Que se haya tenido que celebrar un pleno extraordinario sobre la postura que debe tratarse respecto al rito del sacrificio, con motivo de la celebración el 31 de julio de la Pascua musulmana, no tiene otra lectura que la del fracaso. Hemos caído en el error de politizar una decisión, de cambiar anuncios, de ofrecer en definitiva una imagen basada en todo menos en la concreción. Y todo ello para llegar a un pleno en el que hubo quienes optaron por salvar la papeleta, lucirse o asomar como víctimas. ¿Una ciudad, una clase política que lleva como ‘marca’ la integración, el conocimiento de culturas, la convivencia... llega a estas alturas de la película ofreciendo vagos conocimientos sobre lo que supone la Pascua del Sacrificio y el rito en sí? Se han escuchado demasiadas tonterías que han desnudado un nulo conocimiento de lo que supone para la comunidad musulmana esta fiesta, incurriéndose en errores de conceptos y en vacíos insultantes sobre lo que significa el sacrificio y la manera en que debe desarrollarse. Para esto tenemos que llegar a un pleno extraordinario para, finalmente, no tener claro todavía qué se va a hacer después de reuniones, promesas y jornadas de desencuentros.
Que se tenga que llegar a un pleno para discutir este asunto evidencia el fallo generado
Se ha permitido que la aprobación o no del rito del sacrificio se haya convertido en arma arrojadiza entre unos y otros, volviendo al acogimiento de pensamientos y conclusiones propios de caverna en los que las fiestas y tradiciones se han transformado en un particular juego de damas en busca de las fichas que uno se puede comer, acogiendo piques, culpando a una comunidad de que ‘nos hayan quitado el San Juan’ y viendo la forma de ‘devolvérsela’ eliminando otra fiesta. Sí, a esa insensatez se ha llegado porque la indecisión política, los cambios de criterio y el no saber cómo afrontar este asunto después del sarpullido que nos provocó Melilla, ha alimentado ese temido juego social que aún, lo queramos o no, persiste y es engordado por las sucias redes sociales, pasto de cobardes e incendiarios. No se ha estado atento y eso dice mucho de la cantidad de asesores a los que se les paga por evitar estas situaciones.