“La estrecha relación de Medina Sabta con un gran número de importantes santos explica que esta pequeña península situada en la “confluencia de los dos mares” haya sido considerada un importante lugar sagrado para los musulmanes”
De la extensa lista de sabios y santos que vivieron en la Ceuta medieval islámica podemos destacar a cuatro ceutíes de nacimiento: Qadi Iyad (1083-1149), al-Idrisi (1100-1165), Sidi al Abbas al-Sabti (1130-1205) y Abu al-Qasim al-Sabti (1297-1359). Otros grandes pensadores vinculados a Ceuta no nacieron aquí, pero residieron durante un tiempo en Medina Sabta, como el murciano Ibn Sab`in (1217-1270). Tampoco podemos olvidar a los grandes personajes de la época que frecuentaron Ceuta para aprender de los grandes sabios de esta tierra, como el gran Ibn al-Arabi (1165-1240). El célebre pensador y místico murciano tuvo varios maestros en Medina Sabta, entre ellos Ibn Quzmān, un sufí que había alcanzado el grado del «azufre rojo» y era poseedor de una gran baraka. Según nos explicó Fernando Mora -un reputado especialista en la vida y el pensamiento de Ibn Arabi- el azufre rojo (Kibrīt al-aḥmar) es el más elevado de los rangos a los que puede aspirar un místico islámico.
Sidi al Abbas al-Sabti nació en Ceuta en el 1130 y permaneció en su ciudad natal hasta la edad de quince años. Tras esta primera etapa en Ceuta se trasladó a Marrakech donde impartió clases de aritmética y gramática. Su familia le vino por el ejercicio de la caridad y la pobreza voluntaria. Con un simple hábito de lana recorría las calles de Marrakech animando a la gente a ser generosos y fieles musulmanes (Luque Gallegos, 2017: 110). Según recogen algunas crónicas de la época pasaba buena parte de su tiempo en una gruta cercana a un manantial localizada en las inmediaciones de Marrakech. Esta costumbre parece que la adquirió en Ceuta. Se dice que en las inmediaciones del santuario dedicado a su figura en la falda sur del Monte Hacho existía una gruta, ahora inundada por las aguas, donde el santo ceutí se retiraba a orar y meditar (Luque Gallegos, 2017: 111-112). Lo cierto es que hace unos años descubrí en las inmediaciones del santuario una antigua mina de hierro y cobre en parte inundada por el mar. No sabemos si esta galería fue excavada aprovechando alguna gruta natural marina y pudo ser la que sirvió de cenobio para el santo ceutí. Aún más cerca del santuario, en otra mina de hierro de época moderna, algunos musulmanes, sobre todo mujeres, depositan en la entrada, o bien en el interior, distintos tipos de ofrendas, entre las que abundan las velas. Todo ello lo hacen con la esperanza de que la baraka del santo Sidi al Abbas al-Sabti cure sus dolencias, su infertilidad o atienda sus solicitudes de ayuda.
La baraka de Sidi al-Abbas al-Sabti era considerada tan fuerte que en los siglos XV y XVI, y posiblemente antes, su santuario acogía populosas romerías y peregrinaciones (Gómez Barceló, 1989: 329). De estas celebraciones daba cuenta Jerónimo de Mascarenhas en su “Historia de la Ciudad de Ceuta”:
“En una playa de la Almina permanecen unas piedras, donde en tiempo de los moros un Morabito, q´entre ellos estava en reputacion de Santo, llamado Cid Belabes Ceitil, hazia la Salá. San tan veneradas de aquellos barbaros, q´todos los navios de Moro q´passan el estrecho encienden luminarias, i ofrecen azeite luego q´descubren este sitio” (Mascarenhas, 1995: 25).
La estrecha relación de Medina Sabta con un gran número de importantes santos explica que esta pequeña península situada en la “confluencia de los dos mares” haya sido considerada un importante lugar sagrado para los musulmanes. Cuenta algunos musulmanes ceutíes que, hasta hace no muchas décadas, los fieles que entraban en la ciudad desde Marruecos se descalzaban al pisar la tierra sagrada de Ceuta.
