Carlos Rocha nació en Ceuta, vive en Málaga y trabaja en Granada. Pero no fue en ninguno de estos tres destinos donde pasó los últimos días. A sus 31 años, este joven ceutí y oftalmólogo de profesión despegó en la noche del 25 de junio rumbo a Boane, Mozambique. Lo hacía junto a otros nueve sanitarios en una misión voluntaria que aterrizó en suelo africano. Elena Barraquer, también oftalmóloga en Barcelona, fue una de sus acompañantes en este viaje. Además, es la directora de la Fundación que lleva su nombre y que cada año organiza estas misiones. Ha cumplido los 67 años y participa en "casi todos" los que planifica la entidad, cuenta el doctor Rocha; en ella ve una inspiración para otros profesionales que, como él, siguen la estela de su labor humanitaria.
En Mozambique colaboraron codo con codo con profesionales que trabajan a diario para combatir una de las principales causas de ceguera en todo el continente: las cataratas.
Puede sorprender a quien lo escuche, puesto que en España es rara —aunque no imposible— la ocasión en la que esta patología termina provocando la pérdida de visión. En África, donde los hospitales y los recursos sanitarios carecen de la tecnología que aquí permite atajar el problema, la catarata se ha convertido en una de las principales causas de ceguera. Y lo más dramático, recuerda Rocha, es que termina afectando también a la población más joven. "Mientras que en hospitales españoles me he encontrado con una media de edad en torno a los 60 o 70 años, tanto en Mozambique como en Senegal [donde viajaron el pasado año] hemos dado incluso con niños que nacen con cataratas". Aunque se desconoce exactamente el porqué, el oftalmólogo ceutí incide en que el perfil de enfermos rejuvenece una vez que cruzamos la frontera africana. Personas de entre 30 y 50 años eran frecuentes pacientes en consultas intensivas, en las que las horas se disolvían entre revisiones y operaciones.
Unas 400 cirugías de cataratas fueron las que realizaron estos diez médicos —acompañados de otros dos profesionales mozambiqueños— en tan solo cinco días. Una cifra que podría tildarse de desorbitada si se tiene en cuenta que, en un hospital español, pueden realizarse entre mil y tres mil operaciones al año aproximadamente, dependiendo de la capacidad del centro.
Ahora, Rocha deja la atención voluntaria en Mozambique para volver a su trabajo en el Hospital Virgen de las Nieves de Granada. Está seguro de que repetirá la experiencia el próximo año, en el que ya cumpliría su tercer viaje con la Fundación Elena Barraquer. Su padre Aurelio Rocha, con quien además comparte profesión —trabaja como oftalmólogo en el Hospital Universitario de Ceuta— ya realizó un viaje de similar a Chad; Carlos ve en él un estímulo que le animó a seguir desarrollando este tipo de labores en el extranjero. También lo fue Joaquín Fernández, quien dirige la clínica almeriense Qvision y le empujó a embarcarse por primera vez en una salida de la Fundación.
"Está claro que lo ideal sería que, más allá de una labor voluntaria puntual, pudiésemos conseguir trasladar el material, la tecnología y los recursos necesarios a estos países", afirma en declaraciones a este periódico. En sus viajes, los sanitarios españoles llevan sus propios equipos y los montan allí para trabajar; aunque asegura que trasladarlos definitivamentes no sería "tan sencillo como parece", principalmente por las labores de financiación, el mantenimiento y la formación a los oftalmólogos locales —cuyo ratio por habitante es mucho menor— en su uso. De momento, y hasta que otras soluciones sean posibles, la mirada de quien vuelve a ver los colores y las formas a su alrededor será el mejor de los recuerdos para estos médicos voluntarios.
VAYA ANGELES QUE SON TODOS
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