Los pacientes oncológicos denuncian que todavía no se les haya incluido en los grupos de vacunación prioritaria y desconocen si van a recibir la primera dosis en los próximos meses. “Somos pacientes que estamos casi todo el día en hospitales, viajando, y estamos muy expuestos”, argumenta Nuria Sarria Verdugo, de la Asociación Ceutí de Mujeres Masectomizadas (ACMUMA). La entidad, asegura, ya se ha puesto en contacto con el Ministerio de Sanidad para solicitar información y exponer sus circunstancias, aunque no han recibido respuesta.
“Entre 150 y 200 personas estamos en tratamiento ahora mismo. Aparte hay muchos vulnerables que o acaban de terminarlo o van a empezar”, indica Nuria Sarria, que insiste en que se refiere a todo tipo de pacientes oncológicos y no solo a quienes sufren cáncer de mama. Muchos deben acudir a distintos hospitales varias veces al mes –al menos cuatro en el caso de Sarria–, lugares que reciben a enfermos de covid. Y, además, para trasladarse a estos centros han de tomar un ferry o helicóptero.
Por la agresividad de algunos tratamientos, les disminuyen las defensas: “Somos como esponjas, lo cogemos todo”.
El miedo que les provoca el contagio, alega Nuria Sarria, les conduce a vivir casi como si estuvieran confinados en sus domicilios. “Ya de por sí de lo que tenemos que estar pasando psicológicamente, una situación en la que hay gente con metástasis, que está con tratamientos con efectos secundarios… encima tener que estar prácticamente encerrada”, comparte la socia de ACMUMA.
Los pacientes oncológicos, denuncia, viven “completamente asustados” y sin vida social. Han reducido el contacto con sus amigos y familiares y Sarria, cuando tiene que salir a la calle, al volver a casa se va “corriendo a lavar la ropa”. Ella recibe quimioterapia y radioterapia e intenta dar paseos por entornos naturales; cuando se tiene que proteger con mascarilla, al andar siente que se ahoga.
Este estado de reclusión tiene repercusiones psicológicas, lo que los deja aún más expuestos. El bienestar emocional influye en el sistema inmunológico; esta soledad, la falta de contacto físico, puede disminuir sus defensas.
Además, explica Nuria Sarria, este miedo se extiende a su círculo íntimo: “Tengo un hijo adolescente que no quiere tener contacto con nadie en el colegio, va con su mascarilla, vuelve, y de casa no sale porque tiene miedo por su madre”.
Del mismo modo, lamenta Sarria, su marido no va “ni siquiera a desayunar a la calle” para evitar contagiarse.can