Septem Nostra ha vuelto a denunciar la tala indiscriminada de árboles en Ceuta. No es la primera vez que lo hace, temo que tampoco será la última. La administración permanece impasible ante situaciones de este tipo, su inacción es motivo de crítica popular pero también de reproche hacia quienes tienen la obligación de perseguir cualquier tipo de atentado contra la naturaleza. Este lo es.
Si revisan en la hemeroteca de este periódico podrán encontrar cuantiosas denuncias realizadas sobre las auténticas barbaries que se producen. No hay conciencia ecologista, esa es la clave para matar especies de todo tipo, para no cuidar lo que tenemos, para despreciar el patrimonio natural del que deberíamos estar disfrutando y que debemos conservar por deber moral ante las generaciones venideras.
No reprochar talas de este tipo significa ampararlas. Y eso es lo que hace la administración cuando sigue permitiendo que se lleven a cabo estas prácticas. Poco a poco el cemento nos invade y nos domina. Ya nos cargamos en su día parques como el de San Amaro y nos hemos ido cargando espacios verdes comunes sin miramiento.
La denuncia de mi apreciado José Manuel Pérez Rivera no puede quedar en la queja de un apasionado defensor de nuestro patrimonio sin efectos. Los debe tener. No es cuestión de que socialmente nos pongamos farrucos y colapsemos a denuncias el ámbito judicial, pero algo se tiene que hacer para que cambie esta mentalidad con la que además nos estamos cargando el planeta.
¿Habrá reacciones? Debe, de no haberlas se tiene que provocar una acción en cadena para obligarlo.