Hace bastante que venimos analizando la situación claramente cambiante del medio audiovisual, y complicada en lo que se refiere sólo a la parte que atañe al cine convencional. Ahora que las cosas son distintas, permitámonos el contraste de homenajear a un icono de otros tiempos dorados, de ese cine que parecía inmortal; porque tenemos que hacernos eco de la muerte de Christopher Plummer, un actor de categoría infinita, modales a la antigua, presencia en el escenario, en la pantalla o en la vida y representante de una generación de artistas irrecuperable.
El actor canadiense ha fallecido a la edad de 91 años en su casa de Conneticut, y ha dejado un poco más huérfano de mitos al mundo del séptimo arte del que nunca se separó. Hay que recordar que ostenta el meritorio record de ser el intérprete de mayor edad, con 82 años, en lograr un Oscar, por su papel secundario de padre de Ewan McGregor en Beginer (2012). Además del citado premio, en su palmarés personal atesoraba también dos premios Tony y dos Emmy.
No obstante, y muy a su pesar, sería su trabajo encarnando al estirado coronel Von Trapp el que lo hizo eternamente conocido. Junto a Julie Andrews, Sonrisas y lágrimas sería su credencial para siempre. Pero el actor odiaba ese papel, esa fue su condena, porque consideraba que la cinta era demasiado azucarada, pensaba que su personaje era insustancial y, además, detestaba los doblajes de su voz en otros idiomas, porque tenía un vasto conocimiento musical, dominaba el piano, y cantaba más que bien. Curiosidades y extravagancias de esto del cine…
Paradójicamente, para uno de los papeles más exitosos de Plummer con la llegada del milenio involucró sólo necesitó su voz, su profunda y elegante voz de gran actor con formación en el teatro británico; no en vano comenzó en este medio y se le conocía como “el actor shakespeariano”. Fue en la sublime película animada de Pixar, Up, donde interpretó a Charles Muntz, un anciano con estética de Spencer Tracy y la misión de hacer realidad el sueño de su difunta esposa. Absolutamente maravillosas la producción y la participación de Christopher Plummer en ella.
Debutó en el cine en Sed de triunfo, de Sidney Lumet, en 1958, y estuvo trabajando ininterrumpidamente hasta 2019. Sumen ustedes la cantidad de años que dedicó en cuerpo y alma a su extensísima carrera profesional.
Fue quien sustituyó al defenestrado Kevin Spacey en la película de Ridley Scott All the Money in the World, y es que una trayectoria tan activa y exitosa como la suya da para mil y una anécdotas, que sin duda han sido y serán contadas en su mayor parte por familiares y biógrafos.
El gran actor de Sonrisas y lágrimas ha muerto, dejando sólo lágrimas esta vez y un legado enorme. Descanse en paz y nos veremos cada vez que propongan una de sus obras por televisión.