Siempre ando clasificando términos, acaso como forma de encontrar un orden y unas diferencias en el mundo de las ideas.
Hoy traigo una arriesgada bifurcación, que nos servirá para entender el estado de conciencia y madurez sobre salud mental.
El objeto de estudio es el propósito de verdad, también conocido como sinceridad, y en función del cual podemos establecer dos clases de verdad: la verdad intuitiva (frágil y “comodona”), y la verdad consciente, cuyos signos son el estudio y la permanencia.
Ambas son bienintencionadas, pero alumbran realidades distintas en cuanto a beneficio y calidad en la justicia.
En el terreno de lo concreto, os cuento que el Comité Pro Salud Mental de Salud Mental Ceuta hemos salido a la calle para preguntarle al ciudadano medio sobre la imagen que se tiene de las personas con un trastorno mental. Tras cien mini entrevistas, la inmensa mayoría, 86%, dice tener una buena imagen de nuestro colectivo, y que en definitiva “somos personas como cualquier otra, con los mismos derechos”. El 14% demanda más información antes de opinar, es decir, se muestra prudente.
Entonces, ¿Por qué en la práctica social tenemos la vigencia del estigma y el rechazo, porqué esta sensación trasciende y el mercado laboral se muestra infranqueable?
Es aquí donde tiene acomodo mi teoría de la verdad. Si bien, el propósito de verdad es de agradecer, la falta de estudio y reflexión origina una verdad intuitiva. El solo presentimiento no sirve para fabricar una conciencia sobre salud mental liberadora, y el resultado es la inacción.
Para hacer frente a esa imperfección, que es la ausencia de conocimiento, los miembros del Comité hemos elaborado el documento “Los cinco pétalos de la conciencia”, y con el que pretendemos alumbrar una verdad consciente, más sólida. A diferencia de la verdad intuitiva, la verdad consciente necesita el sustento del lenguaje.
El texto está diseñado para que los argumentos, como las flores, echen raíces, y el buscado sueño de normalización sea un éxito para el conjunto de la sociedad. El lenguaje es una apropiación inteligente de la realidad, y también sirve para cohesionar las voluntades.
A ver qué recorrido podemos darle dentro del proyecto “Ceuta, Ciudad sin Estigma”, aunque creo que este registro en la palabra es ideal para apuntalar la conciencia de salud mental en el grado de bachiller, cuando se empieza a definir la identidad. Por lo demás, la verdad consciente está de capa caída en los circuitos de opinión pública, y asistimos a la cultura del eslogan y la brocha gorda.
Solo se puede transformar la sociedad desde la conciencia plena, desde la verdad consciente.