“Escuchábamos voces, gritos... ves las cabezas pero no sabes cuántos hay”. Al final eran 18 los subsaharianos que consiguieron entrar a nado la pasada madrugada.
De todos ellos 17 fueron rescatados por la Salvamar ‘Gadir’ y otro por la embarcación de la Benemérita. Pero había más. De ahí las dudas de este agente del Instituto Armado que con una expresión de preocupación apuntaba a lo que todos los frentes confirman ya: “Nos queda mucho verano y muchos problemas”. De acuerdo con las visiones de las cámaras térmicas de seguridad de la Benemérita, al menos 40 subsaharianos intentaron hacer lo mismo que estos compatriotas. Algunos desistieron en el camino y otros sí que fueron interceptados por las fuerzas de seguridad marroquíes cuando todavía estaban en tierra. La pregunta es: ¿y antes por qué no? La respuesta la deben dar ellos, ya que por la visión de las cámaras se detecta que ya en el agua no hubo actuación de Marruecos. En plenos preliminares de la llegada a Ceuta de la secretaria de Estado de Inmigración, Anna Terrón, Marruecos le recibía favoreciendo la permeabilidad de una frontera marítima, la del Tarajal, que se ha convertido en un auténtico colador.
Fuentes de la Guardia Civil advierten de lo extremadamente peligroso de estos rescates. Ayer se puso de manifiesto. La ‘Gadir’ esperaba a que la Benemérita le fuera entregando, en plena oscuridad, a los subsaharianos que iba rescatando. Actuaban ante el desconocimiento de saber realmente el número de subsaharianos que habían alcanzado las aguas españolas.
Ya pasadas las seis de la mañana, los rescatados eran trasladados al muelle de España, en donde la ‘Gadir’ dispone de su base. Los varones, en su mayoría procedentes de Costa de Marfil, llegaban en buenas condiciones de salud. Aún así la Cruz Roja se encargó de atenderles, entregando mantas, ropa seca, y realizando curas básicas ante los roces y heridas que presentaban algunos de los varones.
Tres meses dicen que llevaban ocultos en los bosques fronterizos, hasta que decidieron lo que ya en media docena de ocasiones han hecho otros subsaharianos: unirse, arrojarse al agua y, una vez en el mar, dispersarse. Así resulta más complicado que les detengan, pero también resulta más complicado el rescate. Ayudados de chalecos salvavidas y flotadores que se aferran a sus cuerpos con unas cuerdas, los subsaharianos optaron porque el 6-J fuera su día.
Una entrada de este tipo desestabiliza cualquier previsión y eso se vio en la falta de medios de que dispone la Policía Nacional. A las siete de la mañana llegaba al muelle el único vehículo que tenían disponible en ese momento, por lo que el traslado de los subsaharianos se fue llevando a cabo de manera gradual. ¿Calabozos para una primera identificación? Los del Tarajal estaban al completo, con los súbditos gambianos que han sido detenidos en el CETI para su traslado a la península con vistas a una deportación a su país de origen. En el resto de dependencias policiales la situación era similar, así que se tuvo que reaccionar conforme a los recursos de que se disponen.
La tranquilidad duró en la mar bien poco. A las nueve de la mañana y a pocas millas del Sarchal, la Benemérita localizaba una balsa playera, con una leyenda en la que reza que deben ir, por seguridad, no más de cinco personas. ¿Y cuántas iban? Nueve: entre ellas una niña de 3 años a la que acompañaba su madre. Se llama Gift Dauda, que en español significa regalo, y junto a su progenitora, Mercy, consiguió llegar a Ceuta. Al igual que los anteriores inmigrantes, éstos también eran francófonos. Guardia Civil y Salvamar pusieron en marcha el mismo protocolo, procediendo al traslado de los inmigrantes a la unidad ‘Gadir’ y de ahí hasta el muelle España.
Todo apunta a que la balsa playera había partido de la bahía sur, abriéndose en la mar para intentar no ser vista y viéndose arrastrada por la corriente hacia la zona del Sarchal. Ayudados de remos de plástico, sus ocupantes portaban chalecos salvavidas. Los compran por 30 dirhams. La balsa les cuesta más, unos 200 euros al cambio, multiplicando el precio por el que las venden en cualquier almacén ceutí.
