Confío en que esta carta llegue a sus manos entre las pilas de expedientes y papeles que, al parecer, constituyen la fortaleza inexpugnable de la administración local. Permita que mi pluma desentrañe, con un toque más agudo de crítica, la absurda comedia burocrática que los residentes de barriadas como el Príncipe debemos enfrentar al intentar regularizar la titularidad de servicios tan básicos como la luz y el agua.
Es casi hilarante observar cómo la excepcionalidad del suelo construido en esta zona se convierte en una excusa perfecta para que algunos individuos, con la desfachatez de un mal actor de teatro, se aprovechen de la situación. Mientras tanto, aquellos que buscamos rectitud y legalidad nos vemos sumidos en un pantano administrativo que haría que Kafka reconsiderara su aprecio por la burocracia.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, con todos los avances tecnológicos a nuestra disposición, la administración local haya convertido el simple acto de regularizar la situación de nuestros hogares en una odisea digna de las épicas de la antigüedad?
Es como si Ulises, en lugar de enfrentarse a cíclopes y sirenas, hubiera tenido que lidiar con formularios interminables y plazos de espera tan largos como el viaje de Frodo hacia Mordor.
La ironía alcanza su máxima expresión cuando aquellos que desde la comodidad de sus despachos se quejan de la falta de regularización en el Príncipe, son los mismos que, con su inacción y permisividad, permiten que el desorden y la desolación sigan extendiéndose como una plaga. Es como si el mismísimo Nero tocara su lira mientras nuestra barriada arde en la incompetencia administrativa.
Publico esta carta con la esperanza de que se haga eco de la indignación y el hartazgo que siento, así como de muchos otros residentes. Que resuene como un clarín de alerta, recordándole a la administración que no somos simples peones en su ajedrez burocrático, sino ciudadanos con derechos y aspiraciones de vivir en condiciones dignas.