Activistas en particular y oenegés que trabajan en Marruecos han denunciado la puesta en marcha de una auténtica “guerra” contra los subsaharianos que están asentados en los límites fronterizos con Ceuta y Melilla. A las “persecuciones” hacia grupos que permanecen asentados en determinadas zonas se suma la “destrucción” de estos asentamientos que son literalmente quemados.
“Siguen con la persecución y represión contra migrantes en movimiento por las diferentes zonas de la ruta marroquí”, advierten en declaraciones a este periódico. Lo han hecho en Nador pero también ha pasado en Oujda, Berkane, Tánger y Casablanca. “Es la guerra contra los migrantes subsaharianos”, añaden. Y es que el blindaje encomendado y financiado a Marruecos para evitar cualquier tipo de aproximación al vallado tiene estas consecuencias directas de las que no se informa, consecuencias sobre las personas a las que se detiene o se les quema los campamentos para forzar que abandonen el lugar. Entre esas personas hay varones, mujeres y niños de corta edad, que son desalojados. Las políticas anti-fronteras se basan en evitar cualquier cercanía a las vallas de Ceuta y de Melilla, lo que lleva a que
en entradas como la del 30 de agosto los subsaharianos lleguen con solo horas de antelación en vehículos que los acercan a las inmediaciones fronterizas.
Las oenegés han denunciado estas escenas porque son atentatorias contra los derechos humanos y las visibilizan para llamar la atención de organismos europeos que callan.
En Agadir, recientemente, los subsaharianos fueron atacados cuando se encontraban en sus casas en el transcurso de una redada de las fuerzas auxiliares. “La persecución y las detenciones fuera de la ley de migrantes se generaliza en Marruecos”, explica la Asociación de Derechos Humanos de Nador. Las prácticas continúan en todos estos puntos fronterizos sin solución de cambio para los afectados.