Llegó la campaña electoral y a la clase política le empezó a dar miedo el ciudadano. Sobre todo a quienes mandan que son precisamente los que ahora repiten. A ellos, por responsables de la gestión política, les empezó a dar miedo la justicia popular, que es la que representan esos vecinos capaces de increpar al alcalde porque su barrio no está como se prometió.
Por eso, por ese pánico al ciudadano, no vieron ustedes en campaña a Vivas y compañía pateándose los barrios. Su equipo de campaña hacía lo que los demás: enviar las fotos de sus recorridos por los barrios con la leyenda de que todos les han aplaudido por miedo a que se capte la verdad.
Los pícaros aprendieron esto hace tiempo, cuando los seguimientos de la prensa se transformaron en una mera recepción de notas con foto incluida para que se publique lo que el partido quiere, no la realidad. Así no hay abucheos ni menosprecios, solo fotos de grupo de todos los integrantes del partido con sonrisa de anuncio y mensaje de que todo marcha bien.
Tras ese miedo al ciudadano se pasó a los resultados. Y de los resultados al olvido. Hace mal el alcalde en no recordar sus miedos y promesas, hace mal el alcalde si termina reduciendo sus visitas a cuatro paseos por el centro.
Hace mal el alcalde si olvida todo lo que vio en campaña y todo lo que le avergonzó.
Tiene equipo y tiene gente que lo cobra, lo cobra por trabajar no por salir en la foto, lo cobra por atender las quejas de los barrios y por comprobar que las infraestructuras comunes no están como deben.
No podemos tener los pavimentos resbaladizos de siempre, las aceras rotas, las barandillas destrozadas sin que el apuntador tome nota y lo arregle.
Vivas puede afrontar la próxima legislatura como un alcalde amnésico que no tenga en cuenta lo que vio, comprobó y le avergonzó. O puede empezar a organizar con los mimbres que tiene una campaña de atención exclusiva al ciudadano que es en definitiva a quien se debe y por quien debe mirar para que en pleno 2023 a uno no le dé vergüenza pasear por su propia tierra.