El pasado 31 de agosto, los isleros de Santa Catalina fueron el escenario de una tragedia. El naufragio de una embarcación terminó con la vida de Gabin, un subsahariano que quedó atrapado en las corrientes que históricamente han convertido los isleros en un punto criminal. En ese momento se estaba celebrando un Pleno en la Asamblea. La decisión adoptada por la clase política fue la de suspenderlo. Se quería mostrar de esta forma una implicación común por lo ocurrido. Fue, de hecho, un gesto significativo.
Ayer, prácticamente a la misma hora en la que Gabin fallecía, se produjo otro naufragio justo en el mismo punto: en los isleros. Moría otro varón, atrapado en la misma suerte de remolinos, en la misma encrucijada mortal. Muy cerca de los isleros, en donde se estaba rescatando el cadáver, en donde se atendía a los supervivientes, el presidente de la Ciudad y el delegado del Gobierno acudían a la ‘inauguración’ de la residencia Gerón, apurando las últimas horas para proceder a actos de este tipo antes de que lo prohíba el inicio de la campaña electoral.
Ambos, presidente y delegado, sabían que había muerto una persona. Ambos conocían del naufragio. Pero ambos continuaron con su acto político de inaguración de algo que lleva funcionando meses. Y lo hicieron a pocos metros del escenario de la tragedia, en la subida a San Antonio. ¿Qué diferencia el naufragio de agosto del de ayer? Nada. ¿Qué diferencia la muerte de uno u otro subsahariano? Nada. ¿Por qué no se actuó de la misma forma? Yo tengo una respuesta que será tildada de tremendista por los pelotas de turno. Ciertamente me da igual. No se actuó de la misma forma porque hay demasiada gente que en este pueblo se mueve únicamente por la fachada, por los gestos de cara a la galería. Suspender un pleno quedaba bien, ¿por qué no una ‘inauguración’ apurada al límite por la ley electoral?
Allá cada uno con su conciencia y con la forma en que aborda estos asuntos, trata estos temas y actúa de acuerdo a esas convicciones que tienen tan escaso poso moral que a mí, particularmente, me asustan. Actos públicos, homenajes, fotos en las redes sociales, manifestaciones... ¿por unos sí y por otros no?, ¿a qué estamos jugando? Cada uno que se responda solito.