Me preguntaba hace unos años en estas mismas páginas qué se celebraba en el 1º de mayo. La respuesta, entonces como ahora, sigue siendo la misma. Todo depende de para quién. Por ejemplo, para la Iglesia católica se trata de la festividad de San José Obrero, fiesta instituida por Pío XII el 1 de mayo de 1955. Para los pocos países comunistas que quedan, una oportunidad para demostrar su poderío militar. Para los sindicatos de los países en vías de desarrollo, un día de reivindicación y lucha. Para los sindicatos de algunos países desarrollados, un recordatorio del Día Internacional del Trabajo, que instituyó en 1889 la Segunda Internacional en memoria de los Mártires de Chicago.
Para resolver la cuestión quizás sea útil recurrir al sentido profundo del Primero de Mayo, que no es otro que el de la dignidad de los trabajadores. Palabra que se recoge ya en la mayoría de las legislaciones, pero que en la práctica sigue sin respetarse en una gran parte de países y colectivos. Este asunto, a su vez está relacionado con los sindicatos, como organizaciones que se han creado para defenderla. La Constitución Española dedica los artículos 7 y 28.1 a proclamar, entre otras cosas, que los sindicatos de trabajadores y las asociaciones empresariales contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos que le son propios.
Por tanto, celebrar el primero de mayo está relacionado con la defensa de la dignidad de los trabajadores y trabajadoras, y, también, con la promoción de las organizaciones que contribuyen a esta defensa. Y esto es así porque el sindicato tiene como objetivo fundacional, defender a los trabajadores asociados o afiliados al mismo. Y para ello se dota de dos instrumentos fundamentales, que además están reconocidos y protegidos legalmente: La negociación colectiva y la huelga. Pero además, el sindicato no solo representa y defiende a los trabajadores como individuos, sino como clase social. Esta es la razón de ser y la esencia del sindicalismo. La defensa de los intereses de la clase obrera.
Seguí con mucho interés el debate en el congreso de los diputados del pasado jueves, para la convalidación del Real Decreto del Plan Nacional contra los efectos de la crisis económica. Me quedaron claras varias cuestiones. La primera. Que la ultraderecha española de VOX son unos canallas, unos deslenguados y unos fascistas peligrosos, que hay que combatir. No solo están en contra de los sindicatos de clase, de los derechos de la mujer, de los derechos de los homosexuales o de los emigrantes. El colmo de la desfachatez se produjo cuando toda una abogada del Estado, Macarena Olona, que pretende ser presidenta de los andaluces, acusó directamente a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet de “prostituir” la institución que presidía, sabiendo que no podría defenderse. Segunda. Que el Partido Popular del nuevo líder Feijóo sigue siendo el mismo de Casado y lo que les interesa no es el bienestar de los españoles, sino sus bastardos cálculos electorales.
En un magnífico artículo que publica Miguel Ángel Heredia en Público, se resume con mucha claridad lo que estuvo a punto de conseguir el Partido Popular de Feijóo, junto a la ultraderecha de VOX y al voto de los independentistas catalanes, si no se hubiera aprobado el Decreto de medidas anteriormente citado. Que la gasolina volviera a costar 20 céntimos más. Que el IVA de la electricidad subiera del 10% al 21%. Que el alquiler subiera hasta el 8,4%, en lugar de estar limitado al 2%. Que se perdieran 10.000 millones de fondos ICO. Que se perdieran los 1.000 millones de inyección a transportistas. Que se eliminara el aumento del 15% del Ingreso Mínimo Vital.
Por tanto, desde un punto de vista doméstico, la situación política del país nos ha de llevar, necesariamente, a seguir celebrando el Primero de Mayo y a defender la dignidad de los trabajadores y la existencia de las organizaciones que los representan. Pero es que a nivel internacional, la situación nos debe llevar a una conclusión parecida, pues, contrariamente a lo esperado, junto a la globalización y ampliación del comercio internacional no ha ido de la mano la extensión de los derechos laborales a todos los trabajadores. La multiplicación de colectivos a nivel internacional que carecen de derechos, o que se les somete a una precarización en sus relaciones laborales insoportable, es un hecho cada vez más palpable. La competencia económica feroz desatada a nivel internacional está ocasionando, también, un retroceso tremendo en los derechos laborales de los países más desarrollados. Cuestiones como la jornada laboral, la estabilidad en el puesto de trabajo o los salarios dignos, que parecían derechos consolidados, cada vez más, son objeto de ataques y de reformas, con el único objetivo de aumentar el beneficio de las empresas.
A lo anterior hay que añadir, los devastadores efectos del cambio climático, o de las distintas guerras. La más cercana y reciente, la desatada por el dictador Putin en Ucrania. Según los expertos, los 12 retos a los que se enfrentará la humanidad en los próximos años son energía (accesible y sostenible para todos); medio ambiente (sostenible y equitativo); alimentos (suficientes y nutritivos para toda la humanidad); hábitats seguros; acceso equitativo al espacio; agua para todos; prevención de los desastres; gobernanza (participación equitativa de todas las personas en la gobernanza global); salud; enseñanza; prosperidad y seguridad. En ello están trabajando ya científicos, universidades y centros de investigación. Indudablemente, en todo esto, el mundo del trabajo y los sindicatos, como organizaciones genuinas del mismo, juegan un papel importantísimo.
La conclusión a la que podemos llegar es que celebrar el 1º de Mayo sigue siendo útil para la defensa de la dignidad y los derechos de las trabajadoras y trabajadores del mundo, que, en definitiva, son los que lo hacen moverse.