Categorías: Opinión

A quien corresponda

Lo que sucedió, según me cuenta un amigo, al final de la presentación del libro “Cabezas y Gorros”, del ceutí Juan Antonio Palacios, es de auténtica vergüenza. En sus palabras: “Una burla a la inteligencia”. Y que conste que mi informador me merece todo el crédito. Según él, al final de la presentación, el público asistente se acercó al señor Palacios para que le firmara un ejemplar del libro. Comoquiera que el acto de la firma se prolongaba unos minutos, después del fin de la presentación, alguien le trasladó al escritor la observación de que se iba a cerrar el Salón de Actos del Conjunto Monumental sito en las Murallas Reales. Acto seguido, todo el personal, escritor incluido, fue desfilando hacia la salida. Según mi informador todavía quedaba un par de asistentes para que les firmara el libro, y ¿dónde cree usted, amable lector, que Juan Antonio Palacios les firmó los ejemplares? Pues en el hueco de una de las ventanas del Salón citado, en plena calle, con un viento muy desagradable, que azotaba a los allí congregados. Según mi informador, todo fue auténticamente vergonzoso. Una jodida vergüenza. Un verdadero asalto a la inteligencia de los asistentes al acto que allí tuvo lugar. Mi informador, según se iba alejando, se volvió para contemplar la esperpéntica escena, en plena oscuridad, compuesta de varias personas apostadas a la puerta del citado Salón y el escritor inclinado sobre el hueco de la ventana escribiendo las dedicatorias en los libros de aquellos dos ciudadanos. Mi amigo se  fue de allí, me dijo, profiriendo sapos y culebras contra el culpable de tal desaguisado. Porque, dice él, tiene que haber uno. Si no es la Consejera de Cultura, será el funcionario-portero del Salón, u otros, pero alguien tiene que asumir la responsabilidad del atropello al escritor y a los que allí se dieron cita.
El día 23 de este mes de abril, a las 20 horas, nos volveremos a reunir en el mismo lugar para asistir al acto de presentación de dos libros del Cronista Oficial de la Ciudad, José Luis Gómez Barceló. Presumo que no pocos de los asistentes, al final del acto, se aproximarán al Cronista de la Ciudad para que les firme ejemplares de sus libros. La pregunta surge de inmediato: ¿nos echarán a la jodida calle y el señor Gómez Barceló tendrá que apoyarse en el hueco de la citada ventana para acabar de firmar sus libros? Espero y deseo que en ese acto el responsable, o la responsable, tenga la delicadeza de dejar que el señor Gómez Barceló acabe con el cometido de firmar sus libros sin que le estén tirando de la chaqueta para obligarle a que ahueque el ala. Allí estaremos.
Respecto de la presentación del libro “Cabezas y Gorros”, me dice mi informador que Juan Antonio Palacios dio una lección de saber dirigirse al público allí congregado, un tercio del aforo. Ameno, buen tono de voz, buena pronunciación, afable, exhibió una media sonrisa muy propia para la ocasión, ni histriónico ni excesivo en el gesto, relajado, dominador del medio, ocurrente y recurrió a la anécdota cuando fue oportuna. Su atuendo era sobrio y no vestía corbata –observe, amble lector, lo puntilloso que es mi informador–. El señor Palacios –me cuenta– hizo hincapié en que la duda ha de guiar nuestras andanzas intelectuales. Sabido es que la fe ciega ha llevado a no pocos al oscurantismo, a la superstición y, por ende, al fanatismo. Ya que al frente del libro se lee una cita del pensador Francis Bacon, se me ocurre traer aquí lo que dejó escrito el mismo Bacon a este respecto: “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde”. Asimismo, Palacios hizo referencia a la prisa en el obrar. Él aconseja tomarse tiempo para poner manos a la obra. Tampoco es –dijo– que la respuesta se demore demasiado en el tiempo. A este respecto el insigne Marañón estableció diferencias entre la rapidez y la prisa: “La rapidez, que es una virtud, engendra un vicio, que es la prisa”. Muy sutil el doctor Marañón. El libro, objeto de la presentación, tiene muy buena pinta, aún no lo he leído, sólo ojeado/hojeado, pero creo que promete.
A todo esto cabe poner un lunar, según me comentó un tanto disgustado mi informador. Se trata, dice, de que al señor Palacios se le vio el ‘plumero’ de su filiación política. Manifestó, a colación de la reflexión de uno de los asistentes, que el ciudadano debía “rebelarse” ante la situación política que se está viviendo en nuestro país en los últimos meses. Él estaba de acuerdo con la huelga general, pues se están conculcando derechos, y por tanto la había  apoyado. Esto no le gustó a mi amigo, que, me confesó, le había hecho poner cara de póker. En esto estoy con mi informador: no era lugar para veleidades políticas.

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