Los abuelos son mucho más que abuelos. Son unos segundos padres y uno de los regalos de la vida más preciados. Con ellos aprendemos a convivir, a amar, a respetar, a ser honestos y a agradecer. Con los abuelos y las abuelas pasamos momentos únicos de risas y ternura, con ellos nos sentimos especiales y aprendemos a vivir la vida un poquito más despacio.
Desde siempre han jugado un papel muy importante en la vida de sus nietos. Lecciones de sabiduría hechas desde el cariño, el amor y la humildad, que quedarán como una herencia que los abuelos transmiten generación tras generación a sus nietos.
Sin embargo, la nueva realidad en la que el distanciamiento físico se convierte en la norma, el miedo y la responsabilidad de no tener contacto con las personas de riesgo aleja a abuelos y nietos un poco más que del resto de la sociedad. La expansión del coronavirus ha obligado a romper por un tiempo, solo físicamente, esa alianza de abuela y nietos.
A cada lado del teléfono están Lina, abuela, y Marta, su nieta. Un simple cable de unos centímetros de grosor que recorre los 3.166 kilómetros que separan Ceuta de Irlanda conecta a estas dos ceutíes, aunque ambas reconocen que desde siempre han tenido un vínculo muy especial. Marta tiene la misma sonrisa de su abuela y, físicamente, se parece mucho, pero desde hace más de un año no pueden abrazarse ni charlar como les gustaría.
“Aún tengo todos los muñecos de ella en mi casa. Siempre hemos estado muy unidas”
Aquel 27 de diciembre de 1992 en el que Marta García Cubero venía al mundo hace 27 años, fue “el día más feliz” de la vida de Adela Rodríguez Rodríguez o Lina como la llaman cariñosamente. Cuando vio “aquella carita de Marta” se quedó prendada de su nieta mayor y, desde entonces, “aunque los quiero a todos, siempre ha sido mi ojito derecho, ella es diferente”.
“Aún tengo todos los muñecos de ella en mi casa. De pequeña me la llevaba a la Plaza de los Reyes, o a San Amaro a pasear y siempre la recogía del colegio y comía en mi casa, y por supuesto yo le hacía sus trajes de flamenca para la feria. Siempre hemos estado muy unidas porque le gustaba venirse a mi casa y aquí hablábamos y nos reíamos juntas. Aunque ahora, yo esto de WhatsApp no lo entiendo y es ella la que siempre me llama a mí”, comenta Lina.
La abuela de Marta no entiende “mucho de las tecnologías esas”. “Para hablar con ella ahora es horrible porque siempre que la llamo se equivoca y me cuelga porque dice que no se entera de WhatsApp, pero Facebook lo maneja que no veas”, explica entre risas la ceutí de 27 años.
Marta también echa de menos aquellas tardes de invierno y merienda en casa de la abuela. “No es igual hablar por teléfono que una conversación. Lo que más echo de menos, además de la ciudad y mi familia, es pasar tiempo con mi abuela y charlar con ella y que me cuente sus cosas. Hemos estado siempre muy pegadas. Yo era la mayor y claro, mi madre trabajaba y yo siempre estaba con ella”, comenta.
Además, “no es la típica abuela que te regaña por todo”, sino que es muy moderna para la edad que tiene, enrollada y “me encanta hablar con ella de todo”. “De pequeña siempre me recogía del colegio con mi abuelo con el carrito hasta que cumplí los 13 años o así. Me llevaban a dar la vuelta al Hacho porque yo era un poco trasto y me contaba historias sobre la mujer muerta y yo flipaba. Siempre me ha tenido muy mimada la verdad y mis abuelos han sido casi como unos padres”, rememora.
Una pequeña pero cercana familia
Como tantos otros jóvenes, ante “la falta de oportunidades en España” y “como la cosa estaba muy mal”, esta joven ceutí y su novio se fueron a “buscar la vida y a aprender inglés” a Irlanda.
Allí, Marta trabaja como educadora social. Su sueño se hizo realidad, aunque no es la primera vez que está separada de su abuela puesto que con 17 años se fue a estudiar su profesión a Granada y después probó suerte en Madrid e incluso en Nicaragua. Pero nunca habían estado tanto tiempo sin poder hablar en persona porque Marta volvía a Ceuta siempre que podía y ambas lo está llevando “regular”.
