A Pepe Ferrero, el caminante andante

El pasado martes nuestro querido amigo Pepe Ferrero anunciaba en su columna de todos los martes que  “abandona las armas” e inicia su retiro. Para nosotros supone un motivo de tristeza no volver a recorrer junto a él su particular “Senda de los elefantes” ni disfrutar de sus agudos “sonetos chapuceros” o sus fotos comentadas que ilustraban a la perfección la cara y la cruz de nuestra ciudad. Incluso antes de conocernos personalmente se estableció una mutua simpatía por los temas que tratábamos en nuestras respectivas secciones en este periódico. Una simpatía que pronto pasó a amistad una vez que tuvimos la ocasión de charlar frente a frente. Este primer encuentro sirvió, entre otras cosas, para invitarle a formar parte de nuestra asociación, cuando todavía estábamos dando los primeros pasos de este proyecto asociativo. Desde entonces ha sido uno de nuestros socios más comprometidos, prestando su colaboración siempre que le hemos necesitado. Como los buenos amigos no ha sido necesario vernos las caras para saber que estábamos allí para lo que hiciera falta. En muchas ocasiones, las propias páginas de “El Faro” han servido para intercambiar pareceres y compartir una mutua preocupación por la situación de nuestro patrimonio cultural y natural. La sintonía en los planteamientos y propuestas han demostrado que por encima de saltos generacionales existen en Ceuta personas que sienten una profunda inquietud por el futuro de nuestra ciudad.
En su último artículo, “El bastón”, expresaba con claridad que una de las cosas que más iba a echar de menos, por los problemas de salud que padece, eran sus paseos matutinos en compañía de sus entrañables amigos Manolo Mata y Pepe Sillero, a los que tenemos también la suerte de contar entre los socios de Septem Nostra. Este trío de buenos amigos han sabido comprender a la perfección lo que Henry David Thoreau definió como el “arte de Caminar”, esto es, de andar a pie. Para Thoreau, los caminantes   forman parte de un orden antiguo en el que actualmente reside el espíritu caballeresco y heroico que en su día correspondió al jinete. Esta categoría no se asemeja al Caballero, sino que constituye una orden actualizada: el Caminante Andante. Ninguna riqueza, decía Thoreau, “es capaz de comprar del necesario tiempo libre, la libertad y la independencia que constituyen el capital en esta profesión. Sólo se consigue por la gracia de Dios. Llegar a ser caminante requiere un designio directo del Cielo. Tiene que haber nacido en la familia de los Caminantes. Ambulator nascitur, non fit (el caminante nace, no se hace)”.  
Las palabras de Thoreau, extraídas de su obra “Caminar”, nos llevan a citar a otro gran escritor y miembro de la orden de los Caminantes Andantes, Antonio Machado. De este autor, además de su célebre verso “caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”, tenemos que recordar la crítica de su personaje Juan de Mairena a la educación física y su defensa de los caminantes: “para crear hábitos saludables, que nos acompañen toda la vida, no hay peor camino que el de la gimnasia y los deportes, que son ejercicios mecanizados, en cierto sentido abstractos, desintegrados, tanto de la vida animal como de la ciudadanía”. Por eso el profesor Juan de Mairena, decía que “si lográsemos, en cambio, despertar en el niño el amor a la naturaleza, que se deleita en contemplarla, o la curiosidad por ella, que se empeña en observarla y conocerla, tendríamos más tardes hombres maduros y ancianos venerables”.
Los pertenecientes a la orden de los Caminantes Andantes, entre los que figura por meritos propios nuestro querido Pepe Ferrero, son muy distintos de los caminantes convencionales que andan sin prestar atención a todo lo que le rodea y ausentes de su propio pensamiento, anulado por los walkman, MP4 y demás artilugios modernos. Por el contrario, Pepe Ferrero, armado con un sencilla cámara digital en su cintura, siempre ha andado con la visión crítica activada para deleitarse con los magníficos paisajes de Ceuta y también para identificar y documentar, muy a su pesar, las continuas tropelías se han cometido contra nuestro medioambiente. Todas sus impresiones de sus caminatas, así como las reflexiones que les suscitaban, las ha plasmado durante años en su “Senda de los Elefantes” con un estilo claro, directo y de gran calidad, propio de una persona instruida y culta. Sus artículos siempre me han recordado el estilo de Lewis Mumford en su sección “Sidewalk Critic” (El Crítico de la Acera) que durante años mantuvo en la revista New Yorker. Ambos comparten un amplio conocimiento de sus respectivas ciudades que proviene no sólo de una profunda erudición, sino de su conocimiento directo por sus diarias caminatas por sus aceras y caminos, dando pleno sentido a la expresión recogida en la Biblia “sólo se ama aquello que se conoce”.
Nosotros vamos a echar mucho de menos la sabiduría y el sentido común que siempre ha manifestado Pepe Ferrero en  sus  artículos y sonetos, aunque otros pueden que hayan sentido cierto alivio por la desaparición de una columna de opinión caracterizada por la independencia, la verdad, la libertad y la crítica vigilante. En lo que seguro que estamos todos de acuerdo es en desearle a este gran ceutí una rápida recuperación de su enfermedad.
Ceuta necesita un auténtico ejército de Caminantes Andantes, y quien mejor que Pepe Ferrero para guiar, aunque sea con su bastón,  a las generaciones más jóvenes por los caminos que él lleva tantos años recorriendo. Un fuerte abrazo, amigo.