Como excusa para introducir a los robots, verdaderos objetivos de los focos de esta película, partimos de un futuro cercano en el que precisamente los robots son lo único diferente a nuestros días. En dicho escenario, el boxeo ha dejado de ser cosa de humanos porque el público “quería más sangre y violencia”, fíjense que “tontá” más gorda (si me dijeran que era en pro del espectáculo, que se trataba de una derivación más hacia la pirotecnia que al deporte, todavía, pero lo de buscar más sangre…); así las cosas, robóticos son los argumentos de púgiles que ahora ya no se enfundan guantes, sino que se colocan junto al ring, mando a distancia en mano, para jugar con su megajuguete a control remoto.
Hugh Jackman, acostumbrado a lidiar con cine-ficción al ser el que pone patilludo rostro a Lobezno en la saga X-Men, es el que aporta el gancho no precisamente de derecha o izquierda en la cinta, interpretando de manera que trascenderá tan poco como el resto del proyecto a Charlie, nombre innovador donde los haya para un canalla simpático, ex boxeador y desastre de persona. En el transcurso de los acontecimientos se topará con la ¡oh, sorpresa! de tener a su cargo un hijo de once años del que estaba separado y al que nunca le prestó atención. Para engrosar la lista de originalísimas estupideces, el chico le sale listo, con talento para ensamblar piezas mecánicas (ahí es nada) y con personalidad, lo que les unirá para desarrollar su afición común, los combates de robots. Todo servido para que la producción se luzca y demuestre que ha invertido su presupuesto en efectos digitales y lo ha hecho con un resultado bastante bueno, eso hay que reconocerlo.
La mezcolanza de acción, ciencia-ficción y sensiblería de todo a un euro casa muy mal, y Shawn Levy (títulos como La Pantera Rosa 1 y 2, Noche en el museo 1 y 2, Un rockero de pelotas, Algo pasa en Las Vegas o Noche loca “encumbran” su exquisita filmografía) enfoca todo interés en bastante espectaculares tortas infográficas de metal “made in USA”. Visualmente poderosa, no podía ser menos, la propuesta cuenta con algún instante potable y divertido (siempre arrancando su fortaleza desde el terreno de lo estético) como el de los bailes del niño y el robot por imitación.
No se trata de una cinta de boxeo, tampoco de una de acción, ni del todo de una de ciencia-ficción, pero lo que sí tiene es moralina inverosímil para conectar con niños atolondrados que se dejen arrastrar al cine esperando ver algo parecido a Transformers. Feliz Navidad nos desean desde lo más castizo y profundo de la América Hollywoodiense…
Puntuación: 3
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