada, rodeando el escudo la inscripción “legionarios a luchar, legionarios a morir”. En los ángulos superiores el anagrama real orlado con espigas de oro y en los ángulos inferiores las dos medallas militares conquistadas hasta entonces, y en la moharra, las dos corbatas de estas medallas y la cruz de Guerra francesa, y en el reverso sobre fondo rojo el emblema de la Legión.
Tomando la palabra la Reina… “La bandera que recibís, lleva ya en cada una de las puntadas de sus bordados una gota de sangre heroica que los hombres a quienes se destina ofrecieron como anticipo a la gloria con que llegó a vuestras manos, y al referirme a los hombres a quienes esta bandera pertenece, no lo hago solo a vosotros, sino a todos los que desde la creación del glorioso Tercio, rindieron su vida y sus esfuerzos al servicio de España, y que faltos de estandarte real, vieron imaginativamente en este que hoy os entrego el guión de su honor y de sus proezas, comprendo y recojo la emoción con qué vais a recibir la enseña de la patria que añorabais como la mejor recompensa a vuestros servicios, porque mi corazón palpita y mis manos tiemblan al desprenderse de ella, aun conociendo lo muy fuertes y nobles que son los que la reciben, que nobleza redentora engendró y engendrará siempre la ofrenda de la vida a los altos ideales de humanidad, patria y civilización por los que venían luchando, guiados por el nombre evocador y glorioso de España”.
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