Aunque el primer herido en 1957 fue el caballero legionario paracaidista Vicente Vila Pla, en agosto de dicho año, no lo fue en la guerra declarada oficialmente como ‘Operaciones Militares’. El primero fue en los ataques del 23 de noviembre de 1957, el tinerfeño Enrique Torres Rivero, nacido en San Cristóbal de La Laguna, que resultaría herido en la cabeza.
A pesar de que las autoridades españolas estaban al tanto de que se fraguaba un inminente ataque al territorio de Ifni, ello se confirmaría el 22 de noviembre de 1957, momento en el que un comerciante español establecido en Sidi Ifni llamado Remigio Pagan, era detenido cuando se dirigía a esta ciudad, en territorio de Marruecos, por elementos de las bandas armadas, próximo al puesto español de Tabelcut, y le fue confiscado el vehículo, obligándole a ir a pie hasta Tabelcut. Al llegar a este puesto español dio cuenta de la presencia de estos rebeldes y de lo sucedido. A pesar de esto, el general Gómez-Zamalloa ya estaba informado de un posible ataque, por una confidencia de un soldado indígena de Tiradores, el capitán Emilio Rosaleny (fallecido de coronel en Madrid).
Noble y valiente en la guerra y en la paz
Conocí a Enrique Torres Rivero allá por el año 1963. Al ver a un hombre joven ciego, vendiendo cupones de la ONCE, pregunté sobre la causa de ello, y de forma un poco confusa me dijeron que era debido a la guerra de Ifni la pérdida de lo más preciado del ser humano: la vista. Unos me decían que si fue efecto de una explosión, otros de disparos, pero a lo largo de todos estos años conseguí hablar directamente con él y a su vez investigar en documentos lo sucedido a este gran hombre tinerfeño.
Aunque el primer herido en 1957 fue el caballero legionario paracaidista Vicente Vila Pla, en agosto de dicho año, no lo fue en la guerra declarada oficialmente como ‘Operaciones Militares’
Enrique Torres Rivero nació en La Laguna en 1935, en el seno de una familia humilde. Desde muy joven supo en sus propias carnes lo que era la dureza del trabajo, lo mismo con un pico o una pala que de ayudante en carga y descarga de camiones. La nobleza que Enrique lleva en su corazón hace que se integre en sus ratos libres en un equipo de lucha canaria de Geneto. Un deporte que es digno de admirar, y que destaca entre todos ellos por su nobleza, con mayúsculas, y que sirve de ejemplo a todos los deportes. Prueba de ello es que cuando uno de los luchadores hace caer al suelo a su contrincante inmediatamente el vencedor tiende la mano y ayuda a levantar a su oponente.
Hoy después de 64 años, Enrique Torres Rivero, con esa nobleza que le caracteriza y la grandeza de su corazón, ha sabido llevar su vida adelante por las virtudes de un gran hombre que es
Este tinerfeño ha sabido granjearse, lo mismo en la guerra como en la paz, el aprecio y el cariño de sus compañeros, lo mismo con los de su reemplazo en 1956, en Sidi Ifni, que luego en su ciudad natal de San Cristóbal de La Laguna, la que abandonaba para cumplir sus deberes con la Patria, en el Grupo de Tiradores de Ifni, en la 21ª Compañía del mencionado grupo.
Una unidad militar, este grupo, que en su brillante historial militar suma en la pasada guerra sus bajas con 1.228 muertos, 3.656 heridos, Medalla Militar Individual a dos tenientes coroneles, seis capitanes, un brigada, siete sargentos y un soldado, además de la Medalla Militar Colectiva al 1º y 3º Tabor.
Heroísmo de un tinerfeño en el ‘Sector Sur’
Para comprender mejor el comportamiento de este grupo en los combates, y en especial el de este tinerfeño, copiado del historial de Tiradores de Ifni nº 1, así dice: “hacia las 08:00 horas del 23 de noviembre de 1957, cumpliendo órdenes verbales del general-gobernador del África Occidental española, confirmadas después por escrito de la 3ª Sección de Estado Mayor, nº 3.683-B del Cuartel General del Gobierno, ordena se desplieguen el Tabor II y IV del Grupo en servicio de vigilancia armada a lo largo de la posición defensora del ‘Plan de Defensa’, perímetro de Sidi Ifni, para prevenir cualquier ataque sobre la plaza”.
Según este historial del grupo, más adelante dice: “a las 18:00 horas del 23 de noviembre de 1957 se completa la vigilancia de la línea exterior por el Tabor Il y IV sobre el acuartelamiento, polvorín, barrios y laderas próximas al grupo. En los sectores norte y sur se han visto enemigos a distancia. Por la noche hay ligeros ataques del enemigo en el sector sur, resultando herido un soldado de este grupo por disparos de arma automática, el soldado de la 21ª Compañía Enrique Torres Rivero, que es inmediatamente evacuado al hospital de la plaza”.
Las heridas recibidas por este tinerfeño en el cráneo, ocasionadas por los disparos del enemigo, le produjeron la pérdida de la vista en ambos ojos, y tras las primeras curas en Sidi Ifni era evacuado por vía aérea en avión militar del Ejército del Aire a Gando, y a continuación ingresado en el Hospital Militar de Las Palmas.
Junto con este tinerfeño eran evacuados el teniente de Tiradores, natural de Las Palmas de Gran Canaria, José Alvarado Sánchez, el paracaidista de Telde, José Lorenzo Ceballos y los legionarios Emiliano Muñiz Cabrera y José Bocanegra San Félix, heridos todos ellos en los enfrentamientos en el combate del 23 de noviembre de 1957 contra las bandas rebeldes del Ejército de Liberación Marroquí.
Aquel ataque a la ciudad de Sidi Ifni pudo haber provocado una auténtica carnicería, lo cual se evitó gracias al heroísmo y coraje de los soldados de Tiradores de Ifni, como así lo narra este periodista: “a las 7 de la mañana del 23 de noviembre se inician los primeros tiros contra el depósito de Artillería, lo que produce la muerte de un soldado de Artillería y algunos heridos, mientras que la Compañía Local del Grupo de Policía abate a dos indígenas en las inmediaciones del Río Ifni y con ello, la natural preocupación se impone en el resto de la población, con enérgicas medidas de seguridad. Los tiradores ocupan las posiciones adecuadas. La actuación heroica y eficaz del Grupo de Tiradores no sólo impidió cualquier penetración, sino que hizo prisioneros a casi todos los atacantes, y rechazó en todos los frentes al enemigo, huyendo en desbandada la masa de acompañantes que venía a presenciar el espectáculo”, Ramiro Santamaria Quesada, periodista.
Hoy, después de 64 años, Enrique Torres Rivero, con esa nobleza que le caracteriza y la grandeza de su corazón, ha sabido llevar su vida adelante por las virtudes de un gran hombre que es, tal como así lo escribió este poeta y dramaturgo francés: “la grandeza de un hombre no se mide por su estatura: su medida es la cantidad de inteligencia y de virtud que posee”, Víctor Hugo.