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Francisco Baena Bocanegra: "Yo no creo que se pueda hacer una justicia a la carta"

Tras más de medio siglo ejerciendo como abogado penalista en los tribunales de todo el país, Francisco Baena Bocanegra rompe una lanza a favor de la justicia española y asegura que los jueces están dando ejemplo de lo que es hacer justicia en un estado democrático. Pese a que algunos puedan pensar que a su edad sólo le pone nombre a su despacho de abogados situado en Sevilla, Baena Bocanegra sigue en activo y llevando casos que despiertan, no sólo un revuelo mediático, sino una importante presión social. Frente a ésta, admite que los años dan muchas tablas y que a la hora de enfrentarse a esas situaciones, se pone al servicio de su cliente y se olvida de todo lo demás. Se siente emocionado al ver a las nuevas generaciones “empujando tan fuerte”, pero admite que la justicia no está pasando por su mejor momento, aunque aclara que no es por la falta de profesionalidad. Para que la sociedad tenga una justicia “bien servida” la fórmula que propone es muy clara: más jueces y más medios.

–Después de 50 años de carrera ha alcanzado cierto reconocimiento, ¿cómo se lleva esa fama?

–Se lleva bien y se lleva mal. Se lleva bien en tanto y en cuanto uno dice mi paso vital y profesional por la sociedad, porque en definitiva es así, no ha quedado en zonas de opacidad, sino que ha sido visible. Evidentemente como todo, hay detractores y gente que muestran su conformidad, pero eso es lógico. El derecho, nunca más que hoy, y la justicia, nunca más que hoy, ha tenido el protagonismo que tiene. En cuanto a los 50 años, yo no me creo todavía que llevo 50 años en la profesión, porque si el nivel de cansancio o de aspiraciones, siguen siendo los que tengo en este momento, tendría que decir que espero otros 50 años y eso no puede ser.

–Habla del protagonismo que ha tomado la justicia, ¿cómo se gestionan los juicios paralelos y la presión que ejercen?

–Los primeros asuntos que uno lleva, que tienen lo que hoy se llama el interés mediático, no se lleva bien la presión que uno siente. Van pasando los años y mi vida profesional se ha significado por muchos casos de interés profesional, social, incluso, de interés internacional, como fue el caso de la intoxicaciones del coto de Doñana, los trasplantes de riñón cancerosos, que despertó especial interés en los Estados Unidos... Han sido asuntos de una notoriedad superior por su aplicación fuera de nuestras fronteras.

"A uno las heridas le cicatrizan y uno nota como se va impermeabilizando de esa presión social”

También he llevado otros como el caso Arny, quién puede olvidar el caso Arny, quién puede olvidar el caso de don Baltasar Garzón, haría la lista interminable. Hay un momento en que a uno las heridas le cicatrizan y uno nota como se va impermeabilizando de esa presión social, de la crítica y procura concentrarse en el trabajo. Yo me cambio el chip y pongo el chip de lo que me pide a mí el cliente, lo justiciable, y me olvido de todo lo demás y lo hago bastante bien.

–Uno de los últimos casos que ha llevado ha sido el crimen de Almonte. ¿Qué ocurre cuando la persona que todos creen culpable sale absuelto? ¿Cómo frenar esa sed de justicia?

–Yo comprendo todas las críticas y exigencias sociales de un signo y de otro. Yo le puedo decir que hay muchas personas que han pedido una justicia condenatoria en este caso y muchas más que se han congratulado de que un jurado, con todas las peculiaridades del jurado, haya dado un veredicto absolutorio, prácticamente por unanimidad, ocho a uno. Y ese veredicto ha sido refrendado por la magistrada presidente con una sentencia, a su vez en apelación, que ha sido confirmada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Estamos pendientes ahora de la casación; ya se pronunciará el Tribunal Supremo. Yo no creo que se pueda hacer una justicia a la carta y menos a la carta de la venganza y menos a la carta del odio. Eso es inadmisible. Respetemos a los tribunales de justicia, los primeros los jurados, que hacen un esfuerzo como nadie sabe. Yo he sido y sigo siendo muy crítico de la ley del jurado, pero soy abogado y tengo que respetar los sistemas que me impone el Estado y tengo que hacer juicios en el jurado. Si algo me queda de ello es el inmenso respeto que merecen esos nueve ciudadanos para tratar de hacerlo lo mejor posible y lo digo no sólo para las sentencias absolutorias, sino también para las condenatorias, que las he tenido.

–Usted se ríe mucho del dicho que reza “si eres culpable, que te defienda Bocanegra”, pero siempre defiende la inocencia de sus patrocinados

–La verdad es que me hace mucha gracia (risas). Yo creo que el planteamiento no es correcto al decir que el abogado defensor defiende la inocencia. El abogado defensor, y hago aquí la precisión y el matiz, defiende la inocencia de su cliente mientras las acusaciones no demuestren que es culpable. Una cosa es “mi cliente es inocente”; no, termina la frase: “mi cliente es inocente mientras las acusaciones no demuestren que es culpable”. El que se sienta en el banquillo no tiene que demostrar nada, esa es la grandeza de la presunción de inocencia.

–La justicia cambia constantemente, las leyes, el proceder de los jueces y abogados Tras 50 años de carrera, ¿cómo ha visto usted estos cambios?

