Hubo un tiempo, en los comienzos del ser humano sobre la tierra, cuando la agilidad podía suponer la diferencia entre la vida o la muerte.
Nuestra musculatura está diseñada para sobrevivir en la vida salvaje, pero, poco a poco, con los primeros asentamientos y los primeros oficios, la exigencia física empezó a dejar paso a la exigencia mental.
Con la evolución de las sociedades, la velocidad de los procesos mentales aumentaría de forma necesaria y en gran medida, hasta llegar a los días de la sociedad tecnológica y de la información.
En la práctica diaria, nuestra mente recibe el impacto de cientos de mensajes, muchos de los cuales inservibles para la supervivencia. En este entorno la mente tiene que cribar, y tiene que inventar soluciones, en un ejercicio constante de responsabilidad y de pregunta-respuesta. Lógicamente, este ambiente es hostil y los límites de la salud mental pueden verse tensionados.
Quizá en estos razonamientos se encuentren las claves para entender el significado de la discapacidad psicosocial.
Muchos de nosotros y nosotras necesitamos una adaptación en los tiempos de respuesta para resolver los problemas que genera la vida moderna.
Cada mañana, al despertar, nos subimos a un mundo en marcha, que se mueve a velocidades insospechadas, y el peligro de quedar descolgado para una persona con problemas de salud mental es real.
Ahora bien, es mi experiencia que el funcionamiento de la mente se asemeja al de un músculo. Es cierto que, con el disgusto del diagnóstico, y la confusión de los primeros medicamentos, la mente queda fuera de forma, desorientada.
Sin embargo, el entrenamiento de habilidades y la perseverancia, pueden hacer que la mente recobre la agilidad suficiente como para desenvolverse en sociedad. A esto nos dedicamos en ACEFEP.
Parece un imposible, si bien es mi testimonio que una persona con un diagnóstico grave puede alcanzar un óptimo estado de salud mental; siempre que no se aísle, y se abra a la participación; siempre que no le venza el temor.
Muchas veces, abrirnos a las relaciones humanas supone un salto al vacío, pero es en la comunicación social donde la mente tendrá herramientas para hacerse fuerte y ágil.
Escribo esto en los albores de un nuevo tiempo, cuando la tecnología del 5G nos exigirá un plus de agilidad. En ese momento, habrá que enseñar en las escuelas la necesidad de una mente fuerte y ágil, y vigilar que nadie quede descolgado.
Y ofrecer programas de adaptación, para que la velocidad no sea una barrera. En cualquier caso, la imagen final ha de ser una sociedad inclusiva.