Categorías: Opinión

A pesar de todo

Hay veces que uno lamenta pertenecer al género humano. Alguien pueda interpretar esta afirmación como una loable expresión de pesar por la parte de responsabilidad que todos tenemos en las barbaries y tropelías que diariamente se cometen. Pero, en este caso, la expresión no es digna de elogio, pues su contenido es egoísta y pretende expresar que hay ocasiones en que mejor sería no ser humanos para no pensar, no entender, no deducir. No comprender lo que pasa a nuestro alrededor, "ojos que no ven, corazón que no siente", "mente que no piensa, sufrimiento que te evitas".

En tales casos que uno se pone a pensar e intenta buscar el por qué de tanta injusticia y falsedad, mejor sería ser un animal (y mejor cuanto más bajo en la escala filogenética). O un vegetal. O un mineral... Así se evitarían los malos ratos que se tienen que pasar cuando a través de un interlocutor o de los medios de comunicación, uno se entera de situaciones como las siguientes e intenta explicárselas.

A veces uno se entera de que tal o cual otro partido ha cometido una irregularidad de gran calibre. Algo inmoral, fraudulento, corrupto, imperdonable. En un primer momento, uno se indigna, se alarma porque el sistema pueda fallar cuando sujetos de semejante catadura moral se introducen en algo tan noble como debe ser la política, sólo para obtener un beneficio. Pero después uno se tranquiliza al reflexionar y advertir que el sistema no falla, pues rápidamente las personas decentes e íntegras, las que van a servir y no a servirse de la política, han detectado el intento y lo han denunciado.

Lo malo es cuando al cabo del tiempo uno se entera de que el denunciante u otro miembro de su mismo partido también ha cometido otra inmoralidad de igual o mayor calibre que la que había denunciado. Y que la cadena se va alargando siendo unos y otros, indistintamente, denunciantes y denunciados.

Y entonces uno siente rabia, impotencia. Se siente engañado y se promete a sí mismo no ir nunca más a votar, ni a unos ni a otros. Y además desea convencer a todos los demás para que lo secunden en su boicot. Pero sabe que eso es imposible y que no puede luchar contra el sistema. Y acaba abatido, desesperanzado, porque sabe que lo seguirán engañando y que no puede hacer nada por impedirlo.

Otras veces uno conoce a alguien que da una imagen de seguridad y honradez. Transmite confianza, tiene las ideas claras, sabe adonde va, es alguien a quien se le puede confiar una responsabilidad porque conducirá el barco a buen puerto. Esta engranaje es importante por un persona alojados bajo el resultado de apariencia Comprar Viagra femenina en España. Sildenafil precio €1.20 sin receta. Pero cuando alcanza su objetivo (que casi siempre suele ser un cargo de mayor o menor envergadura) entonces es cuando muestra su verdadera cara. Una cara de ineptitud, de abandono, de irresponsabilidad, de no importarle que todo funcione mal con tal de que él conserve su cargo, sus privilegios.

Y para esto no duda en fomentar la división y la discordia entre sus subordinados, teniendo a unos cuantos bien paniguados (de entre los más ineptos) para que controlen todos los movimientos de los demás y lo tengan bien informado. Y cuando alguien intenta despojarlo del poder que tiene, comprueba con rabia que controla todos los resortes que lo mantienen y que ha dedicado la mayor parte del tiempo a aumentar su poder y a mantener el control del sistema.

Y después de llevarse un golpe como éste, uno se consuela pensando que, al menos, todavía le quedan amigos. Amigos de verdad, de esos en los que puedes confiar porque nunca te fallarán y que siempre acudirán cuando los necesites. Te lo han dicho muchas veces, sobre todo, cuando hay una botella y unas copas de por medio. Para ellos la amistad es lo primero, nunca te fallarán, siempre juntos hasta el fin.

Y te preocupas un poco cuando atraviesas una enfermedad, o una mala situación económica o familiar y ellos no aparecen. Pero te convences a ti mismo y te tranquilizas:

-"Será que no se han enterado. En cuando lo sepan vendrán".

