El primero en entrar fue José Pedro y tampoco daba crédito, mientras los demás llegaban e intentaban subir yo ya había saltado y salido corriendo, tenía que avisar a los demás. Mi corazón palpitaba más rápido de lo que una carrera al trote podía provocar, pero lo que acaba de ver era completamente inesperado, buscaba un lienzo de muralla y sin embargo me había topado con un arco completo. Creía que el grupo iría aún por los jardines, pero cuando salí de las bóvedas y no los encontré supe que tenía que seguir mi carrera hasta la cubierta, intentando no alarmar a los bañistas que disfrutaban del sol y de la piscina. Tras alcanzar la cubierta y localizar a Fernando, me miró casi asustado.
-¿Qué pasa Carlos, por qué corres?
Con la respiración entrecortada le respondí.
- Ven Fernando, hemos descubierto una puerta omeya.
- Carlos déjate de tonterías que es muy tarde, aún tenemos que terminar la visita a la cubierta y ya nos están esperando para comer abajo.
Le miré a los ojos y le dije muy seriamente.
- Fernando ven ahora mismo conmigo.
En ese momento, dejó el grupo y me acompañó hasta la antigua sala de billar donde esperaban Antonio, José Pedro, José Manuel y José María, cuyas caras de felicidad era patente. Fernando se dirigió a José Manuel y le preguntó qué pasaba y este le contestó.
- Métete ahí adentro con la linterna.
Poco a poco fueron llegando más participantes de la visita y todos coincidían en lo mismo al ver cómo estaba ejecutado ese arco y cómo tenía continuación por ambos lados, uno de ellos con un lienzo de muralla construido con el mismo tipo de piedra ostionera; se trataba de una puerta de salida de la ciudad. Mientras algunos investigadores intercambiaban opiniones, nosotros empezábamos a discutir bajo la cúpula los siguientes pasos que teníamos que dar, porque ese descubrimiento tenía un alcance más allá de nuestra ciudad; antes de convocar una rueda de prensa tendríamos que pedir una audiencia al presidente de la Ciudad para explicarle el alcance del descubrimiento; sería necesario realizar fotografías y hacer un levantamiento que acompañara el informe que José Luis Gómez Barceló iba a remitir a la Real Academia de la Historia... Una vez fuera nos dirigimos hacia la terraza del hotel para almorzar, pero en una de mis idas y venidas, me crucé varias veces con el Delegado del Gobierno en el vestíbulo, ante tanto movimiento me preguntó:
- Carlos, ¿qué pasa que os veo tan alterados?
-Acabamos de descubrir un puerta de época califal, posiblemente la puerta de entrada a la ciudad durante el siglo X.
En ese momento no presté atención a su contestación, fue más tarde durante la comida y un poco más sosegado, y no me lo podía creer porque me dijo:
- Tened cuidado a la hora de anunciar el descubrimiento a ver si le vais a dar argumentos a Marruecos para reclamar la ciudad.
Tenía que haber tenido más reflejos y contestarle que el Califato Omeya de Córdoba era de origen sirio y sus enemigos eran precisamente los que ocupaban los territorios del actual Marruecos así que en lugar de ocultar el hallazgo había que comunicarlo.
No pudimos prolongar la sobremesa porque aún nos quedaban dos conferencias programadas, pero la alegría era inmensa, éramos conscientes de haber vivido un momento único y además lo habíamos compartido con múltiples amigos venidos de otras ciudades, amantes todos ellos de las fortificaciones.
Los días posteriores al descubrimiento
Al día siguiente nos recibió el presidente de la Ciudad, Juan Jesús Vivas, e intentamos (Adolfo, Fernando, José Luis y yo) explicarle la importancia de lo descubierto, haciendo hincapié en que era un hecho histórico y que no ocurría todos los días, ni en Ceuta ni en el mundo. Le trasladamos también las dificultades que iba a entrañar su estudio, ya que se encontraba en el interior del Parador y no tenía un acceso independiente, por lo que seguramente íbamos a encontrarnos con un doble obstáculo. Sin embargo Adolfo insistió en las herramientas administrativas con las que contaba el Ayuntamiento, puesto que las competencias de cultura estaban transferidas y las Murallas Reales estaban clasificadas como Bien de Interés Cultural, así que era la Ciudad Autónoma quien ostentaba el poder para decidir cómo se actuaba y cuándo, Paradores de Turismo, aunque dependiera de la Dirección General de Patrimonio del Estado, no podía oponerse. Sin embargo todos sabíamos que la investigación e intervención en el interior del hotel y de las murallas iba a suponer un desafío administrativo.
