El negocio de las macrosagas con presupuesto mareante y mayores beneficios taquilleros funciona de la siguiente manera: una primera parte con gancho, que salga bien, la publicidad (mucha) adecuada y un merecido boca a boca viene a enlazar con tantas secuelas como dicte la ley del exprimidor; mientras la gente se acerque al cine a ver la sucesión de entregas, sin darle demasiada importancia a arrastrar el producto, todo perfecto, hasta que finalmente en la penúltima entrega el público sale del cine indignado y jurando en arameo que no volverá, aunque haya picado hasta ahora. Ello se traslada a un bajón enorme en los beneficios de la siguiente entrega, lo cual significa el final del jugo del limón y la muerte de la susodicha saga. Una pena que las cosas acaben yéndose por la puerta de atrás, pero ya se sabe lo que prima.
He comenzado de manera capciosa mi comentario sobre la innecesaria cuarta parte de Piratas del Caribe porque hace ya un par de películas (siendo generosos, ya que se podía haber quedado todo en una refrescante y divertida primera parte) que se debería haber echado el cierre con dignidad, y no arrastrar a Rob Marshall (Chicago, Memorias de una geisha, Nine), que hace lo que puede sin éxito por reflotar el navío, a Hans Zimmer, que elabora una banda sonora que resulta grandilocuente para lo que se observa en la pantalla, o a un reparto a golpe de talonario encabezado de nuevo por un deliciosamente sobreactuado Johnny Deep.
Ya sin los superfluos personajes de Keira Knightley y Orlando Bloom, el asunto va íntegramente de piratas (aunque sigo sosteniendo que esta saga no está enmarcada dentro del género). A los atractivos personajes de Jack Sparrow (Johnny Deep, muy divertido a ratos y asemejándose peligrosamente al infame Jar Jar Binks de La Guerra de las Galaxias en algunos pasajes) y de Barbossa (Geoffrey Rush) hay que añadir al temible Barbanegra, interpretado por Ian McShane (Deadwood), que hace de malo como nadie, y a Angélica, una nada angelical Penélope Cruz que tiene conquistado el corazón de Sparrow y se resiste a desvelar si es tan mentirosa como parece. Con estos mimbres, corren todos y alguno más en busca de un mito que aún no habían abordado de lleno en las anteriores cintas, y que mucho estaba tardando: la fuente de la eterna juventud (¿acaso una declaración de principios sobre la propia saga?). También podremos observar anecdóticas apariciones de Keith Richards (repitiendo) y Óscar Jaenada a modo de curiosidad.
La pirotecnia fastuosa, maquillajes pasados de sombra de ojos, vestuarios estupendos y escenarios perfectos (todo bien empaquetado y con un lacito) no pueden ni saben desviar la atención que señala acusadora a un guión que se pasó de lo juvenil para revolcarse en lo pueril, sin ningún tipo de sorpresa y bien lejos del cine de piratas al que parece desear emular en este caso, tras renegar de él anteriormente. Y ojalá fuera esto último el único bandazo que de la producción…
Puntuación: 4
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