A Francisco Olivencia Ruiz, in memoriam

Me había extrañado mucho no ver el pasado día 31 de diciembre en el periódico El Faro de Ceuta el habitual artículo de los domingos de don Francisco Olivencia Ruíz; aunque no le di demasiada importancia por creer que durante las pasadas Fiestas navideñas podía haberse ausentado a Ronda (Málaga), en cuya población sabía que gustaba mucho de estar periódicamente con su familia. Pero hoy día 5 de enero, al leer el Faro, me he quedado profundamente impresionado al toparme inesperadamente en las páginas 3 a 8 del periódico con la triste noticia de su fallecimiento, con cuatro esquelas mortuorias y varios artículos de condolencia por su triste fallecimiento. Ni siquiera conocía de su dolencia ni que desde días antes estuviera ingresado en el Hospital Universitario de Ceuta.

En primer lugar, transmito mis sentidas condolencias y mi hondo pesar a su esposa y demás familiares queridos, por tan sensible pérdida. A la vez, hago mis votos más sinceros para que la Providencia Divina le depare un eterno descanso en el sitio privilegiado al que por fe y esperanza creemos que van los buenos. Y él, sin duda, era un hombre bueno y de bien, con grandes virtudes, sólidos principios morales y hondas creencias cristianas.

Admiré mucho en vida a Francisco Olivencia Ruíz, aun sin apenas habernos tratado y ni conocido personalmente. En una ocasión nos presentó en un acto oficial un común amigo de ambos, Alfonso Conejo Rabaneda, creo que cuando él estaba de Presidente en funciones de la Ciudad Autónoma; de cuya presentación él se lamentaba en algunos de sus artículos no poder recordar, dado que hacía ya bastantes años y fue más bien protocolariamente, en uno de esos actos en que se conoce a bastante gente, pero al momento ya apenas se recuerda quién era cada uno. Sin embargo, los dos éramos habituales colaboradores del periódico El Faro de Ceuta, en el que él escribía los domingos y en mi caso los lunes. Por eso yo le decía que éramos articulistas vecinos. Pero tuve la satisfacción de que me citara varias veces en sus artículos y de forma muy generosa por su parte, que mucho le seguiré agradeciendo.

En mi caso, apreciaba mucho de él el profundo cariño que sentía hacia su amada tierra, su Ceuta del alma, de la que siempre fue uno de sus principales valedores y defensor a ultranza de su legítima españolidad y patriotismo. Se veía que la quería con pasión, y qué orgulloso se sentía de defenderla, estando siempre al quite de quienes por algo quisieran negarle el “pan y la sal”. Como Diputado y Senador que fue de las Cortes Españolas, hizo férrea defensa de ella, presentando sendas interpelaciones parlamentarias pidiendo en justicia lo que entendía que le correspondía, sin importarle enemistarse por ello con los ministros y hasta con el propio presidente del Gobierno hasta cuando eran de su partido.

Vean sólo dos de sus interpelaciones como parlamentario por Ceuta, cuando el 18-03-1982 el Gobierno español abrió la frontera con Gibraltar: “Señor presidente. La principal actividad de Ceuta reside en su comercio, que está basado en unas normas absolutamente lícitas y legítimas que parten de su carácter de territorio franco. Anualmente, más de un millón de personas peninsulares visitan Ceuta, hacen allí sus compras y, posteriormente, son sometidas a control y pago de derechos en la Aduana de Algeciras, que no se distingue, precisamente, por su flexibilidad ni por su atención a los viajeros. Miles de familia de Ceuta viven de este legítimo tráfico que, además, origina un efecto multiplicador de riqueza muy importante, hasta el punto, en este caso, de que un organismo de la propia Administración central del Estado ha fijado las posibles pérdidas o perjuicios de Ceuta con motivo de la apertura de la verja de Gibraltar, en una suma que oscila entre 10 y 20 millones de pesetas al año.