–Los cambios han sido profundísimos, pero sobre todo mucho más profundos desde que España se convierte definitivamente en un Estado de derecho, con la promulgación de la Constitución. Qué duda cabe que para la justicia, el artículo 24 de la Constitución, entre otros, ha sido primordial. Desde ese plano, la conquista en los derechos fundamentales y la grandeza de la presunción de inocencia. Que va a costar trabajo crear una conciencia democrática en los ciudadanos respecto de la justicia es lento. Pero tenemos unos jueces, y vamos a dejarnos de admiraciones o no, que están dando un ejemplo de lo que es hacer justicia en un estado democrático. Lo critiquen o no, pero esto es así o al menos éste es mi convencimiento. El día que yo pierda la fe en los jueces españoles, tenga la seguridad de que me voy.

–¿Cómo ve a las nuevas generaciones, ve a juristas de raza?

–Mi despacho, modestamente, ha sido formador de excelentes abogados. Mejores que yo. Yo sigo pulsando la universidad, sigo pulsando las nuevas vocaciones, por supuesto a través de mi despacho. Voy a ser sincero, la universidad española y en concreto las facultades de derecho, las que yo conozco, están haciendo una labor formativa impresionante. Yo tengo fe en que la juventud va a arrasar, técnicamente, a todo lo que somos los viejos. No he visto más ilusión de lo que veo hoy y esto para mí es muy importante. La justicia requiere de dos cosas: estudio y sentido común. La ley tiene que ser el fruto del sentido común; la justicia, la racional aplicación del sentido común. Yo, a la juventud de hoy, a los nuevos abogados, a esta gente que vienen empujando como nadie se puede imaginar, le veo ilusión y eso es muy importante.

–Es importante tener buenos profesionales, pero también tener los medios suficientes y parece que la justicia española no está pasando por el mejor momento

–No está en su mejor momento. Qué duda cabe que, a mi modesto entender, se está produciendo algo que está influyendo, que es la judicialización de la política. Hay una frase en la Corte alemana que dice “cuando la política entra en el templo, la justicia salta por las ventanas”. Yo creo que en algunos momentos actuales, los políticos tendrían que hacer una reflexión sobre esta frase.

–La falta de medios ha provocado que buenos profesionales desistan, pero usted sigue ejerciendo

–En un estado de derecho y éste lo es, la justicia es un pilar fundamental. No puede haber freno al político si no hay una justicia firme y vigorosa.

"La justicia española es una justicia lenta y sólo se puede arreglar con dos fórmulas: más jueces y más medios”

El problema que tenemos es el que tiene toda Europa, que la justicia española es una justicia lenta y eso sólo se puede arreglar con dos fórmulas, con más jueces y más medios, lo que no se puede es restar. Más jueces y más medios. Las leyes hay que ir adaptándolas al momento en el que se produce la demanda por la sociedad, no de forma caprichosa. Aquí queremos legislar todo, pero no se puede legislar a capricho. No cabe una justicia a la carta. Por lo demás, lo dijo Cicerón: “malo sería que la sociedad perdiera su fe en los jueces”. Yo no juego a eso.

–Se está viendo que la justicia le está plantando cara a esa política que no le gusta a la sociedad. En la balanza, ¿eso ha elevado a la justicia en detrimento de la política?

Yo pienso que sí. Para mí ha sido de una enorme trascendencia y ha sido revelador la huelga, el plante o como queramos llamarle, de los jueces españoles hace muy pocos días. En este país los jueces han sido enormemente autistas, se han encerrado y se han olvidado de un refrán: “niño que no llora no mama”. Los jueces españoles ahora se han acordado y están exigiendo, pero es que es una necesidad. Una sociedad necesita una justicia bien servida y para servir bien a la ciudadanía tenemos que tener jueces y tenemos que tener medios. Aquí nos conformamos con decir, le hemos puesto un ordenador a cada juez, pero cómo funcionan los programas, de eso no se acuerda nadie. Es evidente que cualquier pronunciamiento, mucho más los de las sentencias y yo doy una modesta opinión en la que no me pueden negar los años que llevo y los tribunales que llevo recorridos, sobre todo en una jurisdicción tan viva, tan intensa, como lo es la penal. Yo sinceramente lo digo, será imposible que se pueda servir a un estado con jueces carentes de medios, con jueces no formados. Lo que no podemos echar la culpa es a los jueces, no. Denme los medios y después le podremos exigir más todavía, pero nada más.

–La gente puede pensar que después de 50 años de carrera no ejerce, que sólo pone nombre a sus despacho, pero sigue en activo y parece que aún no se quiere jubilar.

–Amenazo que continuo. Yo tenía que haberme jubilado, pero no creo en eso. Una de las grandes críticas mías es cómo se desaprovechan excelentes jueces por el mero hecho de cumplir 70 años. Hay jueces españoles con 70 ó 75 años que son mentes maravillosas. En estos días está asistiendo, como todos los años de moderador, don Ignacio Sierra Ruiz de la Cuesta, presidente que fue de la Sala de lo Civil y magnifico magistrado en la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo. Qué mente, qué concepción de la justicia, qué generosidad tratando a los nuevos jueces, es increíble. Yo me niego a que la jubilación nos quite buenos jueces, me niego. Pero yo no soy el Estado, soy un modesto profesional, que eso sí, mando en mí. ¡A mí no me jubila nadie!

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