Ganancia de pescadores. La estrategia de los que no son capaces de ganar en las urnas es clara. La algarada, la creación astuta y radicalización de conflictos, la inmoderación, la identificación del adversario político como algo éticamente reprobable, y el achacar cualquier mala noticia a las acciones del gobierno al modo italiano, “¿Piove? ¡Porco Governo!”.
La utilización de formas políticas como las anteriores, implantadas en la violencia dialectal e incluso física, nos devela un fondo ideológico vacío y sin escrúpulos que no tiene soluciones a nada, y que le importa un bledo ser generador de injusticia y quebrantador de paz social. Parafraseando al Señor X del GAL, al poder con las botas o con los votos.
Decía Churchill que el fallo de nuestra época es que los hombres no quieren ser útiles, sino importantes. Los que ahora pretenden alzarse con el poder mediante la revuelta en la calle, no están cargados de soluciones, muy al contrario, poseen un enorme lastre de soflamas políticas propias de un mayo del 68, o de una república bananera que, eso sí, los convierten en notorios personajes desde el mismo momento que se enfrentan a pedradas contra la policía, asaltan un supermercado, o se van a Rodiezmo en su Audi blindado para participar en una manifestación sindicalista pañuelo rojo en cuello y amenazante puño en alto.
¿Qué diferencia hay entre estas actitudes, el famoso cinturón sanitario, el acoso a políticos del PP , y la solicitud que ha realizado un partido neo-nacional socialista en Hungría respecto a elaborar una lista de judíos? (por cierto, lista a la que ya pueden apuntar mi nombre, que aunque no soy judío, estoy dispuesto a acompañar a estos en su sufrimiento por persecución religiosa).
Están a punto de hacernos perder la vocación y voluntad democrática de toda una nación, cuando no tienen legitimidad en las urnas. Algo ocurre en este país que cuando la izquierda pierde en las urnas no está dispuesta a soportar una legislatura de la legalidad democrática. Será por el pánico que siempre le han tenido a la libertad, la incapacidad de asumir responsabilidades o la ansiedad que les provoca el pensamiento diferente.
La madurez democrática, o social, se demuestra mediante el control de nuestros impulsos antisociales. O lo que es lo mismo, con educación. La actitud pueril de la progresía no solo deslegitima sus ambiciones políticas, sino que echa por tierra el buen hacer que otros defensores de esta ideología llevan haciendo muchos años.
El Gobierno puede y debe hacerlo mejor, pero eso no justifica perder las composturas. En las propias filas populares hay distanciamientos con ciertas medidas adoptadas por el gobierno. En el PP de ámbito nacional existe una atmósfera de libertad crítica, que no ha existido nunca dentro de la progresía cuando esta se encontraba en el poder. No confundamos las churras con las merinas.
Discrepar no es abandonar, ni disciplina es obediencia ciega, y por supuesto, golpear, gritar o insultar no es llevar la razón.