Lo que ocurre es que Gibraltar también es territorio franco desde el que se va a ejercer una insoportable competencia con respecto a Ceuta, puesto que es presumible que el viajero preferirá entrar en Gibraltar, ahorrando así, no sólo tiempo, sino también el coste cada vez más elevado del transporte marítimo en las líneas del Estrecho. Este es, en síntesis, el fondo de mi pregunta que figura en el orden del día y que espero me sea Contestada”. Y qué razón tenía el señor Olivencia Ruíz con su visión anticipada de porvenir, porque, desde entonces, se hundió el comercio de Ceuta y nunca volvió ya a ser el mismo.

En otra de sus intervenciones en el Senado, el 25-10-1995, formulaba otra interpelación urgiendo al Gobierno la creación de la Comisión Mixta de traspasos de competencias, medios personales, materiales y presupuesto a Ceuta tras haberse aprobado su status de Ciudad Autónoma, que en eso, como en otros asuntos relacionados con la Ciudad, fue también apoyado por el entonces Senador Morales, también fallecido; y no digamos ya del Diputado Serafín Becerra, que en la legislatura de 1979 se plantó a defender Ceuta en El Pardo ante el mismísimo Franco. Fue un trío de parlamentarios ceutíes con mucha enjundia política. Y, de forma parecida a lo que sucedió con Gibraltar, también en octubre de 1995, Francisco Olivencia se adelantaba al grave problema de la inmigración, no sólo para que se ejerciera un mayor control sobre los flujos ilegales hacia Ceuta sino, a la vez, velando porque los que llegaran a territorio ceutí tuvieran un lugar de acogida digno y razonable, que quizá fuera el embrión del actual CETI.

Y, si es escribiendo artículos en El Faro, era raro el día en que no se ocupara, antes o después, de algún problema de Ceuta, sus posibles soluciones, todo lo que podía ser lo mejor para la ciudad, y siempre defendiéndola y ensalzándola. Cuánto le agradezco que también él pensara algo parecido de mí cuando tan a menudo me veía escribir sobre Extremadura, y Mirandilla, mi tierra y pueblo. En una ocasión me lo confesó por teléfono. Y es que, como decía Antonio Machado: “Quien no ame a su pueblo, no es un bien nacido”.

Con ocasión de la por entonces nueva Ley de Extranjería, creo que fue en 1999 cuando se fue a visitar a Aznar, Presidente del Gobierno y líder de su Jefe de partido, para disentir de él sobre la forma en que estaba previsto que quedara la ley, que él consideraba gravemente perjudicial para Ceuta, como así fue. Y siendo Presidente del Gobierno Calvo Sotelo, Francisco Olivencia incluso pensó en abandonar su partido si no se daba satisfacción a sus reivindicaciones sobre Ceuta, aunque luego salió de su entrevista con él en la Moncloa diciendo: “Una vez más han prevalecido los intereses de mi ciudad sobre cualquier otra consideración personal, y al estimar que desde el grupo Centrista puedo hacer más por Ceuta, continúo integrado en él”.

Francisco Olivencia Ruíz, fue premiado en su ciudad con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo; la Medalla de la Autonomía de Ceuta y la Medalla de Oro de Ceuta; la Cruz Distinguida de Primera Clase, con Placa, de la Orden de San Raimundo de Peñafort;24 la Encomienda de la Orden del Mérito Civil y la Medalla de Plata al Mérito de las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación de España. Fue distinguido, además, con el Escudo de Oro del Ilustre Colegio de Abogados de Ceuta y con el "Ceitil de Oro" del Instituto de Estudios Ceutíes, 10 así como con el “Faro de Oro” del diario “El Faro de Ceuta”. Es muy de agradecer a Ceuta tales reconocimientos y distinciones; pero creo que no le regaló nada. Bien que se lo merecía. Precisamente, en mi último artículo dedicado a la creación de la Escuela del Magisterio en Ceuta, citaba a él y a su hermano Manuel. Me alegraría que hubiera podido leerlo.

Descanse eternamente en la paz de Dios don Francisco Olivencia Ruíz