Pasados más de 20 días de la entrada de miles y miles de marroquíes en Ceuta, asombra/asusta la auténtica dejación de funciones en la que se está incurriendo a la hora de dar una solución a los adultos a quienes Marruecos no acepta. Tenemos una bolsa de personas a las que nadie pone cifra real. Porque no son los 4.000 que dijo Pablo Casado (aspirante a gobernarnos y que convierte el primer dato sin fundamento en algo verídico) ni tampoco son los cientos que nos quiere dar a entender la administración central. Tenemos un problema gravísimo porque para estas personas no se ha habilitado un lugar en donde puedan comer, dormir o asearse hasta que se desbloquee su futuro con Marruecos. Lo que la Delegación del Gobierno y el Estado no pueden hacer es lavarse las manos y dejar en manos de la caridad ciudadana el reparto de comida o el cobijo, porque llegará un momento en que esa caridad no podrá con todo y esas personas bloqueadas no podrán estar por más tiempo en recovecos convertidos en campamentos aleatorios. No es sano ni es decente.
La inmigración es competencia del Estado y como tal debe ofrecer soluciones. Pasados más de 20 días no lo está haciendo y tenemos a cientos y cientos de marroquíes pululando por la ciudad, sin cumplir con las normas sanitarias porque ni tienen medios para hacerlo, viviendo de la caridad y sin un control debido. Esto trae como consecuencia no solo la situación que ahora vivimos en cuanto a positivos covid y en cuanto a agresiones que los tienen a ellos mismos como principales víctimas, sino las que pueden producirse a corto plazo toda vez que nadie da soluciones y vemos que la situación no mejora.
Quizá deberíamos dejar de mirar a lo que pasó -contra la pataleta de Mohamed VI nada se puede hacer, será su propio pueblo el que deberá contestarle como debe y donde más duele- y centrarnos más en lo que tenemos, en las consecuencias y en lo que puede pasar.