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La academia Allegro cerró ayer el curso con un gran espectáculo de música y danza que estuvo compuesto por danza española, escuela bolera y flamenco
Muy lejos comienzan a quedar esas exhibiciones de fin de curso de hace unos años cuando las escuelas preparaban uno números entre sus alumnos que conformaban una función de bailarines que comenzaban, estaban aprendiendo. Ahora cuentan con una formación y las escuelas con una experiencia y unas tablas que proyectan en el número final. Aunque son variadas las demostraciones que ofrecen a lo largo del año, ésta, la última, podría decirse que es la prueba de fuego y en ella despliegan todo su arsenal. Es por ello que se han convertido en verdaderos espectáculos de compañías amateur que lejos quedan de simples escuelas de una pequeña ciudad. El de ayer siguió esta línea que han marcado en semanas previas sus antecesores y, podría decirse que el listón lo dejó, incluso, más alto. Porque Allegro ofreció un espectáculo cargado de belleza y virtuosismo que hizo del baile más añejo y, en parte, algo maltratado en el nuevo siglo, una verdadera función renovada que recupera todo nuestro folclore en la danza.
El Revellín ‘reventaba’ minutos antes del inicio, todas las localidades vendidas y muchos con la miel en los labios por no llegar a tiempo. Mientras, entre bastidores, nervios, marcaje de pasos y mucha, mucha, emoción para presentar un espectáculo en el que han depositado todas sus fuerzas, ganas y esperanzas por una disciplina sobre la que proyectan pasión, y todo eso sin distinción, desde los más pequeños hasta los más adultos y curtidos. Son sensaciones que, cuando se disfruta, no se pierden nunca.
Y cuando se hizo la oscuridad, y el silencio arrancó un portentoso número que daba signos de la hora que quedaba por delante. Se ciñeron luces que tiñeron de España, su cultura y su folclore a la danza. Y con la disciplina de danza española arrancó un número cargado de energía que dejaba un halo de vigencia y frescura de esta disciplina de baile. Con aires renovados pero con la esencia y los cánones del pasado se presentó un espectáculo que ahondó en lo más profundo de nuestras raíces, dotado a su vez de gran rigor y precisión. De danza española y escuela bolera se disfrutó en la primera parte de la sesión, en la que músicos, a la guitarra, y bailarines se ganaron al público desde el instantes en que pisaron el escenario. Números todos ellos a destacar por su precisión tanto de los músicos como de las bailarinas, quienes demostraron conocer los recursos para provocar la emoción entre el público. Electrizantes sevillanas boleras, pasodobles o malagueñas dejaron muestra de una correcta técnica de pies y de un gran control del estilo.
Y con un homenaje a Cádiz arrancó la segunda parte del espectáculo. Una guiño a una provincia que, como señalaba la directora de la Academia, Natalia Cabezón, está cargada de magia y tiene “mucho que ofrecer”. Y el flamenco más puro inundó el Revellín con seguiriyas, tangos y alegrías. Destacó también el diseño coreográfico y una narrativa dinámica y ágil, sin olvidar un elaborado y majestuoso vestuario.
La academia revivió a través de movimientos artísticos del siglo pasado nuestra danza más arraigada para cerrar con ecos de España un año notable.