Debe ser que los ciudadanos vemos fantasmas. Debe ser que la realidad captada no es tal. Debe ser que nos quejamos por gusto. Debe ser tantas y tantas cosas... Porque no es normal que a estas alturas no haya habido una comparecencia oficial para dar una explicación convincente sobre el desastre de la OPE. Desastre que debería ir en mayúsculas porque lo que ha sucedido esta semana es bochornoso, tanto que ha dejado sin sentido cualquier reunión de corte oficial que se nos anuncia para ‘vendernos’ que todo funcionará como debe. Las familias de marroquíes que eligieron la ruta Ceuta para marchar a sus países se toparon con una frontera desastrosa, con un país que ralentizó cualquier tipo de pase, con un colapso de vehículos patera que desestabilizó cualquier control posible. Pero se toparon también con una ciudad incapaz de reaccionar ni el primer día, ni el segundo, ni el tercero. Incapaz de activar los servicios de emergencias para que se repartiera agua a las familias que estaban al sol, para que se pudiera atender a sus niños pequeños, para disponer de un toldo o servicios básicos para una mínima higiene. La Delegación del Gobierno ni tan siquiera ha dado la cara mientras que la Ciudad sigue viviendo en su mundo feliz ajeno a la realidad del día a día, negando las evidencias que los demás captamos, grabamos y publicamos. Lo peor no es la ineptitud de unos o de otros, sino la imagen tan nefasta que ha ofrecido la ciudad y las consecuencias que tendrá en un futuro inmediato en el ranking de posiciones que estaba nuestro puerto. Al tiempo.