En la tarde del viernes hubo una nueva etapa de ataques a los barcos que están atracados en nuestro puerto ceutí.
Quedando en entredicho la seguridad que existe en estos lugares de nuestra querida ‘Perla del Mediterráneo’.
Llegan los días buenos y la verdad se apetece darse un buen chapuzón en el agua.
Ya la temperatura va amoldándose a nuestros 36 grados y medio corporales. Invita como ya he dicho a remojarse.
Lo curioso del dato fue la cantidad de personas que fueron rescatadas del mar. Un total de nueve individuos de las nacionalidades argelinos y marroquíes.
Es sabido que cuando la necesidad aprieta pues el ingenio se va desarrollando.
Pero los inconvenientes son los recursos que se tienen que poner en práctica para coger a estos buenos nadadores.
Pero siempre queda el resquicio de que alguno pueda desfallecer en el intento de colarse por los elementos ya reseñados en anteriores artículos. Por eso hay que desplegar a los componentes del servicio marítimo de turno, más los guardias civiles que haya de servicio en el día de suerte.
Son muchos medios y a la vez gastos que se debe de poner en este servicio. Todo por ser prevenidos ante cualquier eventualidad.
Me encontraba en las proximidades de la Casa del Mar que está en el puerto de Ceuta cuando vi salir a un grupo de individuos, que casi todos iban ataviados con traje de neopreno.
Cada uno de ellos llevaba unos cortes bien profundos en todos los rincones del mismo. Pero dos de ellos uno iba con un chándal azul, y otro con una camiseta con los brazos al descubierto y un pantalón de chándal azul. Este último con un chubasquero de color azul oscuro completamente empapado de agua que iba agitando continuamente para intentar secarlo.
Les invité a que me siguieran y uno de ellos, el más mayor, me respondió en un perfecto castellano: "No se preocupe. Tenemos hambre y estamos dispuestos a aceptar la invitación". Los lleve al lugar, antes indicado de la Casa del Mar, y al observar que estaban llenos de agua les dije que se quedaran fuera que les iba a traer un bocata de tortilla y un refresco.
Me esperaron unos minutos, el tiempo de preparar ambos bocatas. Y en las puertas de la Casa del Mar donde entran los pasajeros que pernoctan allí, pues allí nos quedamos ya que hay una buena sombrita a las tres de la tarde.
Y fue cuando me dijo: "Yo aunque me veas mayor tengo un espíritu joven. Tengo actualmente 62 años y mi amigo 46. Soy argelino, llevo aquí en Ceuta más de cinco años. Mi historia es bien sencilla. Tengo en Francia a dos hijas que han tenido cinco niños y aquí en España un hijo que tiene tres hijos. Tengo en total ocho nietos que no conozco. Sólo los he visto por videoconferencia y por WhatsApp, tienen todos entre los diez años y los seis meses que tiene la pequeña. Usted se cree que un abuelo puede soportar esto. Me despedí de mi familia, que me queda, ya que mi mujer falleció al nacer mi última hija que tengo en Francia. Hace la friolera de 23 años. Y me fui a la aventura para intentar entrar en España. Pero creo que soy un gafe, nada me sale bien. Y aquí estoy jugándome la vida para poder conocer, ver y estrechar entre mis brazos a mis hijos y los nietos que no conozco".
Ha sido unas de las declaraciones más fuertes y tiernas que he recogido en mi larga vida.
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