En esta ciudad las decisiones se toman sin dar las explicaciones debidas. Somos así. Un día te dicen que un proyecto es viable, otro se sacan de la chistera de los inventos una justificación contraria. Pasa con todo. También ha sucedido con la playa de la Bolera, a la que en su día se permitió que acudieran ciudadanos con sus mascotas para, este verano, prohibirlo. Hubo quienes cargaron contra los dueños de perros, acusándoles de ser los causantes de la acumulación de basura en la playa. Hoy es evidente que la peor de las mentiras se desploma, cuando el veto a los canes es un hecho y la playa sigue estando igual o más sucia.
Cierto es que los culpables de este tipo de situaciones somos los propios dueños de perros. Si hay quienes no recogen las heces o quienes descuidaban a sus canes en esta playa... todos terminamos pagando la situación y hasta se genera una criminalización colectiva hacia los que tenemos mascotas. La vemos en las mismas campañas publicitarias en las que parece que se nos etiqueta a todos como ‘guarros’, aunque haya quienes cumplan con las ordenanzas, respeten las normas y eviten generar situaciones irresponsables.
Pero hablamos de comportamientos particulares y la Administración no debería someterse a ellos sino tener sus propios criterios, saber estar donde debe y como debe, no responder con decisiones dictatoriales para atender las quejas de unos pocos que además se sustentan en equívocos.
Como sigamos así va a llegar un momento en el que tener una mascota será mirada con tan malos ojos que se culpará a sus dueños de todo, hasta del fracaso de los contratos millonarios de limpieza viaria. Tiempo al tiempo.