El pasado 22 de abril falleció en Nerja (Málaga) José Utrera Molina, a la edad de 91 años. Pepe Utrera, como sus amigos le llamaban, sufrió desde los 9 años, cuando le tocó vivir el horror de aquella fatídica guerra. Un hermano de su madre, Comandante de la Guardia Civil de Albacete, fue detenido y asesinado por las hordas marxistas, y un hermano de este, también militar, combatió en el Bando Republicano y, al final de la contienda, murió en el exilio. Jamás Pepe Utrera guardó odio o rencor a los que mancharon de sangre su familia.
Fue un hombre honrado a carta cabal, campechano, cordial, tanto con cualquier alto cargo como con el más humilde trabajador, siempre dispuesto a servir al prójimo, lo que le confería la honra porque, en su caso, la cita es muy expresiva “…Las honras no vale tenerlas, hay que llegar a merecerlas…”.
Firme a sus ideas y principios jamás impidió que otros tuviesen las suyas. En todos sus cargos fue un hombre servidor y especialmente con los más humildes. En sus cargos de Ministro hizo innumerables obras, aunque por desgracia la nefasta Ley de Memoria Histórica le retiró los títulos de Hijo adoptivo y la Medalla de Oro, y todo ello a pesar de que él no participó en la Guerra, pues solo tenía 9 años.
Sentía en su corazón la Milicia y, de la misma manera, fue nombrado Cabo Honorario de la Legión en el II Tercio de Ceuta, nombramiento del que él siempre presumía con orgullo.
Era crítico con esta etapa política que nos toca vivir, y así lo expresaba “…Algunos cargos políticos que tienen la obligación de defender el sentido de la libertad frente a tantos energúmenos y depredadores, se está arruinando su grandeza y ahí se alzan los instintos más bajos, los más despreciables, y se ve cómo se alzan como valores el deshonor, la deslealtad y el perjurio político y, finalmente, se comprueba cómo se expulsa de la historia con vilipendio a héroes y mártires…”.
Estando de Gobernador Civil en una provincia recibió una carta de un preso de la Prisión de Burgos, que cumplía condena de muchos años por ser Comunista, una carta desgarradora en la que indicaba que conocía por referencias su gran humanidad y, ante ello le pedía que pudiese estar con su madre, la cual estaba agonizando. Se presentó ante el Ministro de Justicia y dicho recluso pudo estar con su madre hasta que se dio la última paletada de tierra en su tumba. Tiempo después consiguió ser indultado. Aquel hombre se llama Benito Ruiz y vive hoy en Miguelturra, Ciudad Real.
Ha muerto un gran hombre, y su larga vida ha hecho realidad esta cita “…Los grandes hombres son como las más hermosas flores. Crecen a pesar del estiércol que echan sobre ellos los envidiosos y los imbéciles…” (Jules Barbey d'Aurevilly).