La Iglesia prefiere entregar la residencia Nazaret al más puro abandono antes que permitir que sea utilizada, tal y como se lo ha pedido el Gobierno de Ceuta, para acoger a menores marroquíes de los llegados con motivo de la crisis de mayo. No lo permite ahora ni tampoco lo permitió en 2018, cuando la institución municipal volvió a obtener el no del Obispado para poder emplear este lugar en acoger a MENA.
El panorama en este centro, que funcionó hasta 2015 para la atención a ancianos hasta la apertura de Gerón, es desolador, ni tan siquiera se mantienen en estado óptimo sus alrededores repletos de maleza ni se valora su interior, tras haber tapiado los huecos de ventanas con vistas a evitar la entrada de personas ajenas. Hace unas semanas la Conferencia Episcopal predicaba, no precisamente con el ejemplo, sobre lo que la sociedad debía hacer con los menores extranjeros, condenando la actitud del Gobierno al retornar a varios de ellos a Marruecos. La Ciudad se vio obligada a tener a menores dentro de un polideportivo como es el Santa Amelia además de abrir dos centros en Piniers, sin encontrar apoyo ni en la petición para emplear ‘Nazaret’ ni en la de disponer de alguno de los cuarteles que Defensa tiene también sin uso.
El paso del tiempo ha afectado a la instalación hasta el punto de sumirse en una degradación sin freno y sin que el Obispado haya comunicado en algún momento qué pretende hacer con esta infraestructura.
La residencia nació como parte de un proyecto benéfico asistencial que promovido por un grupo de seglares católicos ceutíes a finales de la década de los 60 del pasado siglo, quienes entregaron dicho bien a la Iglesia para darle un uso acorde a los valores de cristiandad. Entre esos valores está el de ayudar a los demás, que es el fin último que pretendió, con su petición, el Gobierno de Ceuta para acoger a un número estimado de 100 menores lo que podría evitar, por ejemplo, tener a niños como se ha tenido encerrados en unas instalaciones deportivas o en los habitáculos de Piniers en donde la masificación es clara y en donde la llegada del mal tiempo es incompatible con el bienestar que tanto se prodiga y se defiende hacia el menor, encorsetados en la manida frase de que todo se hace por su interés.
La residencia Nazaret es el más claro ejemplo de la destrucción gradual de una infraestructura a la que se deja morir en el camino.
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