Pero es que la ley del mercado es distinta al otro lado de la frontera y las víctimas son explotadas hasta en esto. Ya en el muelle España se repetía la misma historia. Llegaban los efectivos policiales, los sanitarios y cumplían el protocolo: comprobar que todos estén bien, ofrecerles los kits que llegan a Cruz Roja Ceuta desde los almacenes de Fuenlabrada en los que los guardan, y organizar su traslado al CETI.
Entre el grupo una imagen distinta. La de una madre, Mercy, junto a Gift, su hija, de tan sólo 3 años de edad, convertida en testigo directo de una travesía que han seguido otros niños de su edad, incluso bebés. En sus manos un chaleco salvavidas del que no se separaba, esperando los brazos de su madre, junto a la que escapó de los montes fronterizos en los que el asedio de los agentes marroquíes es brutal. Los subsaharianos hablan de tiros al aire, de perros enfurecidos buscando las cabañas que se hacen con plásticos recogidos del vertedero de Castillejos. Salir a por comida es una odisea. Si te sorprenden te detienen, y si te detienen te deportan. Y así vuelta a empezar, cada vez más difícil. Tánger y Tetuán están llenos: las pensiones, la famosa plaza de toros, los barrios marginales... los montes de Beliones y Castillejos, los que los subsaharianos llaman el grande y el pequeño, van recibiendo a los que abandonan esos núcleos. Por eso están siempre llenos.
En los campamentos hay hombres, pero también “mujeres y más niños, y embarazadas”, apunta un subsahariano. Él es de Costa de Marfil, pero también hay de Gambia, de Mali, de Guinea... ¿Número? No acierta a decirlo: los inmigrantes se concentran en grupos según nacionalidades y se esconden en los bosques, por eso lo que hacen unos no lo saben los otros.
Gift, con sólo 3 años, se ha convertido en la inmigrante más joven que consigue llegar a Ceuta en este año. Ahora será una de las más jóvenes acogidas, junto a su madre, en el CETI, que avanza a duras penas en la masificación que está sufriendo. No se ha alcanzado la cifra psicológica de los 600 -el tope que admite el centro del Jaral- pero poco queda. Y eso lo saben quienes allí trabajan, que buscan, a duras penas, la forma de hallar espacio para recibir a los nuevos. ¿Pero hasta cuándo? Ceuta registró ayer la entrada más numerosa de todo el verano, y en la misma franja horaria Melilla sufría similar presión al llegar otros doce subsaharianos en barcas hinchables. En el sur peninsular también saben de llegadas numerosas, todas por vía marítima, en uno de los veranos que apunta mayor presión.
La secretaria de Estado de Inmigración, Anna Terrón, pudo llevarse de vuelta a Madrid las imágenes de estas últimas entradas, auspiciadas por el vecino, que parecían una broma del destino con la que el reino alauí decidía recibir a la máxima responsable en inmigración del gobierno Zapatero.
En las dos últimas semanas las entradas por vía marítima han sido prácticamente diarias. Las balsas playeras previamente rajadas para que no vuelvan a usarse se apilan junto a los chalecos salvavidas y los flotadores en los contenedores de la base del Servicio Marítimo de la Benemérita y de la Salvamar ‘Gadir’. Las fronteras, mientras, se enfrentan a una permeabilidad más que evidente.
Los subsaharianos que ayer optaron por la vía de la presión a nado habían permanecido como mínimo tres meses en el bosque. Formaban parte de los grupos de inmigrantes que esperan al otro lado el momento idóneo para entrar en Ceuta. Algunos lo hacen en balsas y otros a nado. Ambas son vías arriesgadas y peligrosas, pero las siguen empleando. En junio se encontraron los cadáveres de dos inmigrantes y se rescataron a más de 120; unas cifras que apuntan cuál es la presión que soporta en la actualidad la ciudad. ¿En comparación con el año pasado? Hacerlo es caer en un error ya que las presiones son distintas al haberse producido entradas mucho más numerosas y en bloque que generan un mayor riesgo. Las fuerzas de seguridad cifran en miles los subsaharianos que hay en el norte marroquí.
lCruz Roja envió una ambulancia al muelle de España para atender a los inmigrantes, pero disponía de más efectivos en alerta ya que el aviso que habían recibido del 112 era que se esperaba la llegada de 40 subsaharianos. No estaban muy equivocados ya que ésos eran los que habían intentado el pase. En la misma ‘Gadir’ se atendió a los varones que dijeron encontrarse bien.