Colaboraciones

Acercándose a comprender la Política

Para llegar al concepto de ser humano hemos admitido peculiaridades que claramente diferencian al hombre del animal, y entre ellas y como sobresalientes la del lenguaje como “animal que habla”; la de la racionalidad como “animal racional”, y derivada de su condición gregaria la de “animal político”, explicada ésta como singularidad necesaria para la relación grupal que afirme la supervivencia y su evolución.
No les sería tampoco un camino de rosas a las comunidades remotas adquirir como atributo esa “competencia política”, pero sí alguna facilidad una vez asimiladas y adquiridas las del lenguaje y la capacidad para pensar. A partir de ahí ya se dispuso de esos dos recursos como asideros para avances posteriores: el entenderse y el pensar para poder plantearse cada nueva situación de la manera más conveniente.
Con la sedentarización, ya en el Neolítico, los individuos se agrupan y conviven en espacios comunes donde las relaciones se hacen más estrechas. Y donde se comparte la necesidad se comparte también el modo de satisfacerla.
Es seguro que en este ámbito ya se evidencian las primeras competencias: las habilidades personales y derivado de ellas los compromisos de colaboración, y enseguida, el planteamiento embrionario de los derechos y deberes, es decir, cierta acción “política” como necesidad moderadora en las relaciones….
Pero podemos ahondar un poco más en el origen de las relaciones políticas. Hay un paso previo a la relación consciente con “el Otro”, y es, antes que eso, el reconocimiento de sí mismo. Al principio, en la primera infancia, cuando aún no se tiene suficiente conciencia, los sentidos se desarrollan por separado, no están coordinados, no hay aún un cerebro estructurado con esa función de control; las sensaciones no son remitidas a un “Yo” consolidado que las interprete y las asimile como destinatario. Para eso es necesario que el bebé se identifique a sí mismo como sujeto, y eso no ocurre hasta que el pequeño se observa completo; hasta ese momento sólo ha observado la realidad de su alrededor y partes de su propio cuerpo; no conoce su rostro, nunca se ha visto entero, articulado y completo, y no lo consigue hasta que se enfrenta a un espejo, y aunque esto se repita con frecuencia, no es aproximadamente hasta después de los dos años que el niño deja de observarse como un objeto cualquiera y se reconoce y se siente como sujeto. Es por eso que de lo acontecido hasta entonces no se conserve el recuerdo. En el instante de ver su imagen la expresión es de sorpresa, primero, y después una inmensa alegría le invade ante semejante hallazgo…..¡espectacular descubrimiento!
Ahora se siente y se reconoce “Sujeto”, al menos de hecho; ha conseguido plena apropiación de su imagen, ya posee un “Yo” privado, único, intransferible…..es su primera propiedad, está contentísimo y desea repetir cuanto antes la experiencia; necesita la conformidad de su propiedad en la que ya gobierna, que ya la dirige a voluntad. Son las primeros síntomas de ser humano; el reconocimiento propio…..el amor obligado a sí mismo, el llamado amor propio….el “Ego”. Es el ego una parte de la mente entre el consciente y el inconsciente de la personalidad que sirve de mediador entre los impulsos del instinto y los ideales de las normas morales….es como nos representamos a la realidad; es una apariencia, un constructo, expresión de la biología que nos subyace en millones de “cuerpecillos” que nos componen, un universo invisible e infinito de seres vivos(células) en su demanda irrefrenable e incesante de vitalidad, que en un alarde de sinergia componen al ser vivo y cuya única finalidad es la supervivencia.
Ya se ha producido la conexión efectiva mente cuerpo; ya el niño-sujeto ha comprobado por primera vez, aunque aún no pueda ser totalmente consciente de ello, el más elemental principio del método inductivo (la ley universal de causa- efecto); ya le es evidente, y encantado practica el poder de su voluntad y de su libertad….se mueve cuando quiere y comprueba que lo hace. Aunque al principio se queda perplejo, esa perplejidad desaparece cuando se relaciona con otros niños, y desde ahí es como aparece la conciencia del “Otro”, del semejante, pero diferente; efecto que reafirma su identidad; ya admite la diversidad que es el primer paso para la relación.
El riesgo para el pequeño o la pequeña, es que esa otredad no le sea bien explicada y se oriente como algo negativo y se una a aspectos tales como la xenofobia, el racismo, la homofobia o incluso la misoginia.
El origen de la política como norma de relación útil para la convivencia debe surgir de la necesidad del reconocimiento del “Otro” como individuo diferente pero que forma parte de la comunidad propia, es decir, entender que la alteridad no excluya la convivencia.
Al principio de los tiempos no existían las Ciencias Políticas, sólo la filosofía, y en esa línea deberíamos asomarnos al remoto pasado e imaginar cómo de diferente era la imagen del “Otro” en la época de las creencias antropomórficas cuando los dioses podían adoptar el aspecto humano y comportarse como personas. En esa época no se sabía si el viajero que se acercaba era un dios, un diablo o un hombre; pues ante esa inseguridad, ante esa intriga, ante tal desconfianza, forzosamente, se fraguó la cultura de la hospitalidad.
Se cambia el concepto de filosofía política (el cómo debiera ser) por el de Ciencia Política (el cómo es, cómo conviene que sea). Se cercaron las ciudades, se amurallaron los países (China, las polis griegas, el Imperio Romano), expresión de la desigualdad más manifiesta: aislamiento del extraño; se prohíbe el mestizaje, al extranjero se le captura y se le esclaviza; y con este gesto aparece entre las ciencias políticas, la Política Económica.
Unos siglos después la astucia hace su trabajo; ya no hubo filosofía política, sino pura política económica y comercial: A partir del siglo XVI, y durante el XVII, el XVIII y el XIX se emprende la política colonialista; al extraño, al ausente, aunque lejano y ajeno hubo que invadirlo para “evitar” que fuese diferente…..hay que “homogeneizarlo”, hay que “europeizarlo”, y se hizo a través de la Cruz colonizándole hasta la imaginación, aparentando una filosofía de salvación (la de la Fe Cristiana). Es lo más vergonzoso porque se empleó la Cruz para enmascarar a la más cruel política económica conocida: el colonialismo más perverso, más esclavizante y explotador; la expoliación más absoluta; el abuso amparado por una falsa moral.
Ahora, en el siglo XXI, ya estamos seguros de que no son ni dioses ni diablos sino hombres que desencantados con la herencia que les dejamos llegan y llaman a nuestra puerta, desesperados, mendingando un trozo de pan. ¿Y somos tan “humanos”……tan “políticos”, que de nuevo nos amurallamos….?
¡¡ Qué poca vergüenza la nuestra !! (la de antes, y la de ahora). Sobre todo la de ahora….
Habría que pensar si no se equivocó Aristóteles cuando afirmó que el animal se transformó en humano cuando supo convertirse en político……

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