Javier Perera, ceutí y enfermero, trabaja en un hospital en Cambridge, en una planta en la que solo hay pacientes que han dado positivo en coronavirus.
El ceutí explica en esta entrevista con El Faro su jornada de trabajo, los peligros a los que se enfrenta cada día por tratar directamente con enfermos contagiados y cómo cree, bajo su punto de vista de enfermero experimentado, que va a acabar esta pandemia. Además, es muy crítico con el gobierno inglés y las medidas de prevención y seguridad tan “insuficientes” tanto para la población como para los profesionales de la salud.
–¿Cuál es su trabajo dentro de la planta de infectados de coronavirus?
–Trabajo cono enfermero y como encargado de planta en un hospital en Cambridge.
–¿Cómo se vive esta situación en un hospital?
–Con mucha incertidumbre, porque los protocolos de seguridad cambian de un día para otro y es una realidad que vivimos cada día. Hablamos de un virus del que conocemos muy poco, y lo que más preocupa es la velocidad con la que se propaga con lo cual es muy difícil su contención.
–¿Está muy expuesto al contagio? ¿Qué medidas preventivas toma?
–Yo estoy como se diría ‘en primera línea de fuego’ ya que estoy en contacto directo con pacientes que han dado positivo en coronavirus o COVID-19. El riesgo de infectarse siempre está ahí. Además, según la última actualización de la Public Heath of England, que es una agencia del departamento de salud y bienestar de Inglaterra, las medidas preventivas que debo tomar con este tipo de pacientes son: una mascarilla quirúrgica desechable, un delantal de plástico y un par de guantes de nitrilo.
Estas medidas, comparadas con las que ha tomado China, España o Italia, a mí me parecen insuficientes. El tamaño del virus es de 120 nanómetros mientras que el tamaño de los poros de las mascarillas que utilizo son de 2.000 nanómetros. Con lo cual, aunque lleve la máscara, aún puede entrar el virus.
–¿Trata con pacientes crónicos?
–En la planta en la que trabajo, no. Tengo pacientes con patologías de base, pero ninguna que pueda ser una amenaza directa para ellos.
–¿Cree que Inglaterra está tomando las medidas pertinentes para frenar el virus? ¿Por qué?
–No, creo que no. La verdad es que Boris Johnson ha estado dando más recomendaciones que tomando medidas. Yo iba por la calle y había niños en el colegio y pub abiertos. En general la gente actúa como si no pasara nada. Eso sí, la escasez de bienes materiales como ya el papel higiénico o arroz demuestra una histeria colectiva aberrante. Me parece más propio de un tiempo de posguerra o de una pandemia de un virus intestinal, que de un virus respiratorio. Aunque a fecha de hoy el Gobierno inglés ha decidido establecer una cuarentena en el que van a empezar a cerrar cines, discotecas, tiendas, colegios… los lugares que ya están cerrados en otros países.
–¿Cómo ve la evolución en los pacientes enfermos por el virus?
–En mi planta y por la naturaleza de mis pacientes evolucionan muy bien. Aunque tengan picos de fiebre, como es lo normal con una infección vírica. El criterio para darles de alta de la planta es que respiren bien y no necesiten oxígeno adicional para mantener la saturación de oxígeno en sangre a unos niveles saludables. Una vez que se les da de alta, deben quedarse 14 días de aislamiento en su casa.
–¿Cuándo y cómo ve el final de esta pandemia?
–No estoy seguro, pero espero que esta ola se pare de aquí a unos dos meses y vaya disminuyendo el número de contagios. El final de esta pandemia la veo en una crisis económica a nivel mundial, ha desembocado en un desequilibrio económico brutal: autónomos que no pueden trabajar, aeropuertos cerrados, cadenas de supermercados llenándose los bolsillos por el pánico que estamos viviendo.
Pero teniendo en cuenta cómo es la sociedad de hoy en día, a pesar de todo lo que está pasando, esto que estamos viviendo al final va a acabar como algo puntual y anecdótico y no aprenderemos nada. Las personas culpables de que los países hayan acabado sucumbiendo a ser afectados por esta pandemia se van a ir de rositas y sin sufrir consecuencias. Y esto, si viviéramos en un mundo justo, no se daría. Y los responsables de que vivamos esto serían penados o cesados. Parece ser que siempre en este mundo se premia a los negligentes y embusteros.