Según Sócrates "las leyes no pueden ser justas o injustas, sino sólo preceptos normativos. La intermediación entre el hombre y la Ley es “la interpretación”, este es el punto clave de todo sistema jurídico. Así que lo que ha fallado no son las leyes -dice- sino los hombres y su forma de interpretar las leyes.
Kant propone la idea de una acción buena en sí "como necesaria en una voluntad conforme de suyo a la razón". Esta idea supone que hay una razón pura práctica cuyo criterio de enjuiciamiento de las acciones es la universalidad, es decir, el imperativo categórico.
Rawls sugiere que imaginemos que nos encontramos detrás de un velo de ignorancia que nos impide saber quiénes somos e identificarnos con nuestras circunstancias personales. Al ser ignorantes de esta manera, podemos considerar de manera más objetiva cómo deberían funcionar las sociedades
Las leyes se obedecen y se acatan, pero la discrepancia es un arma de la libertad en un Estado democrático.
Es cierto que toda sentencia va avalada de razones, hechos, datos e interpretaciones; no estar de acuerdo con la decisión o la interpretación es harina de otro costal.
Si apelamos a los datos objetivos, a los hechos y a las circunstancias, deberemos ser oídos y respetados, pero eso no implicará convencer al responsable del que toma la decisión.
La principal diferencia entre obedecer y acatar es:
Obedecer: “Respetar la voluntad de alguien en especial de la autoridad. Acatar: “Someterse a una autoridad jerárquica”.
En muchas ocasiones tenemos reparos en discrepar pues ello implica manifestar otro punto de vista del que está sometido a cumplir una decisión, pero como profesores debemos trasmitir esa posibilidad que debe estar blindada por la garantía de compartir con la autoridad las bases del respeto mutuo aunque no lleguemos a convencernos unos y otros; para ello está la jerarquía que debe interpretar la norma, no la norma en sí mismo.
Hay normas que se ejecutan "a criterio del tribunal" y es en ese criterio podrán vencer nuestro punto de vista, pero no convencernos.
Animar a los alumnos a acatar, obedecer...pero también a discrepar es invitarlos a que sean ellos mismos defendiendo y razonando sus puntos de vista. El temor, el miedo, la presión del que "tiene la sartén por el mango" debe ser erradicada.
Si nos empeñamos en hacer cambiar una decisión utilizando la lógica, los datos, los argumentos y los beneficios podemos lograr el efecto contrario, que el que ordena se sienta más fuerte en su posición, realmente débil, para no claudicar y mostrar su "autoridad" en el cargo. Enrocarse no lo hará más fuerte sino que debilitará su posicionamiento.
Los vencidos serán los vencedores y los vencedores los vencidos.
Lo que sigo sin entender es es ese miedo a opinar expresarlo en voz alta. Y más en ambientes educativos en el que los profesores debemos dar ejemplo a los alumnos para hacerlos ciudadanos y no súbditos.