Desde diciembre del año pasado no se ven. Marta quería volver a Ceuta en Semana Santa o en las vacaciones de verano, pero con la pandemia de por medio no ha podido ser y estas Navidades tampoco podrá viajar a Ceuta ni para cuando Lina sople sus 88 velas en enero. “Llevamos un año ya sin vernos porque se fue antes del COVID. Ahora para Navidad podría venir, pero es que luego no le dejan entrar y lo último que quiero es que mi niña pierda su trabajo. A ver si se arregla esto pronto y ya viene”, confía Lina.
“Estamos atrapados aquí porque está todo cerrado para turistas y todo. Si alguien viene tiene que estar 15 días de cuarentena, entonces si me voy cuando vuelva me quitan esos 15 días de sueldo y como está todo, no me quiero arriesgar a quedarme sin trabajo. Además, tengo miedo por ella de a lo mejor ir para Ceuta y después de tantos meses es inevitable dar un abrazo a mi abuela y contagiarla o algo, sin yo saberlo. Ojalá haya pronto una vacuna para que pueda ir tranquila”, continúa Marta.
Un miedo que también comparte Adela. Vive sola en su casa en la Avenida de España pero, aunque se encuentra bien de salud, sale lo justo y necesario “por todo esto del COVID”. “Mi hija vive en la Plaza de los Reyes y así la compra grande me la trae ella porque no quiere que salga como está la cosa. Voy por las mañanas a la Fundación Gallardo a hacer ejercicios y charlar con otros mayores, pero siempre con mucho cuidado y cuando termino me vengo a mi casa y no salgo para nada, por miedo a exponerme más de la cuenta. Está la cosa muy mal y están muriendo muchos pobrecitos mayores”, confiesa.
“Somos las dos inseparables”. Lina y Marta son inseparables desde que esta última nació, pero desde diciembre del año pasado no han podido verse y ahora el coronavirus impide que disfruten de un comida y una buena charla juntas.
La distancia física es tan dura para los nietos como para los abuelos que lamentan no poder verse más que a través de las pantallas. El virus es más duro con los más mayores, con quienes han dado sus vidas por las nuestras. Los abuelos, quienes siempre confían en sus nietos, presumen y creen en ellos por encima de todo... hoy tienen que dejarse cuidar por ellos, ahora más que nunca.
Cuidarlos es ser prudentes y no abrazarles aunque muramos de ganas de hacerlo, llamarlos y acompañarlos en este distanciamiento físico que nos deja sin las comidas familiares de los domingos.
Lina, como muchas mujeres de la época, se enamoró de su marido por teléfono y al año y medio se casaron
“Mi marido era practicante de aquí, pero realmente era aragonés. Era amigo de un cuñado mío y me lo presentó. Nos conocimos y al año y medio nos casamos. Pero yo no me casé como las de la época, tardé más porque quería disfrutar. Lo hice a los 30. Al principio, solo hablaba por teléfono con él, nos gustaba mucho hablar y hablando, hablando, nos gustamos y empezamos a salir”, comenta entre risas Lina.
En el 62 lo conoció y el 5 de octubre de 1964 se casaron y dejó su trabajo dando clases de corte y confección. “Entonces, empezaron a venir los niños hasta los dos que tengo. De soltera daba clases de corte y confección, pero al casarme mi marido no quiso que siguiera trabajando y me quedé en mi casa haciendo mis labores y seguía cosiendo pero ya para mis hijos y mi familia solo”, explica. Sin embargo, hace unos 14 años, su marido, Jesús Cubero Gascón, falleció y desde entonces vive sola en Puertas del Campo.
Sus dos hijos y cinco nietos son el “regalo más grande” que la vida le ha dado
Aunque su marido falleció hace 14 años, Adela Rodríguez Rodríguez no ha dejado de quererle y confiesa que perderle fue “más duro” que los años de la Guerra. Pero está orgullosa porque juntos formaron una familia “pequeñita, pero muy cercana”. La ceutí de 87 años tiene dos hijos y cinco nietos.
El coronavirus ha alejado a mucha gente, incluidas familias enteras y especialmente a los ancianos. Pero después de tanto tiempo alejados, la familia Cubero Rodríguez tiene más ganas que nunca de abrazar de nuevo a su abuela sin poner en riesgo su salud y de disfrutar de muchos más momentos como los domingos de comedia en familia, todos juntos en casa de Lina.