La obsesión por los encuentros ministeriales está afectando seriamente a la clase política. Ciudad y Delegación parecen representar una lucha por conseguir reuniones en Madrid que solo sirven de impacto, de imagen, de golpe de efecto. ¿A estas alturas un Gobierno al que le quedan dos telediarios va a solucionar el problema de la inmigración descontrolada en el puerto?, ¿ahora van a dar con la tecla de la frontera?, ¿van a acelerar inversiones?, ¿con cuántos ministros distintos han tratado el tema de los MENA?, ¿cuántas versiones diferentes nos han ofrecido ya sobre los mismos asuntos? Chirría demasiado, aunque en el fondo les entiendo: deben buscar sus votos y deben hacerlo a toda costa, aunque para ello tengan que perder el sentido.
Nos venden cada historia para no dormir que yo ya no sé si a estas alturas alguien cree realmente en ese baile de visitas, fotos, comunicados y mensajes. Bueno es pura campaña a la que desgraciadamente nos vamos acostumbrando aunque sea visionando tanta torpeza.
Nos hemos creado un sistema paralelo, aupando a tontos con carné a puestos de mando
El ministro de Interior Grande-Marlaska ha mantenido al menos tres encuentros públicos con autoridades ceutíes en menos de 15 días, y todos para abordar la situación de los MENA. No sé bien en qué estará pensando el ministro, sobre todo cuando los y las plañideras le cuentan historias para no dormir creyendo que son las únicas que pasan en toda España.
Esto ya recuerda la míticas visitas del PP al ministro Pinocho Zoido. Ya he perdido la cuenta de las portadas que aludían a nuevos encuentros con el que fuera mandamás de Interior. Se hablaba de lo mismo, se prometían idénticas mejoras... pero todo seguía igual o peor. Las formas de aquel no son ni por asomo las del actual, pero la esencia y la imposibilidad de ofrecer soluciones inmediatas son las mismas. Aunque los máximos titulares de nuestras administraciones lo saben, Mateos y Vivas escenifican con peor o mejor acierto sus encuentros en la capital de España. Unas citas que parecen los intentos a la desesperada por salvar un matrimonio entre aquellas parejas que saben que lo que Dios unió tenía fecha de caducidad. Y en política es el 28 de abril. Nos pueden echar un carrusel de anuncios en forma de precampañas camufladas. Siempre hay tiempo para la ilusión.