Un lector me ha enviado el texto que a continuación voy a exponer, aclarándome que a él también le ha llegado de otra persona, pero sin conocer en concreto sus verdaderos orígenes y procedencia. Pero, tras llevar a cabo una investigación retrospectiva sobre lo sucedido, he podido comprobar que se trata de una información veraz; la noticia fue anteriormente divulgada por el diario ABC que, según entiendo, no por haber sido antes publicada ni por hacer ya la friolera de trece años que se publicó, deja de tener interés actual, sobre todo, de cara a ampliar el conocimiento del accidente marítimo entonces sucedido y, a la vez, para poner aquí de manifiesto la extraordinaria pericia, la ejemplar profesionalidad y la ingente labor callada que los profesionales de la Milicia, en general, llevan a cabo y, más concretamente, los componentes de la Armada Española, en este caso, con su decoro y probidad en el ejercicio de sus funciones, con ocasión de realizar una singladura en circunstancias tan extremas de dificultades y peligro en que se puede ver involucrado un submarino de guerra cuando se sumerge en el mar.
La información recibida y que aquí reproduzco, está fechado el 21/12/2008, a las 17´52 horas (hace 13 años), y dice así: “En sus puestos. Cuatro minutos eternos; cuatro minutos de órdenes frenéticas, tensión máxima y angustia; cuatro minutos, los más largos de la historia de los submarinos en España, en los que los 60 hombres que forman la dotación del «Tramontana» se jugaron la vida cuando navegaban a 300 metros de profundidad tras sufrir en la tarde del jueves 11 (intuyo que anterior a los hechos relatados) una vía de agua de cinco centímetros en el conocido como «paso de casco» (la junta del periscopio con el submarino que debe hacerlo estanco). Lo hicieron, además, con un sumergible ya veterano, que no respondió como se esperaba en ese momento crítico. Sólo la pericia del comandante y de sus hombres evitó la inmensa tragedia. Defensa, sin embargo, hizo público un comunicado el sábado 13, en el que habló de un incidente solucionado en pocos minutos. Era verdad; pero sólo en parte.
La única razón por la que a día de hoy el país no esté aun lamentándose de la muerte de 60 hombres de la Marina es por su preparación. Porque todos los demás elementos jugaron en su contra, hasta el punto de que hay quien no se explica cómo la dotación del «Tramontana» logró salir a la superficie.
En sus puestos. Los hechos se produjeron la tarde del mencionado día, durante una de las habituales maniobras de adiestramiento que realizan estas unidades tras un periodo de inmovilización programado para mantenimiento. Sólo unos minutos antes, sin que haya trascendido la razón, el comandante había ordenado «zafarrancho de combate», de modo que todos los hombres estaban en sus puestos y en máxima alerta. Fue entonces cuando se detectó la vía de agua, procedente del «paso de casco» del periscopio. Es fácil imaginar la presión a la que entraba el agua a 300 metros de profundidad, que además provocaba una neblina que hacía muy difícil ver el cuadro de mandos y el resto de instrumental a bordo. Los gritos, los ruidos, hacían también difícil dar y recibir órdenes.
A los mandos del submarino estaba en ese momento un cabo con enorme experiencia, que conocía perfectamente el sumergible y los protocolos de actuación y que ejecutó a la perfección las órdenes de su comandante a pesar de que el agua helada caía en buena medida sobre él.
La misma eficacia, serenidad y preparación demostraron el encargado de vaciar los tanques de agua para rellenarlos de aire a presión, el que soltó lastre (piezas de plomo de quince toneladas) y el que puso avante seis, la máxima velocidad para salir a la superficie... Pero a pesar de todo, las cosas se complicaron aún más. El submarino, con las decisiones adoptadas, debía haber salido a superficie con una inclinación de 30 grados, y en el momento máximo apenas si alcanzó los 10 o 15. Además, se produjo una escora de otros tantos grados y hubo que gobernar el «Tramontana» con mano firme porque si hubiera ido a más la tragedia era inevitable...
Las referencias sobre lo sucedido dan una idea de lo que se vivió en el interior del submarino. Señalan que salía humo de algunos equipos y, al parecer, fallaron también algunos equos, en concreto generadores de corriente.
En ese momento, además, el navío comenzó a perder inclinación, hasta el punto de llegar en buena parte de la ascensión a los cinco grados, que fue con los que alcanzó la superficie. Superada la pesadilla, con los hombres abrazándose por haber salvado el pellejo, el submarino navegó por sus propios medios hasta su base en Cartagena. El reloj marcaba las diez y cuarto de la noche. Además de la pericia, la suerte también se alió con la dotación del “Tramontana”. Porque en el incidente ha habido otro elemento muy preocupante: una salida a superficie de estas características se hace a ciegas, sin saber si por la zona está navegando algún buque. Una colisión en esas circunstancias también habría resultado fatal.
Primera vez en la historia. Los creyentes lo atribuirán a la Virgen del Carmen, Patrona de la Armada, y los que no lo son sólo a la pericia y a la suerte, pero lo cierto es que la operación del pasado jueves 11 pasará a la historia de la Armada por ser la primera de este tipo que se ha tenido que realizar y probablemente en unas condiciones aún más delicadas de las que se pueden diseñar en los simuladores en los que se entrenan las dotaciones de los submarinos. Y eso, además, sin contar con la variante de la presión con la que se tuvo que actuar, pues los 60 hombres de «Tramontana» sabían que no había posibilidad de enmendar ningún error. Un solo fallo habría sido el final.
Al conocerse los detalles de lo sucedido, resulta curiosa la información facilitada por en su momento por los responsables de Defensa, que entre otras cosas decía: «Tras llevar a cabo las acciones que marca el protocolo en estas situaciones, para las que la dotación se adiestra habitualmente y de forma intensiva en los simuladores, el submarino salió a la superficie sin ningún tipo de problema». Sin duda, otra forma de verlo”.
Es por ello que, me ha parecido conveniente divulgar dicho texto, sobre todo, para que sean más conocidas y valoradas las dificultades y circunstancias extremas en que muchas veces han de verse envueltos en el mar los excelentes profesionales de la Marina de Guerra, muchas veces, bien por el sigilo profesional a que están obligados, o porque ellos lo ven con naturalidad y como normal comportamiento que exigen las importantes funciones y órdenes militares que realizan cuando, unas veces deben hacerse a la mar surcando las aguas en sus continuas singladuras por mares y océanos procelosos, así como las difíciles y peligrosas misiones que realizan los profesionales del ramo que diariamente deben vigilar y guardar los profesionales del ramo en las aguas y costas españolas, al que debo aclarar que, por supuesto, en mi caso, no pertenezco.