Categorías: Carta al director

A nuestra señorita Mª Carmen Ríos

A lo largo de la vida, ésta nos regala la presencia de seres irrepetibles a quienes nosotros tenemos la suerte de conocer. Personas que con su sola presencia nos llena y todo aquel que está a su lado se siente dichoso. Llegaste a nuestras vidas como un soplo de aire fresco por tu juventud, simpatía y ganas de enseñar. Desde el primer día formaste parte de nuestra gran familia y te integraste como una más de nosotros. Una persona perseverante, solidaria, buena gente, amiga y profesora con gran humor. Nunca podremos darte las gracias por la ayuda que nos has brindado para enseñarnos con mucha paciencia e ilusión. Tú hiciste de pequeñas personitas mujeres y hombres con valores y propósitos firmes. Hiciste que comprendiéramos que la enseñanza no solo reside en los libros. Nos enseñaste a vivir la vida con una sonrisa de oreja a oreja. Y si algo nos inculcaste, fue que la perfección no tiene que ser un factor importante en nuestras vidas y que la imperfección tiene muchos lados buenos.
Por nuestras cabezas rondan miles de anécdotas graciosas, pues fueron muchos los momentos en los que estuviste presente. Contigo escribimos por primera vez a boli, eso sí, del que se borra, nada de corrector. Además, nuestro primer viaje de estudios fue gracias a la “sita”. En su cumple, el 22 de octubre, le dábamos regalos y pasados los años, siendo ya mayores, no olvidábamos la fecha y subíamos a los pasillos de Primaria a felicitarla… Fue la primera profesora que nos explicó “la reproducción”, “el desarrollo” y todos estábamos con cara de asco en clase porque no entendíamos nada. Siempre recordamos que cada trimestre solíamos nombrar un delegado/a y al terminar éste, nos obsequiaba con un regalo que aún guardamos con mucho cariño. Imposible será olvidar aquellas lecciones de Conocimiento del Medio que durante cuatro largos años nos obligaste a memorizar, aquellas primeras raíces cuadradas que nunca querían salir, los dictados en los que pronunciabas la “v” mil veces para que nadie escribiera vela con “b”, las manualidades tan creativas que sólo a ti se te podían ocurrir y, en definitiva, no podremos olvidar a la que, literalmente, ejerció de abuela, madre, amiga, confesora, consejera y profesora simultáneamente logrando dejarnos marcados de por vida.
Para empezar un gran proyecto hace falta valentía y, para terminarlo, perseverancia. Y esas dos virtudes se han reunido en ti, que has demostrado que, si bien no es fácil ser profesor en los tiempos que corren, uno puede desempeñar este trabajo a la perfección y hasta hacerse querer por los alumnos e incluso por muchos de los padres. No recordamos ningún capítulo amargo, todo eran risas, anécdotas, regalos, secretos… Podríamos quedarnos eternamente escribiendo sobre ella ya que perteneció a una de las etapas más bonitas de nuestras vidas, la infancia, cuando aún no éramos conscientes de nada y sólo buscábamos divertidos, reírnos y sacar provecho a cualquier situación. Al principio, cuando supimos que nos daría clase en tercero de Primaria teníamos miedo, pues escuchábamos que era una profesora severa pero, sinceramente, nada de eso, fue todo un ángel que supo escucharnos a la par de enseñarnos, que siempre tuvo las palabras justas y las respuestas perfectas para todo, era nuestra cómplice.
Siempre se van los mejores y tú eras mucho más que eso, la mejor profesora del mundo, un ejemplo a seguir, una persona de la que se podía aprender muchísimo. Todos coinciden en que el Severo Ochoa se ha quedado vacío, cojo, incompleto, triste y están en lo cierto pues… ¿Cómo se queda el cielo cuando una estrella se apaga?, ¿Cómo se queda el alma cuando algo le falta? Hemos recibido un duro golpe pero, precisamente tú, nos enseñaste a levantarnos, a salir del pozo más profundo, a mirar más allá de lo inmediato, a sacar lo positivo de cualquier situación, a luchar ante las adversidades, a afrontar todo con una sonrisa y, una vez más, así lo haremos, no perderemos las viejas costumbres.
Siempre pudimos contar contigo, que si “me fue muy mal en tal materia”, “no estoy seguro de poder soportar la presión”, incluso casos como “rompí con mi novia”. Tú siempre nos aconsejaste, nos diste muchas sabias palabras para seguir adelante, nos impulsaste y nos demostraste que luchar y disfrutar era la parte primordial. Qué suertudos nosotros, ¿no? Siempre te recordaremos dando clases en nuestro cole, formando a cientos y cientos de alumnos. Echaremos de menos tu gran personalidad y la seguridad que siempre manabas. Tan completa, sincera y con una gran visión humana que sólo tú podía tener.

Enseñarás a volar pero no volarán tu vuelo,enseñarás a soñar pero no soñarán tu sueño, enseñarás a vivir pero no vivirán tu vida, pero cada vez que vuelen, sueñes o vivan esta  rá la semilla que tu sembraste.

De tus queridas alumnas, a las que cariñosamente les decías “tus niñas”: Ana Marfil Martín, Dunia Mohamed Abdelkader, Norhan Sahine Abdeselam, Hala Mohamed Abdeselam y Naryis Hamed Mohamed.

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