Pero pasan los días y siguen sin aparecer. Te aseguras de que saben tu situación y sigues confiando que en cualquier momento cruzarán el umbral de tu puerta y te darán todo el apoyo moral o material que necesites... Pero al final te desengañas: te han abandonado. No te lo explicas por qué, te haces mil preguntas pero no tienes más remedio que aceptar la realidad.

Pero después de ver tantos fallos y de que el sistema haga agua por muchos flancos, te consuelas pensando que al menos la Autoridad hará cumplir la legalidad y velará por que tus derechos permanezcan a salvo. Menos mal que aún nos queda este recurso. Y ves a los agentes del orden con ojos de esperanza y de ilusión, porque en medio de toda esta selva ellos son los encargados de mantener tu libertad, y de que la gente ejercite sus derechos pero también sus deberes y de que los derechos de los demás terminen donde empiezan los tuyos.

Pero cuando más confiado estás, un día observas un detalle: mientras estás parado ante un semáforo ves como, uno tras otro, muchos coches se lo saltan mientras tú sigues esperando a que se ponga en verde. Y desde ese momento pones atención y ves que esto se repite todos los días. Y sigues fijándote en detalles en los que hasta entonces no habías reparado y ves que otros coches circulan a gran velocidad por el centro de la ciudad, que las motos pasan haciendo el caballito o circulan por encima de la acera para evitar los atascos, que los coches aparcan como y donde quieren haciendo que los demás no puedan pasar y que tengan que esperar pacientemente hasta que al dueño se le ocurra venir a quitarlo, que a una señora mayor le pegan un tirón del bolso y la dejan maltrecha tirada en el suelo. Y te extrañas de que en éstas y en otras muchas situaciones que ves o que te cuentan, casi nunca haya un agente de la autoridad cerca, y si lo hay procura disimular y mirar hacia otra parte.

Y de nuevo caes en la desilusión y no aciertas a comprender por qué sucede todo esto. Pero uno piensa que aunque la Autoridad flaquee, afortunadamente, queda la Justicia que velará por que quien no cumpla sus deberes y no respete los derechos de los otros, cargue con las consecuencias. O porque quien debiéndose ocupar de que lo anterior se cumpla, purgue  su irresponsabilidad. Pero cuando uno ya está un poco más sereno ocupado en tales pensamientos, un día se entera de que absuelven a un violador porque la víctima fue la que provocó el percance con su provocativa indumentaria, o que a uno que le asestó a otro cuarenta puñaladas, le aplican el atenuante de que no hubo ensañamiento. O de que un preso que estaba en tercer grado cometió un asesinato, o de que otro una violación, o de que otro un secuestro... Y uno, que no es experto en la materia, oye hablar a otros que sí lo son y que dicen que en los referidos casos la ley ha estado bien aplicada. Y entonces uno se explica por qué los agentes de la autoridad miran a veces para otro lado, y también se explica el dicho de que "una cosa es la ley y otra la justicia", y se acuerda de aquel Alcalde que dijo que "la Justicia es un cachondeo" y tampoco le pasó nada,  demostrándose así que lo que decía era verdad.

Y después de tantos desengaños, uno se consuela pensando que al menos la gente desconocida será indiferente con uno y podrá hacer lo que quiera sin que los otros se fijen o se metan con él. Pero con horror también comprueba que hasta los desconocidos se alegran del mal ajeno y enmudecen de rabia ante el éxito y el progreso del otro, aunque éste lo haya conseguido con su propio esfuerzo y de forma honesta y legal. Y uno tiene que tratar de pasar desapercibido, procurando que los demás no se enteren de lo bueno que le pueda acontecer, pues en caso contrario se expone a posibles represalias. Y tiene que abandonar la idea de contar a los demás las desgracias que le ocurran por si un alma caritativa le pudiera echar una mano pues, además de fomentar la alegría del otro, se expone a que le agraven aún más la situación.

