Si uno lee el titular y sabe que la cosa va de cine, bien podría pensar que el artículo va de Stallone, Harrison Ford o Schwarzenegger: ¿Qué haría Bruce Willis en esta situación? ¿Tendría William Wallace un hueco en el cine de la segunda década del siglo XXI?
En realidad nos referimos a otro tipo de icono cinematográfico, si bien es cierto que Clint Eastwood ha sido protagonista de la década de los 90, sí, pero igualmente ha sido un símbolo de los 80, y de los 70, y también de los 60, cuando protagonizó “La trilogía del dólar”… Tampoco estamos hablando de una década determinada del cine cuando mencionamos los 90, sino de los años que cumple el gran mito artista vivo del cine clásico. Tal día como un 31 de mayo de 1930 nació en San Francisco Clinton Eastwood Jr., hoy venerable y venerado actor, director, productor, compositor y mente preclara del cine, en el orden que ustedes gusten. Y con una impresionante genética heredada de su madre, él mismo lo reconocía el día que recogía el Oscar por su redonda “Sin perdón”, sigue en activo “alegrándonos el día” cuando asistimos a alguno de sus estrenos; se trata del autor que siempre busca una historia potente, priorizándola sobre posibles trucos recaudatorios prefabricados que se han hecho dueños de una industria que poco (algo, pero poco) puede afectar a quien tiene semejante prestigio y se produce sus propios proyectos. Los tipos duros no se retiran nunca, o al menos, no deberían.
Este héroe del cine (porque hay que serlo para seguir en activo a su edad, haciendo lo que le gusta y peleando hasta el final contra elementos que ya han ganado la batalla) cumple noventa años. Títulos como el citado Sin perdón, Million Dollar Baby, Mystic River o Gran Torino son el legado que este artista completísimo dejará al mundo del cine; grandes historias que analizan el alma, las emociones y la condición humana, por parte de un autor que también supo explorar lo más delicado de los sentimientos con un exquisito romanticismo en su sorprendente Los puentes de Madison. Los héroes de acción también lloran, y saben contarlo.
Perdedores, héroes crepusculares, valientes que tienen más corazón que esperanza o energía, son los imborrables personajes en los que Eastwood piensa cuando quiere contar una buena historia de superación.
En su humilde y autorizada opinión, se encuentra viviendo en una sociedad que “produce lameculos a toneladas”, y en la que “¡todos son tan hipersensibles!”, y desprecia públicamente “la estupidez de una ciudadanía que se cree todo lo que le dicen”. Así ha sido siempre, sin pelos en la lengua para bien y para mal, y nadie va a cambiar a estas alturas de la película, nunca mejor dicho, a un tío encumbrado con noventa años y de vuelta de casi todo. Y ahí reside el mérito de Clint, en la palabra “casi”, que le impulsa a seguir dedicándose a lo que le gusta y le motiva, que es contar historias. Su última película, Richard Jewell, se estrenó el año pasado y ya está cocinando la siguiente… Tremendamente sobrio, sin ostentación artística innecesaria, con una envidiable economía de narración, una luz siempre en un plano realista… es un cineasta elegantísimo que en no pocas ocasiones roza, incluso ha llegado a lograr la perfección. Es un maestro contando historias desde las imágenes. Uno de los más grandes.
Feliz cumpleaños, mr. Eastwood, ojalá cumpla usted muchos más con esa claridad de ideas y esa serenidad que se transmite en cada uno de sus fotogramas.