El mismo sábado por la mañana, tras el encuentro en presidencia, intercambié impresiones con José Pedro Pedrajas y mencionamos los huecos en la muralla portuguesa que se veían desde el otro lado del foso; la ventana que conducía al interior de la cúpula; la puerta tapiada con piedras cercana; la poterna que tenía cada uno de los orejones a nivel del mar. ¿Hasta dónde conducían las poternas, hasta el interior de los baluartes o hasta otros espacios ocultos en el interior de las murallas? Ya empezábamos a soñar con nuevos descubrimientos, pero lo que realmente nos movía era la curiosidad por saber más de unos espacios que no aparecían en los planos antiguos pero que evidentemente estaban ahí. Convenimos en que lo mejor era comprobarlo in situ, así que esa misma tarde nos pusimos los trajes de neopreno que utilizábamos para hacer pesca submarina y salimos desde la playa de la Ribera nadando en dirección al foso, un foso que ahora mirábamos de otra manera porque sabíamos que escondía otras fortificaciones y espacios en su interior. A la poterna del primer baluarte no pudimos acceder porque estaba tapiada, sin embargo hice esfuerzos por recordar lo que veía cuando de niño pasaba por allí cuando entrenaba en el club Los Delfines de piragüismo (que tenía un gimnasio bajo el puente Martínez Catena). Tuvimos que dirigirnos a la segunda poterna que sí estaba abierta. La marea estaba alta y ayudó a que pudiéramos acceder más fácilmente ya que el agua entraba dentro. No se veía mucho pero pudimos quitarnos las aletas y adentrarnos aún más, hasta que vimos que se trataba de una especie de excavación en roca pero bastante disgregada, sabíamos que las filitas se caracterizaban por su capacidad de disgregarse en contacto con el aire y con el agua, razón por la que se observaban desprendimientos que iban reduciendo cada vez más el espacio hasta que no pudimos continuar y tuvimos que darnos la vuelta. Estábamos bastante decepcionados por no haber encontrado nada, pero al menos la pregunta que nos hizo llegar hasta allí seguía sin respuesta, ¿cómo se accedía a las poternas desde el interior de las murallas?
La “aventura” por el foso no terminó ahí, cuando volvíamos nadando a la playa, una zodiac de la Guardia Civil nos estaba esperando tras el puente y al acercarnos uno de los buceadores nos dijo:
- Tú y tú, subid a la zodiac. ¿Nos queréis explicar qué cojones hacéis buceando por el foso si está prohibido?
Miré a José Pedro a ver si él hablaba, pero no lo hizo, así que me tocó a mí.
- Si os contamos la verdad no vais a creernos.
- Inténtalo -me inquirió el guardia.
- Somos arquitectos, él trabaja en el ayuntamiento y ayer descubrimos la puerta de la ciudad del siglo X dentro del Parador, justo detrás de la ventana que veis en la muralla, de hecho poco después del descubrimiento me encontré con el Delegado del Gobierno en el hotel y le comenté lo que habíamos encontrados porque era un acontecimiento importante para Ceuta. Así que con la emoción José y yo nos dijimos que quizás las poternas nos llevarían a otros espacios desconocidos hasta ahora.
No tenía ni idea de cómo iban a reaccionar, pero era la verdad. Al final, en tono conciliador nos dijeron.
- La próxima vez avisadnos y os acordonamos el foso para que podáis inspeccionar las murallas sin que corráis peligro con la navegación de las embarcaciones.
Nos echaron al agua y volvimos a la playa, decepcionados, sin haber encontrado nada.
El lunes 1 de julio el director del Parador, a pesar de todo el revuelo montado unos días antes, nos dejó entrar de nuevo en el “trastero” gracias a la amistad que tenía con Adolfo, un espacio que había pasado a denominarse Puerta Califal. Con Fernando Villada, José Luis Gómez Barceló y Adolfo Hernández queríamos hacer fotos y un levantamiento a modo de croquis para poder utilizarlos en el informe que íbamos a presentar al presidente y a la prensa local y nacional. Lo más difícil del levantamiento no fue trabajar en un espacio repleto de muebles sino trabajar en un lugar que se creía desaparecido y que a veces tenías la sensación como si hubieras viajado en el tiempo.
Continuará