Y como uno no encuentra consuelo en ninguna parte, decide refugiarse en el fútbol. Sólo se entusiasmará con las jugadas y los goles de sus ídolos, que se dejan la piel en el campo defendiendo sus colores, y vibrará en el estadio o en el butacón de su casa frente al televisor. Cuando su equipo salte al terreno de juego, cuando marque un gol de penalti en el último minuto, cuando se acerque o se encarame al primer puesto de la clasificación, cuando elimine a equipos extranjeros en competiciones europeas. Se mezclará entre esa masa amorfa que vocifera, que ni piensa, ni siente ni padece. Vocifera contra el árbitro, contra el linier, contra los jugadores y aficionados contrarios. Así se desahoga y se relaja. Pero contempla que el fútbol también lo abandona. La mayoría de las estrellas no luchan, no sudan la camiseta. Se limitan a cobrar cantidades millonarias, a aparecer en los entrenamientos conduciendo lujosos coches deportivos, a aparecer en las revistas del corazón acompañados de bellas señoritas... Pero no sienten sus colores, no saben la historia que hay tras el escudo que lucen en su pecho. Cobran cantidades millonarias y crean falsas expectativas e ilusiones en los aficionados que después no se ven cumplidas, haciéndolos caer en la desilusión y el desengaño.

Pero lo más curioso de todo es que después de comprobar que se tiene que desengañar de la política, de los que inspiran confianza por su apariencia de honradez y buena preparación, de los amigos, de la Autoridad, de la Justicia, de los desconocidos y hasta del fútbol, a uno todavía le queda ilusión y ganas de seguir viviendo.

Y no digamos nada si nos ponemos a pensar qué nos deparará el futuro. Y menos aún si nos da por intuir qué habrá después de la vida… si es que hay algo.

Es enigmático. Uno que es racional y que ha llegado a conclusiones tan devastadoras como las anteriores, todavía tiene ilusión por la vida. ¿Por qué será?. ¿Tan bella es que supera el efecto negativo de todo lo anterior?. ¿En qué reside su fuerza?.

Pues yo creo que su fuerza debe emerger de  cosas tan simples como la sonrisa de un niño, un amanecer, un atardecer frente al mar, el olor a dulces de Navidad, la conversación con otra persona, un paseo en un día de lluvia, el sonido de una buena música, la lectura de un buen libro, la espera de un ser querido en una estación, la víspera de una gran fiesta, el cansancio tras un duro ejercicio, la satisfacción de un trabajo bien hecho, una palabra de ánimo, un gesto de solidaridad, un programa de radio en la madrugada, la noticia de un avance en medicina, el sacrificio por otra persona, observar la emoción de dos enamorados, la sorpresa de un regalo, respirar profundamente una mañana de primavera, el olor del mar, pararse a oler las flores de un jardín, observar a unos gorriones que picotean y andan a saltitos...

Ya lo dijo hace mucho tiempo el poeta griego Hesíodo: “Los dioses han ocultado lo que hace vivir a los hombres”. Y esto que los dioses han ocultado no es, ni más ni menos, que la alegría. Porque estamos vivos y a veces no nos damos cuenta de que es maravilloso. Y es que todos los días, hasta los más grises y tristes, nos dan miles de muestras y motivos para ilusionarnos.

Entradas recientes

La AD Ceuta, a ser fuerte en casa

La AD Ceuta afronta un duelo interesante ante un Intercity, que llega con la necesidad…

12/10/2024

Reunión de la Guardia Civil: un premio a su labor

Todo esfuerzo y dedicación tienen su recompensa, y ese ha sido el motivo que ha…

12/10/2024

Wisal, la menor que quiso cruzar a Ceuta: "Me enfrenté a la muerte"

“Me enfrenté a la muerte en el mar”. Wisal, de 16 años, descansa junto a…

12/10/2024

Vivas: "Ha sido un honor representar a todos los ceutíes en la Fiesta Nacional"

Una unidad del Grupo de Regulares número 54 de Ceuta se ha desplazado hasta la…

12/10/2024

El CD UCIDCE compite pero cae con el CD Mosquito (2-3)

El CD UCIDCE de Ceuta compitió contra el CD Mosquito en la jornada 6 de…

12/10/2024

Sociedad caballa: la boda de Fran y Clara

La Parroquia de Los Remedios, en Ceuta, ha acogido este mediodía la boda entre Fran…

12/10/2024