Da un poco de repelús acordarse de los mitos del cine cuando éstos fallecen. Se suele hacer con la mejor de las intenciones a modo de merecido homenaje, y como suele ser tónica habitual e inexorable ley de vida, la edad no perdona y no puede uno mirar hacia otras gotas de actualidad de aquellos que llevan tiempo en una dorada jubilación a la vez que sumergidos en la crueldad del olvido. Por fortuna no es el caso del gran Robert Redford, ecologista convencido, mecenas de varias causas solidarias y activo en el plano profesional (hace no demasiado, en 2013, pudimos disfrutar de su soberbia y exigente interpretación del navegante en apuros de la cinta Cuando todo está perdido, papel que debió de ser como mínimo nominado al Oscar, injusticias de estas cosas). El pasado día 18 de agosto cumplió nada menos que ocho décadas entre nosotros y da gusto acordarse en plan bien, como yo digo, de alguien que se muestra tan vital y saludable, simplemente por el mero y feliz hecho de felicitarle por su cumpleaños. Que sean muchos más.
El actor de la cautivadora mirada entrecerrada nació en California en el periodo de transición entre la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial y ni él ni sus circunstancias cuando era niño podían dar pista alguna de la inesperada vida que acabaría teniendo. Icono del cine y eterno galán, comparte además de estas dos características la de la discreción con el que fuera su gran amigo Paul Newman. Junto al desaparecido Newman hizo Redford una de las mejores pareja del cine en toda su historia, enlazando en apenas cuatro años nada menos que Dos hombres y un destino y El golpe, títulos imprescindibles para cualquiera que…, bueno, sencillamente para cualquiera.
Posee el veterano actor, productor y realizador precisamente en esta última faceta su único Oscar por un trabajo concreto, en este caso Gente corriente, cinta que también le sirvió para hacerse con un Globo de Oro. En 2001 se le concedió un segundo y merecido Oscar a la trayectoria profesional que diecisiete años después sigue viento en popa con algunos estrenos pendientes. Es sin embargo la creación de Sundance (referencia a su personaje en Dos hombres y un destino, Sundance Kid) el mejor festival de cine independiente del mundo, la que le reporta sus mayores momentos de satisfacción.
Aparte de las aclamadas películas ya citadas, Redford escribió su leyenda brillando en una nutridísima y lustrosa lista de producciones como Jauría humana, Tal como éramos, El gran Gatsby, Todos los hombres del presidente, Memorias de África, El río de la vida, o Quiz Show: el dilema. Con todo, su espíritu inquieto (ya nos hemos referido a su actividad profesional), le insta a no caer en peligrosas y febriles ínfulas de estrellato pasados para convertirse, por ejemplo, en el elegante villano de lujo del Capitán América para la todopoderosa Marvel. Renovarse o morir. Ni que decir tiene cual es la opción de mr. Redford. Muchas felicidades, está usted a sus 80 añitos como siempre, estupendo.
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