En cuanto a los sabios que nacieron o vivieron en Ceuta, la figura que me ha suscitado más interés y curiosidad es el pensador y místico Ibn Sa´bin. Como muchos murcianos del siglo XIII, Ibn Sa´bin se vio obligado a abandonar su tierra debido al rápido avance de la reconquista cristiana y a buscar refugio al otro lado del Estrecho. Ceuta se benefició de esta inmigración forzada con la llegada de altas personalidades de al-Andalus, pero también sufrió graves dificultades para acoger a un importante contingente de población procedentes del sur de la Península Ibérica. La atractiva personalidad de Ibn Sa´bin creó en torno a sí un ancho círculo de seguidores, llamados los sab’înîyûn, que profesaban la pobreza voluntaria (Ahmed Oubali, 2017: 708).
Se dice que en las inmediaciones del santuario dedicado a Sidi al Abbas al-Sabtien en la falda sur del Monte Hacho existía una gruta, ahora inundada por las aguas, donde el santo ceutí se retiraba a orar y meditar
Su comentado atractivo personal no pasó desapercibido para una rica mujer ceutí con la que se casó y tuvo un hijo. Su esposa le construyó un cenobio al que retiraba con frecuencia con el propósito de entrar en contacto con la divinidad. Su aspiración era llegar a ser un profeta y en su camino fue reconocido como Polo de la religión de la religión, “Qubb al Din”. Si a esto le unimos el sobrenombre que se le dio de Ibn da`ra (hijo del círculo), Ibn Sabin sería el centro de un círculo sobre el que se apoya un polo o Axis Mundi capaz de poner en comunicación el inframundo, la tierra y el mundo celestial. En palabras de Ángel Alcalá (2016: 265), el hijo del círculo que encarna Ibn Sa`bîn es “aquel que se reconoce microcosmos a imagen y semejanza del macrocosmos, y que al despertar la conciencia de sí, despierta una luz justo en su centro, desde donde despliega con su compás una circunferencia exacta, a imagen y semejanza de los mapas celestes, para que la geometría perfecta del universo se refleje en aquel que despierta su llama de fuego, y la hace crecer con el soplo del espíritu” (Alcalá Malavé, 2016: 266).
Los “hijos del círculo” aplicaban la magia talismánica para defender a sus ciudades de “los hijos del ángulo”, como advirtió el alquimista granadino Abu Ismail Abdullah As-Shamsi en el siglo XV (Alcalá Malavé, 2016: 267). Es muy probable que Ibn Sa`bîn conociera y practicara la magia talismánica. Sabemos que contaba con un ídolo pétreo que, por la descripción que conocemos del mismo, debía parecerse con el betilo que encontramos en la intervención arqueológica en la calle Galea. En el transcurso de esta excavación dimos con una gruta sagrada, situada en el centro del Ceuta, en cuyo interior se practicaron ritos de magia talismánica. Asociado a este contexto arqueológico recuperamos un talismán de plomo con la representación de la Gran Diosa.
Entre los discípulos de Ibn Sa`bîn destacó el poeta gaditano Shoshtarî (668/1269). En uno de sus poemas estableció la genealogía espiritual de los sab’înîyûn. En esta relación de ascendentes de este grupo sufí figuran el persa Sohravardî y el murciano Ibn ‘Arabî, al mismo tiempo que reivindicaban su estrecho vínculo espiritual con Hermes y, por tanto, con la tendencia de los ishrâqîyûn (Corbin, 2000: 514). La vinculación de Ibn Sa`bîn con el hermetismo y la alquimia ha sido subrayada por Angel Alcalá en su obra “La alquimia en al-Andalus” (2016). Para el mencionado investigador, Ibn Sa`bîn “es el sabio más interesante del siglo XIII” (Alcalá Malavé, 2016: 265). Ibn Sa`bîn practicó la alquimia vegetal y mineral y poesía una intensa baraka.
BIBLIOGRAFÍA:
Breton, A. (2019): El arte mágico, Girona, Atalanta.
Corbin, H. (2015): Acerca de Jung. El buddhismo y la Sophia, Madrid, Ediciones Siruela.
Mascarenhas, J. (1995): Historia de la Ciudad de Ceuta, Málaga, Editorial Algazara e Instituto de Estudios Ceutíes.
Ocaña, O; Ramos, A y Templado. J. (2009): Los paisajes sumergidos de la región de Ceuta y su biodiversidad, Ceuta, Fundación Museo del Mar de Ceuta.