Desde las famosas palabras de “ que empape” hasta “Hay que comer sano” hay un mundo tan grande como quisiéramos ver, observar, criticar, etc.
Ayer estuve hablando con varias personas sobre una comida en particular, los famosos caracoles, esta vez en tomate; la verdad que se me hace la boca agu con esa “salsita” que hace imprescindible la barra de pan, antigua, al lado de la mesa; fue mi cena y observé que me hubiera acompañado también tanto mi primer amigo como el segundo, tenían el mismo común denominador: la obesidad.
Tener un cuerpo dentro de unos cánones tiene un mundo de disciplina, delante de la mesa y costumbres alimentarias, que en muchos instantes de la vida, uno manda a “freír espárragos”, y se “salta a la torera”, esos sacrificios para darle un “caprichito” a nuestra vista y estómago. Pero realmente ¿quién nos pone en nuestro sitio?
Ese lugar donde los placeres de la vida con la comida, lo tenemos que dejar a un lado y respetar los consejos de alguien que nos está echando una bronca por el bien de nuestra salud y para poder durar un poco más, en este “valle de lágrimas”. Nuestro médico es el precursor del racionamiento de la salud y es el consejero de una vida saludable.
Como dice mi buen amigo: “A mi me importa poco, aunque ver tu tarjeta sanitaria y pasarla, por mi dispositivo, me beneficia”, mantenerme vivo equivale a ganar dinero. Salud y dinero, gran mercado bancario.
Pero lo principal es “dar guerra en la Tierra”, para eso hemos venido.
Una analítica puede orientar a nuestro “galeno”, a darnos primero la tarjeta amarilla y sacrificarnos con unas comidas que nos hagan ponernos con un cuerpo diez, o por lo menos cinco, durante unos meses que solo uno piensa en aquella chuches, donde las grasas afloraban y las buenas hogazas de pan hacían “los barquillos”, que nos dejaban bien satisfechos de esos buenos platos.
De esos pensamientos a pasar a ensaladas, donde tenemos complejo de grillos, con tanto verde por medio, nos hace caer en lo más profundo de unas malas ideas, que estamos deseando estar solos para añadir a la dieta, alguna calorías extra, que no se dé cuenta nuestra “parienta”", cómplice necesario de nuestro médico, y pasar de tener la cara de pocos amigos, a tener una sonrisa de lado a lado.
Con qué poco nos conformamos los seres humanos. Pero la salud es primordial y nuestro gran amigo nos da la cita, no para poder seguir pasando la tarjeta, sino para ver cómo nos hemos portado y ver nuestra evolución.
Se fijan en nuestro rostro y ya saben antes de ver los papeles, si nos hemos portado bien o mal. Y después de verlos nos da la enhorabuena o la incertidumbre de acompañarnos con alguna medicina adicional para controlar los índices que hemos mandado a algún lugar equivocado. Otros escritores dirían un lugar con malos olores.
Y aquí estamos con mal cuerpo, muerto de hambre y con ganas de que todo vaya bien en la próxima visita a nuestro galeno.
Pero sigo escribiendo y eso quiere decir que estoy vivo, con nuevas pastillas y con ganas de vivir mi vida en las calles tan bellas de esta Perla del Mediterráneo, mi querida Ciudad Autónoma de Ceuta.